Capítulo 7

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Mil disculpas por la demora, no tenía ideas. Ahora si, chau.






[Anne]

   ¿Marcy quería que nos veamos? ¿le habrá pasado algo?
   En eso pensaba cuando volví a mi casa. Eran las cinco y media, yo apenas había llegado del trabajo y me vestí para irme. Cuando estaba en eso, me di cuenta de que tal vez era el momento adecuado para decirle todo, es decir. Un atardecer es lo más hermoso, sobre todo los días de invierno, porque el sol se ponía más temprano, y todo a su alrededor se volvía el lugar más romántico, y tal vez perfecto para que Mar-Mar se enterase de lo enamorada que estaba.
   Salí de casa diez minutos después. En el camino, pensaba en la noche anterior, ella me había hablado con mucha seriedad, y nunca era seria a menos que en serio necesitaba decirme algo importante. No sabía si debía sentirme preocupada o si sólo tenía que calmarme. Opté por la segunda opción, después de todo, Marcy era mi mejor amiga hace tiempo, lo que fuera que me dijese, sabía que podría confiar en ella.
   Nos encontramos en el mismo banco que la última vez.
—¡Mar-Mar!
—¡Hey, Anne! —ella parecía estar nerviosa.
—¿Estás bien?
—Si, si... es solo que estoy pensando en muchas cosas.
—Ya veo. Bueno, aquí estamos. ¿Qué querías decirme?
   Ella inhaló profundamente. Luego, suspiró y cerró los ojos. Se volteó a verme, completamente nerviosa.
—Bueno... Annabanana... ¿sabes que yo te quiero mucho?
—Supongo, yo también te quiero mucho.
—Pues... supongo que también sabes que el amor se expresa en diferentes maneras...
—Mar-Mar, no comprendo...
—A lo que me refiero es a que, ¿si alguien cercano a ti te confiesa lo que realmente siente tú lo seguirías queriendo?
—Claro que si, no seas ridícula.
   Ella se apoyó en el respaldo del banco, y miró al cielo. Tomó aire, y cuando estaba por hablar, solté todo.
—Anne, yo...
—Te amo, Marcy.





   Ella abrió los ojos, su cara se enrojeció.
—¿Qué?
—Carajo. —susurré para mis adentros, pero ya no había vuelta atrás. Me quedé mirándola en silencio, mi plan original no era gritárselo en la cara, era algo mucho mejor que eso, pero así me había salido.— Esa no era la idea que tenía, lo prometo.
—No, no, está bien, creo. —me dijo ella riendo.
—¿No vas a odiarme por esto?
—¿Por qué haría eso?
—Pues, ¡no lo sé! puede ser.
—¿Y por qué crees que te traje hasta aquí?
—Ni idea.
—Por todos los cielos, Anne, yo también te amo.
   Tal vez ahora sienta que lo que me dijo era predecible, pero en su momento, no podía creerlo. Estaba felíz, confundida y sorprendida.
—¿Lo dices en serio?
—Si.
—¿No es una broma?
—No es broma, Annabanana.
—¿Segura?
—¡Dios mío! ¿podrías creerme?
—¡Lo siento, nunca me pasó algo similar a esto! —dije, cubriendo mi cara con mis manos.
—A mí tampoco. —ella parecía más tranquila que yo.
—Wow, siento una carga menos.
—Si, yo también...
   Miraba a un lado y a otro, también miraba a Marcy. No tenía idea de cómo salir de un silencio incómodo, y no me atrevía a preguntarle más, nunca haría eso a menos que ella me preguntara primero. Hice la pregunta más exacta que vino a mi mente.
—¿Cómo se sale de un silencio incómodo?
   Ella me miró.
—Así.
   Ella me tomó de el cuello del suéter que traía puesto, me acercó a ella y me besó. No fue un beso muy largo pero fue intenso. O al menos así se sintió. La tomé de las mejillas y le seguí la corriente.
—Ay. —susurró ella, luego de besarme, alejándose rápidamente y cubriendo sus labios.
   Yo estaba coloradisima, mirando a mi compañera como si nunca antes la hubiese visto. Sin intención, se me escapó una risa. Ella me siguió el juego.
—Lo siento, no sirvo para esto. —me comentaba mientras reía.
—¡No digas eso, Marcy! Todo está bien.
—No, no es eso, es que esta es la primera vez que beso a alguien, y no tengo idea de cómo hacerlo.
—¡También es la mía!
—Supongo que ya comprendiste, ¿no?
—Eso creo.
—¿Necesitas más pruebas de que te amo?
—Eso depende, ¿serías capaz de darme más pruebas?
   Ella me miró sonriente, se notaba más relajada que al principio de nuestra conversación. Me senté mirándola de frente.
—¿Eres capaz de eso?
   Giró los ojos y se acercó a mí. La tomé de las mejillas y la besé nuevamente, esta vez, fue de una forma muy tierna y delicada.
—Anne, ¿por qué siempre sabés qué hacer y cuándo hacerlo?
—No lo sé, Marcy. Tal vez es talento nato.
   Se rió, y nos miramos fijamente. Haberle dicho lo que sentía me pareció una de las cosas más importantes que había hecho. ¿Alguna vez sintieron que cada una de las personas fuera un mundo diferente? Así me sentía. Marcy y yo éramos un mundo. Un mundo que estaba aislado de todos los demás, sólo importábamos ella y yo. Sólo nosotras. Hablaría mucho más de ella, podría estar horas tan solo expresando lo mucho que la amaba. Finalmente, me había olvidado por completo de lo que me molestaba, más alla de todo lo malo, Marbles era para mí como un hogar. A su lado me sentía segura, como si estuviese en un refugio que iluminaba su sonrisa. Tal vez todo esto sea cursilería, y yo solo estaba exagerando la situación. Pero cursi o no, así me sentía junto a ella, y nada podía cambiarlo. Creo que después de todo, el amor no siempre termina desechado, o abandonado en una esquina de una cafetería. Y si le damos una oportunidad, podemos descubrir cosas, a veces buenas, a veces malas. Pero al final del día, lo importante es que la persona a la que nuestro corazón elige puede ser más especial de lo que pensaría uno al aire.

—Anne.
—Dime.
—¿Te gustaría ser mi novia?
—Claro que si, Marcy.

Flores rojas - Marcanne ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora