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«Tal vez sea un ladrón». Ese pensamiento me hizo levantarme de golpe. El tarareo seguía, y el miedo se apoderó de mí. Tomé el teléfono de mi habitación, me encerré en el clóset y marqué a la policía. Les expliqué la situación, pero mi voz temblaba tanto que apenas podía hablar. Me dijeron que no saliera de mi cuarto. Estaba tan nerviosa que ni siquiera tuve el valor de ponerle seguro a la puerta. Mi corazón latía tan rápido que pensé que me atravesaría el pecho; estaba temblando y sudando frío; de un momento a otro estaba bañada en sudor. Abracé mis piernas. Mis manos pasaron de tocar mis piernas a cubrir mis oídos con demasiada fuerza, mientras repetía mentalmente: "tranquila, tranquila. Es un sueño, es un sueño. Shhh, shhh. Todo estará bien". Me mecía, pegando mi cara a mis rodillas, sintiéndome tan indefensa.

o sé exactamente cuánto tiempo pasó para que pudiera escuchar las sirenas; parecía que habían pasado horas. Pero hasta ese momento, el tarareo seguía, y yo solo quería que se detuviera. Era como si estuviera estático; el chico que estaba tarareando parecía no moverse. Cuando escuché las sirenas muy cerca, supe que estaban afuera. Salí despacio del clóset para ver por la ventana que los policías no podían pasar por el gran y antiguo portón de la casa.

 «Mierda —pensé— No me queda de otra que bajar por la ventana y abrirles el portón.» 

Después, caí en cuenta de que, para mi mala suerte, abrir la ventana era un escándalo seguro. Además, la ventana tenía un truco; aunque las dos veces que había logrado abrirla no había tenido la fortuna de notar cuál era, solo hacía movimientos sin ningún sentido, lo cual hacía mucho ruido. Tenía tanto miedo de hacer un escándalo tratando de abrir la ventana y que todo el tiempo que me mantuve "a salvo" fuera en vano para morir por intentar abrirla. No quería morir asesinada por algún loco o siendo atrapada; ni siquiera me molesté en seguir pensando en abrir la ventana, porque sabía que no llegaría ni a sentir la brisa. Entonces pensé en ponerle seguro a la puerta de mi habitación para así poder intentar abrir la ventana de manera un tanto menos "arriesgada". 

Cuando estaba a punto de reunir el valor necesario para acercarme a la puerta, miré una última vez por la ventana. Vi a mi padre llegando a toda velocidad. Bajó de su auto y se apresuró a abrir el gran portón para dejar entrar a los policías. Pero justo cuando abrieron el portón y se dirigían a la casa, el tarareo se detuvo. Corrí de vuelta al clóset y me volví a encerrar. Unos segundos después de cerrar la puerta del clóset, escuché cómo abrían la puerta de mi habitación. «Ahí está otra vez ese tarareo.»

Yo estaba temblando; tenía mucho miedo, sólo quería que papá y los policías subieran rápido. El tiempo iba tan lento y esa persona seguía caminando hacia el clóset. No podía ver nada; había cerrado completamente el clóset pero sí escuchaba sus pasos, que se escuchaban cada vez más cerca al igual que su tarareo. Una vez más se quedo callado, pero justo cuando paró escuché como aventaron de un golpe la puerta de mi habitación.

Me Enamoré de un FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora