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Nunca nadie te prepara para enamorarte, ni todo lo que viene con eso, y mucho menos para dejar ir a esa persona. Solía creer que, por nada del mundo, dejarías ir a alguien que amas. Tom me enseñó que hay excepciones, fuertes excepciones.

¿Cuándo me hice a la idea? No lo sé. Creo que nunca lo hice del todo. Dije muchas veces que estaba lista. Es fácil decirlo cuando lo ves lejano, cuando el dolor aún no está a la vuelta de la esquina.

La realidad es que, a medida que los días pasaban y las despedidas se acercaban, la idea de perderlo se convertía en un peso abrumador. La verdad se tornó más clara: nunca nadie te prepara ni te enseña a dejar ir. El amor es una mezcla de alegría y dolor, de risas y lágrimas. 

El amor es raro y sucede de las formas más extrañas, surgiendo hacia personas que nunca esperarías. No se planea, ni se elige.

Quizás, dejar ir no significa olvidar, sino aprender a llevar ese amor contigo, siempre. Incluso si no estás con esa persona, su esencia puede acompañarte en cada paso. No hay nada más triste que reprimir el amor; el amor no se oculta ni se silencia. 

Cada experiencia vivida se convierte en parte de ti. El amor deja huellas imborrables, y aunque a veces duele, también brinda cosas buenas. Confiaba que el amor que  compartía, que sentía hacia Tom se transformaría, dándome fuerza y la sabiduría para seguir adelante.

Tenia que creer en algo.

—¿Será hoy? —le pregunté, sintiendo el nudo en mi estómago mientras estaba recostada sobre su pecho. Me aterraba saber la respuesta.

—Mañana. Quería estar esta noche contigo —dijo, acariciando suavemente mi cabello.

—¿Y qué quieres hacer? —inquirí, tratando de desviar la ansiedad que me invadía.

—Solo quiero que estemos aquí —respondió con una voz tranquila.

—¿Fingiendo que no pasa nada? —pregunté, con un leve tono de sarcasmo. Pero él no lo noto o si lo hizo lo ignoro.

—¿No es mejor que estar estos últimos momentos agobiados? —me miró a los ojos, su expresión seria pero llena de ternura.

—Ya lo creo —respondí, aunque en el fondo de mi corazón, realmente quería decirle que no se fuera, que me esperara, que no me dejara. Pero no, no debía ser egoísta y menos con Tomi, mi amado Tomi...  él merecía descansar. Sabia que si se lo pedía, había posibilidad (aunque en realidad no estaba muy segura de cuanta exactamente) sabia que lo haría.

Pasaron la horas y comencé a dudar.

Realmente, no sabía qué era lo mejor. Pasamos las horas recostados, compartiendo el silencio que hablaba más que mil palabras. Tom me cantó suavemente para hacerme dormir, pero ninguno de los dos pudo hacerlo.

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⏰ Última actualización: Oct 24 ⏰

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Me Enamoré de un FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora