XIII

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Habían pasado dos días desde el cumpleaños de Tomi, y durante esos dos días no había dormido en mi cuarto. Me sentía mal, como si lo hubiera arruinado por completo. A pesar de que durante el día todo era igual y estábamos juntos, en las noches él se iba.

Unos días después recibí dos llamadas. La primera era de Maxi y Cons. Estaban disfrutando su viaje y, emocionados, me contaron que se quedarían más tiempo del previsto. Prometieron traer muchos recuerdos cuando regresaran. La segunda llamada fue de papá. En esta, me confesó que estaba saliendo con "alguien" y que lo estaba pasando realmente bien. Me dijo que necesitaba tiempo y que no lo buscara por un tiempo.

—Realmente no me importa mucho ahora, hija. Espero que lo entiendas. Estoy muy feliz así, y bueno... no lo vas a entender porque no te has enamorado aún, pero algún día lo harás, y entonces me perdonarás. Por ahora, estás en tu derecho de odiarme. Quizá te llame en uno, dos... o tres meses. Después de eso, tal vez, no lo aseguro, te vea. Después veremos lo de una casa o un departamento para ti.

—¡No! —grité, pero luego intenté calmarme—. Quiero decir... me gusta la casa, quiero la casa.

—Bueno... —dijo en un susurro—. Lo arreglaremos después.

De fondo se escuchó una voz femenina que gritó: "¿Ya? No te vas a la guerra". Papá se puso nervioso.

—Nos vemos. Te quiero —dijo en voz baja antes de colgar.

Me quedé en shock.

—No puede ser —dije en voz alta. Tomi estaba sentado a mi lado, mirándome mientras jugaba con sus manos. Lo había escuchado todo porque tenía el altavoz encendido.

—Es... agh, lo siento, pero tu papá es un tonto. No vale la pena. Pero está bien sentirse mal. Podemos hablarlo si quieres o hacer otra cosa. ¿Tú qué quieres? ¿Cómo te sientes? No tienes que responder ahora —dijo apresuradamente, como si lo afectara más a él que a mí.

—Tom, tranquilo. Está bien. —Le di un beso en la mejilla—. Tengo que revisar algo... ¿las llamadas se graban?

—Por lo que sé, sí.

—Muy bien —respondí y puse la grabación otra vez. Avanzamos hasta la parte que me interesaba y cuando la escuché, me quedé helada—. No puedo creerlo...

—¿Qué cosa? —preguntó Tom, confundido.

—Esa... esa es la voz de mi madre.

El comentario lo dejó tan sorprendido como a mí. Todo el día Tomi estuvo preocupado. Yo, por otro lado, experimentaba una mezcla de enojo y tranquilidad. Primero me enojé mucho, pero luego entendí que no estaba en mis manos cambiar la situación. Sin embargo, cada vez que pensaba en ello, el enojo volvía. Era raro.

Me Enamoré de un FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora