Capítulo 29.

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                ¡ADVERTENCIA!

1-Este capítulo contiene temas sensibles como: Escenas violentas, cortes, incentivo al suicidio.
Si estos temas te afectan, recomiendo que saltees el capítulo por tu comodidad y bienestar emocional.

2— Todos estos temas serán tratados con la seriedad que merecen, como recién están adentrándose en la trama aún no están del todo desarrollados.

3- Si estás en una situación similar, NO ESTÁS SOLO. Acércate a gente de confianza, habla, aunque sea difícil, la ayuda de alguien puede ayudarte a tomar las medidas necesarias. Mi corazón está contigo. Y si quieres hablarme con gusto te ayudaré como pueda.

Línea de ayuda (Uruguaya):

ASSE - A dos meses de creada la Línea de Apoyo Emocional 0800 1920.

Ahora sí... Sin más que aclarar, que disfrutes del capítulo.

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... Dicen que incluso la distancia no borra lo que el corazón recuerda...

Tragué con cuidado, sentí el frío de los filos a los dos lados de mi garganta, si tan solo hiciera más presión... me cortaría y comenzaría a sangrar. El salón estaba vacío, yo estaba sentada en una silla con la cabeza bien en alto mirando los ojos de Emilie. Tenía una sonrisa retorcida, como si aquello que me estaba haciendo realmente lograba satisfacerla.

Unas tijeras amenazando con cortarme el cuello, eso era lo que le daba risa.

— Dime, Electra... ¿Alguna vez has pensado en matarte? — me preguntó entonces.

Yo tenía el ceño fruncido, me obligué a esconder que estaba muerta de miedo. No iba a darle el placer que buscaba.

— No quiero matarme...

Las tijeras se contrajeron más contra mi piel, ya no podía tragar.

— Pero si lo hicieras todo sería más fácil, ¿no? — respondió. — No tendrías que preocuparte por nada... Reflexiónalo bien, te harías un favor.

— ¡Solo corta mi maldito cuello de una vez! — grité como pude, sintiendo el filo rasgarme.

Ella largó una risa amarga. — Oh mírate, suplicándome que te haga daño. — aflojó la presión de las tijeras — No es necesario que yo lo haga, Firelook. Nadie jamás podría hacerte más daño del que te haces a ti misma.

Y entonces las sentí, las lágrimas. A punto de apoderarse de mí. De la espalda de Emilie comenzaron a surgir figuras que formaban números, inmediatamente comprendí por qué.

Una lágrima derramada.

Dos lágrimas.

Tres lágrimas.

Entonces yo misma tomé la mano de Emilie que sujetaba la tijera y la obligué a cerrarlas sobre mi cuello, a cortarlo.

Me desperté agarrando mi garganta. Sudando y llorando. Eran las tres de la mañana, Eric dormía junto a mí hasta que lo despertaron los gritos.

— ¿Electra qué tienes? — preguntó alarmado.

— Mi cuello... Sangre... — dije desesperada.

Él prendió la luz de la lámpara inmediatamente. Se acercó más preocupado para revisar mi cuello...

— Ele, no tienes nada. Fue solo una pesadilla — me rodeó con su brazo.

Mi respiración seguía acelerada, no paré de sostener mi cuello. Para mi suerte, nunca había estado en una situación así con Emilie, aunque hubo algo que ella dijo... Una especie de mensaje.

Con tu AusenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora