No me has necesitado en cuatro malditos años. ¿Por qué este requisito tan repentino? — Lo fulminó con la mirada — No puede jugar con las vidas de la gente como si nada, Sr. Wu. No soy un juguete. Soy una persona con una vida que necesita ese sueldo en este momento. — Dio un paso hacia él y le clavó el dedo en el pecho, rojo de rabia.
No, no lo necesitas — respondió Yifan con una sonrisa de suficiencia — Y creo que me gustaba más cuando me llamabas Kris.
Tao estaba seguro de que sí, porque estaba gimiendo su nombre de éxtasis. Explotó en ese momento.
¡Cabrón! Eres un estúpido egocéntrico y egoísta. — Los ojos se llenaron de lágrimas, consecuencia de la rabia ardiente que se extendía por todo su ser. Acababa de tener un encuentro íntimo con ese hombre, el mismo que había hecho que lo despidieran de un trabajo que necesitaba en ese momento simplemente porque le convenía a él. Alzó la mano e hizo que volara; el ¡zas! que hizo su palma contra la mejilla de Yifan no se acercó ni de lejos a apaciguar el dolor de su traición. Había confiado en él en cuanto a su vida en un momento de debilidad y él había utilizado esa información para librarse de cualquier inconveniente para él.
Ahora ya no tengo ningún trabajo, porque renuncio. No tienes que despedirme esta vez. No puedo seguir trabajando para ti. Solo eres otro hombre en el que no se puede confiar.
Con tanta dignidad como pudo reunir con el rostro bañado en lágrimas, Tao recogió sus dos pares de zapatos y su traje y salió del despacho de Yifan como un huracán mientras metía el broche del pelo en el bolsillo de sus pantalones. Recogió su bolso y dejó atrás todo lo que había en su mesa. Solo quería marcharse de allí. Junmyeon lo ayudaría a recoger sus cosas más adelante.
Salió escopeteado por la puerta principal de la oficina y cruzó el vestíbulo corriendo, literalmente, hacia el ascensor.
«Por favor, que esté ahí. Por favor, que esté ahí. No quiero esperar a que uno de los ascensores llegue a la última planta. Quiero salir de este edificio y alejarme de Kris. ¡Ahora!».
Apretó el botón de bajada con impaciencia, una y otra vez, como si fuera a hacer que las puertas del ascensor se abrieran más rápido. Veía borroso por las lágrimas cuando entró como un rayo en el ascensor y apretó el botón para bajar al vestíbulo del edificio.
¡Tao! ¡Maldita sea! ¡Espera! — Había una desesperación en el grito áspero de Yifan que nunca antes había oído, pero aquello no derritió el hielo que se había formado en torno a su corazón.
Kris era un multimillonario, un hombre manipulador que estaba acostumbrado a salirse con la suya en todo. Y no tenía ni un ápice de remordimiento por haberlo dejado sin un trabajo que necesitaba para que pudiera estar a su entera disposición si lo necesitaba, cuando lo necesitara y por cualquier motivo por el que lo necesitara. «¡Cabrón! ¿Pensaba que me iba a convertir en su amigo con derecho a roce, a quien puede llamar cuando quiera para sacarlo y jugar con él?». Era patético, había caído esclavo de él, y tal vez él pensara que podía hacer eso ahora que había roto con Xudan. Durante el breve periodo de tiempo en que Yifan tuvo su cuerpo bajo control, Tao pensó que sentía una conexión, una comprensión más profunda entre ellos. «Oh, cuánto me equivocaba, joder».
Kris corría hacia el ascensor a toda velocidad justo cuando las puertas estaban cerrándose. Durante un instante, se sostuvieron la mirada y Tao pudo ver el desaliento en sus ojos cuando él lo miró a la cara. O le pareció verlo. Pero en realidad no importaba. Volvió la cabeza, incapaz de mirarlo, mientras se cerraban las puertas del ascensor con un golpe.