(XXXIII) Cenizas.

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Hong: - ¡Detente! - Gritó de pronto.
Sun Quan solo pudo abrir los ojos, para ver al canino que estaba en medio de él y la inminente muerte de mano se su propio hermano. Sun Ce mantenía el martillo alzado dudando su dejar caer su peso o no sobre aquellos que tenía justo al frente. La batalla que tenía en su interior era tan grande que todo esas luchas en las calles de Gongmen parecían insignificantes. Aquellos que los rodeaban, sin importar del bando al que pertenecían, miraban con preocupación, a la expectativa de la decisión del rinoceronte. "¿Qué iba a suceder?" Era una pregunta común en la mente de todos.
De pronto, Sun Ce lanzó un grito desgarrador, deshaciéndose de toda dude en su mente, mientras blandía su enorme martillo con fuerza hacia adelante.
La potente arma arremetió contra el suelo, fracturando el suelo de piedra en pedazos, lanzando fragmentos de rocks en todas direcciones. Una tupida cortina de polvo y suciedad se alzó de pronto, impidiendo a los ojos expectantes saber lo que había ocurrido. "¿Acaso lo había hecho?" "¿El capitán de la Guardia Imperial había ejecutado a sangre fría a su propio hermano?" "¿Acaso... había acabado también con la vida de Hong? Su amigo desde hacía mucho tiempo." Muchas eran las especulaciones, pero las respuestas estaba a la espera de todos.
La cortina de polvo poco a poco de fue desvaneciendo, revelando la verdad a todos los presentes. Hong permanecía de pie entre ambos rinocerontes, con las manos alzadas para intentar contener la ira de Sun Ce, pero con el corazón latiéndole tan fuerte que le parecía salírsele del pecho, al ver la muerte tan cerca de si, la cual se mostraba perfectamente en sus manos tambaleantes.
Sun Quan yacía a sus espaldas, pero aun con vida. El gran martillo de Sun Ce arremetió con fuerza contra el suelo, abriendo un enorme agujero a pocos centímetros de su cabeza. Y Sun Ce, quien parecía ser quien más sufría, tenía la cabeza baja, en la misma pose con la cual blandió su martillo. Su rostro mostraba una Clara cólera reprimida, mostrando sus apretados dientes y sus ojos cerrados con fuerza. El rinoceronte siguió luchando contra si mismo, hasta que el peso de su dolor venció el duelo, haciendo que su enorme figura se desplomase de rodillas contra el suelo. Entonces, un desgarrador grito de frustración emano de sus fauces.
Cuando pudo salir del shock en que se encontraba, las rodillas de Hong se tambalearon, y el canino se desplomó frente a su amigo, tan adolorido cómo podia estarlo. No tuvo fuerzas para decir una palabra, y solo pudo quedarse en silencio. Apoyando su pata sobre el hombro de Sun Ce, cuyas lagrimas no pudieron contenerse más tratando de aceptar el pasado.
Sun Quan, quien apenas podía mirar a un punto fijo dado el golpe que recibió, hizo su mayor esfuerzo para ponerse de pie con la ayuda de uno de sus subordinados que se apresuró a apoyarlo. Luego, se acercó lentamente a su hermano, y se desplomó junto a su lado, tratando de mantener el equilibrio para no caer de espaldas. Y se quedó all, en silencio, esperando el momento exacto.
Sun Ce: - Fue mi culpa... Mi culpa... - Le dijo a su hermano tras no poder contener más el dolor. - Yo era quien debía haber muerto ese día... No ella... Lo siento... Lo... Lo siento. -
Sun Quan: - Diez años. - Dijo mirando al amanecer, tras un largo y profundo suspiro. - Diez largos años estuvimos esperando por ti. Pero nunca regresaste. Nunca regresaste... completo. -
Sun Ce: - ¿Cómo está mamá? - Preguntó tras calmarse un poco.
Sun Quan: - Triste. Esperando que su hijo mayor vuelva algún día. -
Sun Ce: - Lo siento. -
Sun Quan: - No te disculpes conmigo. -
Sun Ce: - Iré a verla cuando todo esto acabe. -
Sun Quan: - Eso espero. -
Sun Quan se recostó de espadas contra el suelo, con las manos sobre la cabeza, de una forma completamente relajada, como si ambos no estuvieran envueltos en un cruenta duelo hace apenas unos minutos. El resto de sus hombres se miraron unos con otros, sabiendo que detrás de todos esos mal entendidos, todos eran aliados. Entonces, un soldado se acercó con un reporte urgente.
Soldado: - General. Los civiles y el personal del palacio ha sido evacuado tal y como lo ordenó. -
Sun Quan: - Muy bien. Que se preparen las tropas, marcharemos hacia el Palacio Imperial. -
Soldado: - Si señor. -
El soldado se retiró junto al resto, dejando a Sun Ce, a Hong y a sus seguidores muy confundidos.
Sun Ce: - ¿Qué estás haciendo? ¿No se supone que defendía los intereses del palacio? -
Sun Quan: - Mi deber es proteger a Gongmen y a sus residentes. Y tu no wres el único que tiene sospechas sobre los intereses del palacio. -
Hong: - Entonces... ¿Lo sabías? -
Sun Quan: - Tenía mis dudes, pero no puedo hacer nada sin pruebas. Espero que tus amigos encuentren lo que buscaban. O estaremos todos en la horca a esta hora mañana. -
Sun Ce: - ¿Cómo sabías de nuestros planes? - El rinoceronte miró de pronto al canino.
Hong: - A mi no me miles. Yo no tuve nada que ver. -
Sun Quan: - Jajaja. Tranquilo. El no tuvo nada que ver. - Le dijo a au hermano. - Yo tengo mis propios contactos. Además,  si bien tu fuiste el mejor guerrero, yo siempre fui el más listo. Jajaja. -
Sun Ce: - Ja. Eso quisieras. -
El ambiente en el lugar se había transformado de tensión a un reencuentro familiar en apenas unos minutos, y tanto Hong como los miembros de la Guardia Imperial y  de la Guardia de Jade no podían estar más atónitos por la actitud de los rinocerontes, pero antes de poder decir nada más, algo llamó la atención de todos los presentes.

Kung Fu Panda Fanfic - La Sombra de la Ciudad de GongmenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora