Estaba acostada en mi cama,desde hace dos días no piso la escuela, ignoró llamadas, encerrada en mi fría habitación. Solo queriendo estar a sola.
Las cortinas permanecían cerradas, bloqueando la luz del sol que intentaba entrar por la ventana. Me encontraba llorando en mi cama, aferrada a una foto de él. Así había pasado los últimos dos días, ahogándome en la desesperación.
Escuché cómo abrían la puerta de mi habitación y rápidamente me cubrí la cabeza para ocultar mi estado.
Las cortinas se abrieron de golpe, dejando entrar la luz, y alguien se sentó a mi lado.
— Eres mi hermanita, Ada. No soporto verte así, no puedo, ni quiero verte así — la voz de Demian me hizo eco.
Él retiró las sábanas que cubrían mi cabeza y me obligó a mirarlo.
— Esta no eres tú, ¿dónde está la Ada ruidosa, la que ama cantar, la que disfruta ver el sol? ¿Dónde está mi Ada? — sollozó mientras me abrazaba.
— No lo sé, ni siquiera sé si algún día volverá — susurré contra su pecho — o si aún existe.
— No sé qué te pasó, pero no te voy a preguntar. Tú me lo dirás cuando estés lista. Pero ahora te vas a poner algo más abrigador y saldremos — ordenó, secando mis lágrimas.
— Demian, no — intenté protestar.
— Hazlo. Es por tu salud. No puedes seguir así. No puedes vivir en el dolor. Ya sea que duerma contigo, coma contigo o pase las veinticuatro horas del día contigo, vas a salir adelante — afirmó con determinación.
Él revisó mi armario y me entregó una sudadera gris, unos pantalones negros, unos tenis oscuros y un gorro blanco, junto con unos guantes.
Me sacó de la cama y me ayudó a vestirme. Salimos de mi habitación y bajamos a la cocina.
— Desayuna. Necesitarás energía para lo que viene — me instó, obligándome a comer todo lo que me ofreció.
Después de un rato, estábamos en su auto, rumbo a algún lugar desconocido pero necesario para seguir adelante.
El silencio en el auto era como una manta acogedora que nos envolvía, pero decidí romperlo al sacar mis auriculares y sumergirme en la música. La melodía de "desconocido" de iñigo llenó mis oídos, y me dejé llevar por la tristeza y la melancolía de la canción, mientras recostaba mi cabeza en la ventana del auto, sintiendo el frío cristal contra mi mejilla.
Demian detuvo el auto con suavidad, y la música cesó. Bajamos del vehículo y nos encontramos rodeados de árboles, testigos silenciosos de nuestra travesía emocional. Los pájaros cantaban melodías que parecían susurrar secretos al viento, y la nieve empezaba a teñir el paisaje de blanco, como si fuera un lienzo en blanco esperando ser pintado.
Mis mejillas estaban rosadas por el frío, pero agradecí el abrigo que Demian me había proporcionado: guantes, gorro y bufanda. Eran como un escudo contra el mundo exterior, un refugio en medio de la tormenta emocional que me estaba consumiendo.
—Vamos a correr —dijo Demian con determinación, tomando mi mano con firmeza—. Correremos hasta que ya no quede dolor en nuestro interior, hasta que la angustia se disipe en el viento y solo quede la paz.
Asentí en silencio, dejando que sus palabras me envolvieran como un abrazo reconfortante. Empezamos a correr, rompiendo el silencio con el sonido de nuestros pasos sobre la nieve. Cada zancada era un intento por dejar atrás el peso de mis preocupaciones, cada respiración era un recordatorio de que aún estaba viva, luchando contra la oscuridad que amenazaba con consumirme.
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El Palacio De Las Mariposas Y El Eden De Las Espinas.
De TodoEl palacio de las mariposas y el Eden de las espinas. Sinopsis: En el vibrante corazón de la ciudad, donde los destellos de luces danzan como estrellas en la noche, se entreteje una historia de amor, amistad y desilusión. Adana, una joven soñadora c...