capitulo 10

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Tres semanas después

Estaba sentada en el patio de la escuela, bajo la sombra de un gran árbol, absorta en mis pensamientos. El aire helado golpeaba mi rostro, y las hojas comenzaban a caer, teñidas de un café oscuro, pintando el césped donde me encontraba sentada. Observaba el paisaje otoñal, tratando de encontrar paz en la quietud del entorno, vi a Dimonty acercándose , con esa sonrisa tan contagiante ,  Habíamos empezado a hablar más frecuentemente en las últimas semanas y, aunque aún no lo conocía bien, sentía curiosidad por él. De cierto modo, me hacía olvidarme de todo, aunque fuera por momentos.

—¡Hey, Dimonty! —lo llamé, levantando una mano en saludo.

Dimonty me sonrió y se acercó, sentándose a mi lado.

—Hola, Adana. ¿Cómo estás?

—Estoy bien, gracias. Solo... pensando en cosas —dije, intentando sonar tranquila. Aproveché la oportunidad y le pregunté—. He estado queriendo preguntarte sobre Italia. ¿Cómo era tu vida allá?

Dimonty se acomodó en el banco, mirando al horizonte como si recordara momentos lejanos.

—Italia es hermosa. Vivía en un pequeño pueblo en la Toscana, rodeado de viñedos y colinas verdes. Todo se movía a un ritmo más lento allí. La vida era simple pero muy rica en cultura y tradiciones.

Lo escuchaba con atención, imaginando los paisajes que describía: las colinas bañadas por el sol, los viñedos extensos y las casas de piedra con tejados rojos.

—Eso suena increíble. ¿Extrañas mucho tu hogar?

—Sí, claro que lo extraño —admitió—. Pero también es emocionante estar aquí, conocer gente nueva y aprender de una cultura diferente. Aunque hay cosas que no se pueden reemplazar, como las cenas familiares con pasta casera y vino de la región.

Reí suavemente, imaginando esas cenas familiares llenas de risas y conversaciones animadas.

—Me encantaría probar esa pasta algún día. ¿Cómo era tu escuela allá?

—algun día te voy a llevar a Italia y si son muy diferente a esta, definitivamente —respondió, sonriendo—. Era más pequeña, con menos estudiantes y un enfoque muy tradicional. Los profesores eran estrictos, pero también se preocupaban mucho por nuestra educación y nuestro futuro. Aquí todo es más grande y un poco abrumador al principio, pero me estoy acostumbrando.

—¿Y qué fue lo que más te sorprendió cuando llegaste aquí? —pregunté, curiosa.

—La diversidad. En Italia, todos eran más o menos iguales en cuanto a cultura y costumbres. Aquí, cada día me encuentro con alguien de un lugar diferente, con una historia distinta. Es fascinante y enriquecedor.

Asentí, entendiendo lo que quería decir.

—Eso es algo que me gusta de aquí también. Siempre hay algo nuevo por descubrir.

O destruir , algunas personas son mejores en la segunda.

Dimonty me miró, notando la melancolía en mis ojos.

—¿Y tú, Adana? ¿Siempre has vivido aquí?

Suspiré, mirando mis manos.

—No, yo soy de México. Mis padres se mudaron aquí cuando tenía tal vez seis años. Fue duro al principio —suspiré, mirando hacia el horizonte—. Aquí es bonito, pero siento que necesito un cambio, algo nuevo. Pero no es fácil cuando tienes tantos recuerdos atados a un lugar.

Y menos si el causante de los recuerdos se ha esfumado. Un cambio sería un bálsamo para mi dolor, pero soy tan cobarde que prefiero el ardor en mi corazón, que avanzar sin él.

El Palacio De Las Mariposas Y El Eden De Las Espinas.       Donde viven las historias. Descúbrelo ahora