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Al día siguiente fue extraño. Me costó acostumbrarme a su compañía. Y no lo dijo, pero estoy segura de que para él también fue raro. Era extraño comer acompañada (bueno, algo así, pues yo era la única comensal); y aún más extraño que me preguntara sobre mi sentir, sobre qué pensaba, era raro que se interesara. Estaba tan desacostumbrada a eso que a veces me daba miedo. Era demasiado atento y yo nunca había tenido algo así.
Recuerdo cómo cada mañana el desayuno se volvía una especie de prueba. Me acostumbré a la soledad, pero Tom era un recordatorio constante de que había alguien más en mi vida, alguien que parecía genuinamente interesado en mí, bueno, en ayudarme. La primera vez que me hizo una pregunta sobre cómo me sentía, me sorprendió tanto que estuve a punto de derramar mi café. La sencillez con la que me preguntó "¿Cómo estás hoy?" parecía ser una brecha en la pared que había construido alrededor de mí misma, entonces me di cuenta lo desacostumbrada que estaba de esa clase de cosas. Lo que antes me parecía una rutina monótona y solitaria ahora estaba invadido por la presencia de alguien que, aunque para mí era un fantasma en el sentido literal, tenía una forma tangible de ser.
A la semana, no me había acostumbrado completamente, pero me relajé un poco. Papá estuvo tres días en casa. Se limitó a saludar y a dejar dinero para lo que necesitara, pero no se despidió. Era como si su presencia se hubiera convertido en mero formalismo. Tom estuvo ahí, como un apoyo muy peculiar. Lo agradecía, de verdad, pero era extraño buscar refugio en un lugar desconocido, en un desconocido, en un... fantasma.
A menudo me encontraba hablando con él durante largas horas, compartiendo detalles insignificantes de mi vida, como si necesitara contarle todo para justificar mi existencia. Me sorprendía a mí misma hablando sobre las cosas más pequeñas, desde el libro que accidentalmente robe de pequeña en la biblioteca escolar sobre un concurso de mascotas de brujas, hasta los pequeños inconvenientes del día. Tom escuchaba con una paciencia infinita y reconfortante. A veces, me preguntaba si él encontraba esto tan raro como yo lo encontraba a él.
—Hey, ya lo habíamos hablado, no puedes evitar que te afecte.
—Sí, pero todo sería mejor si no fuera así. Ojalá fuera de un día para otro.
—El cambio brusco no siempre es bueno. Dejar de sentir de un día para otro no debe ser muy sano.
—Supongo.
A las dos semanas, empecé a notar las pequeñas cosas que hacían que tener compañía fuera tan especial. Cada conversación con Tom me dejaba una sensación de calidez que no había experimentado en mucho tiempo. Era como si cada palabra intercambiada construyera un puente invisible entre nosotros, un puente que, aunque no pudiera ver, sentía cada vez más sólido. Pensé que me hubiera gustado conocerlo antes. Si lo hubiera conocido los primeros días en la casa, tal vez hubiéramos sido buenos amigos, y nos habríamos conocido a fondo. Me moría por conocerlo, por que él me conociera, deseaba que conociéramos todo del otro. Me hacía tanta ilusión compartir algo así con alguien que no fuera Max, porque incluso él no sabía todo de mí. Entonces me cuestioné si yo sabía todo de él. Me sentía mejor, más relajada, como si mi mundo comenzara a llenarse de colores que antes estaban apagados, tan grises.
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Me Enamoré de un Fantasma
RomanceLa vida le mando un chico maravilloso, perfecto. Pero, la vida no siendo lo suficientemente cruel con ella decidió que estuviera muerto.