Tigresa: - ¿¡Qué!? - Preguntó en shock. - ¿Qué quiere decir? -
Sun Ce: - Las noticias del Palacio Imperial no perdieron el tiempo en esparcirse. - El rinoceronte agarra un pedazo de pergamino y se lo entrega a Tigresa, cuando ella lo ve, no puede creerlo.
"Los daños a nuestra querida ciudad han sido devastadores para todos. Muchos han perdido la vida y muchos más han perdidos sus hogares y el trabajo de toda su vida. Durante mucho tiempo, la concejalía de la ciudad ha intentado localizar al responsable de tales actos fatídicos, y tras una larga investigación, se descubrió que los eventos del colapso de las calles en los barrios bajos y las revueltas en la estación de la Guardia de Jade, corresponden a, nada más y nada menos, que a la exmaestra Tigresa y a su cómplice Tai Lung, excriminal que escapó de la prisión de Chorh-Gom."
Tras las mentiras plasmadas sobre el pergamino que portaba el Sello Real, se encontraba un supuesto retrato de la criminal en cuestión.
Hong: - Pero eso no es del todo cierto. Tigresa salvó a la ciudad de los Moradores. Y gracias a ella descubrimos el plan del capitán Chao. Sin mencionar que ella misma lo derrotó. - Dijo tras unos incómodos segundos de silencio.
Tigresa: - No. - Sentenció. - Tiene razón. Yo fui la responsable de lo que ocurrió en los barrios bajos. Creí que arrancar la raíz sería del problema la mejor solución, pero sólo empeoré las cosas. -
Hong: - Las cosas no pueden empeorar. - Comentó despreocupadamente.
Sun Ce: - ¡Hong! - Le regañó de inmediato.
Tigresa: - ¿Qué sucedió? -
El rinoceronte y el canino se miraron mutuamente por unos segundos. Sun Ce miraba a Hong a regañadientes, y este simplemente bajó la cabeza reconociendo su error. No era momento de decirlo, pero Sun Ce no se iría con rodeos.
Sun Ce: - No pasó mucho tiempo desde nuestra partida. - Dijo tras un largo suspiro. - Los ciudadanos que resguardamos en el Palacio Imperial fueron desalojados de inmediato. Ni siquiera permitieron que pasara el invierno. -
Esas palabras fueron un puñal para el corazón de Tigresa. No lo había pensado hasta ahora, pero ya no había tanto frio, e incluso pudo ver el verde de los pastos mientras caminaba por los corredores del lugar. No había duda alguna. La primavera había llegado.
Tigresa: - ¿Cuánto tiempo? - Preguntó en shock, pero los otros dos no supieron que responderle. - ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? -
Hong: - Tres meces. - Dijo tras un largo suspiro.
Tigresa no dijo nada. Simplemente se puso de pie con todas las fuerzas que pudo reunir y se dispuso a abandonar el lugar. Necesitaba un tiempo a solas, un tiempo para pensar en todo lo que había ocurrido. Hong intentó detenerla, pues sus heridas aún no estaban sanadas del todo, y necesitaba descansar, pero Sun Ce lo detuvo, pues sabía que la maestra necesitaba algo de tiempo para aceptar las heridas de su mente. Mucho más difíciles de sanar que las de su cuerpo.
Lentamente, Tigresa salió de la habitación y caminó por los desérticos pasillos del lugar, con la mirada distraída sobre cualquier cosa que llamara su atención. Cada paso que daba lo hacía por instinto, pues su mente estaba en otro lado, perdida en sus pensamientos.
El simple hecho de imaginar lo que habían sufridos aquellos que perdieron sus hogares por su culpa le revolvía es estómago, y se sentía cómo si una mano raquítica le comprimiese el corazón. A pesar de su fuerte constitución y su recto carácter, no pudo contener las lágrimas cuando se vio a si misma en el centro de una pequeño jardín apartado del edificio principal. No sabía cómo había llegado ahí, pero supuso que sus pies se movieron por su cuenta.
Cayó de rodillas sobre el pasto, pero sus heridas no dolían más que lo que le dolía el pecho. Apretaba los dientes con fuerza para no gritar de rabia los cuatro vientos y liberar todas las maldiciones que se acumulaban en su garganta. Los minutos pasaron y ella permanecía allí, inmóvil, apelando a su fortaleza propia para no ceder ante la desesperación. Aún así, aquellos que pudieron verla en la distancia, no podían hacer más que mirar con las cabezas bajas, tratando de entender lo que Tigresa sufría.
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[Tiempo. El tiempo no espera por nadie y nada es capaz de detenerlos por mucho que Hollywood nos llene la cabeza de ilusiones. Por eso tenemos teléfonos y electrodomésticos, para reducir el tiempo que consumimos en hacer cosas o labores. Pero el tiempo era algo que en las eras antañas no podía apresurarse.]
Un mes antes:
Dos meces le tomó al mensajero envidado por Sun Ce llegar al Valle de la Paz. No importase que tan rápido el viento soplase a su favor, la carta acuñada en cera por las mismas manos del rinoceronte recorría el largo camino desde Gongmen dentro de la bolsa del mensajero imperial.
Su llegada al Palacio de Jade no pasó desapercibida, y a las puertas lo fue a recibir a entusiasmado maestro Mono.
Mensajero: - Carta para el maestro Po. - Dijo con voz serena.
Mono: - Wao. Una carta de Gongmen. Por fin Tigresa se decidió a escribir. - Tomó la carta gustosamente y despidió al mensajero.
Era temprano en la mañana, y aquellos que aún residían en el Palacio de Jade estaban en la cocina para tomar el desayuno. Víbora servía la mesa para tres comensales mientras Po preparaba unos deliciosos dumplings para comenzar el día.
Víbora: - ¿Crees que Grulla esté teniendo problemas en su antigua escuela? Ahora que es maestro... -
Po: - No lo creo. Grulla está preparado para hacerlo. Entrenó mucho para eso. Supongo que esté feliz de encontrar viejas amistades. -
Víbora: - Supongo que tienes razón. -
Po: - Bueno. Avísale a Mono. Estos dumplings ya están listos. -
Mono: - He he. Ya estoy aquí. -
Víbora: - Hablando del rey de Roma. -
Mono: - Oigan. No van a creer quién escribió. - Po y Víbora lo miraron con curiosidad.
Víbora: - ¿Es de Tigresa? - Preguntó al reconocer el sello imperial sobre el pergamino.
Po: - ¿Y a qué esperas? Léelo. -
Víbora: - Yo. Yo. Yo. Yo quiero leerlo. - Exclamó cómo si fuese una niña.
Mono: - Ja ja. Está bien. Está bien. -
Víbora desenrolló el pergamino y lo colocó sobre la mesa. Comenzó a leer con entusiasmo, pero su sonrisa rápidamente se desvaneció de su rostro por una cara de desconcierto.
Víbora: - Es de Sun Ce. El capitán de la Guardia Imperial. - Los otros dos presentes dejaron de hacer todo y se voltearon a mirar con preocupación.
Mono: - El capitán de la Guardia Imperial. Esto no me da buena espina. - Dijo mientras Víbora leía apresurada para si misma.
Po: - ¿Qué ocurre? - Preguntó preocupado.
Víbora: - Es Tigresa. Necesita nuestra ayuda. -
Lamento el capítulo corto después de tanto tiempo, pero realmente me costó mucho trabajo decidirme por que línea de acción tomar para continuar la historia. Este capítulo es cómo una introducción de la segunda parte. Espero que les guste lo que vendrá.
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Kung Fu Panda Fanfic - La Sombra de la Ciudad de Gongmen
FanfictionVarios años han transcurrido desde que el guerrero espiritual Kai fue derrotado por el Guerrero Dragón, y desde entonces, Po ejerce como maestro en el Palacio de Jade. Pero en la vida de todo alumno llega un punto en el cual debe arrancar sus raíces...