Capítulo 12 | Personas del pasado

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Le dió un sorbo a su copa de vino y esperó pacientemente a que su "cliente" llegara. Las puertas del bar se abrieron y un imponente alfa hizo presencia en el lugar, este caminó hacia la mesa de Auron y tomó asiento frente a él, este lo miró con asombro y se atragantó con el vino.

—Joder mi niña te veo después de diez años y ya te me mueres —comentó con gracia el pelirrojo y con una amplia sonrisa en sus labios.

—¿¡Lo-Lolito!? —exclamó perplejo aún regulando su respiración.

—En carne y hueso.

Auron se levantó de su silla y agarró del brazo con fuerza al pelirrojo, lo arrastró fuera del bar y cuando llegaron a un callejón se lanzó a sus brazos.

—Si que me echaste de menos ¿eh? —Lolito correspondió estrujando entre sus brazos al más pequeño, le acarició la nuca con cariño y, separándose, tomó las manos del omega y las acercó a su rostro, para oler la agradable fragancia que emanaban. Sin embargo, su nariz se arrugó a la par que su ceño—. Raúl.

—¿Qué?

—¿Por qué hueles a vainilla? —miró fijamente a los ojos del más bajo, y para cerciorarse de esa conclusión, olfateó su nuca, detectando el mismo aroma— ¿Y tu aroma a naranjas? Antes no olías así.

El asesino se rascó la nuca incomodado, no había querido reencontrarse con nadie de su pasado específicamente por eso, y es que ni siquiera él lo podía explicar.

—Mira, llevo diez años sin verte, creyendo que habías muerto, y ahora que te encuentro tu aroma ha cambiado, quiero que me cuentes todo lo que ha pasado en esta última década ya.

—Es una larga historia y nada agradable... ¿estás seguro de que quieres escucharla?

—Sí.

—Bien, pues acompáñame, este no es un lugar seguro.

Auron se llevó a Lolito hasta uno de sus pisos, tenía dos, uno que tenía bajo el nombre de pila que había estado usando desde que trabajaba para Cyrus y otro con una identidad más falsa aún, en este segundo guardaba las cosas de las que no quería que el rey de los asesinos tuviera conocimiento, como su suntuosa fortuna. Abrió la puerta y entraron en el piso descuidado, solo entraba una vez al mes para limpiarlo y como en los últimos tres meses había estado viviendo en el castillo la humedad y el polvo se habían asentado. Prendió varios farolillos para que se iluminara la estancia y le pidió a Lolito que se sentara.

—¿Tienes hambre? Ha tenido que ser un camino bastante largo desde el Reino de Fuego —dijo entrando en la pequeña cocina, abrió la alacena casi vacía y sacó un tarro de cristal con galletas saladas—. Solo tengo esto, espero que te sirva.

—Sabes que aceptaré cualquier cosa que venga de ti —respondió con seguridad el alfa, emanando un poco de su aroma a pólvora.

—Lolito sabes que ya no estás bajo... mi mando —murmuró pausadamente sentándose a su lado, el contrario le miró con confusión.

—¿Cómo que no? Raúl siempre te serviré fielmente y lo sabes, eres...

Antes de que pudiera seguir hablando el más bajo le tapó la boca con la mano, sus ojos dorados miraron consternados al alfa.

—No lo digas, por el momento.

—Está bien —chistó con molestia, abrió el tarro y se comió una galleta, estaban rancias pero no las rechazaría, realmente tenía hambre—. ¿Me contarás ya qué ha pasado?

Auron soltó una risa mortecina.

—Demasiadas cosas Lolo... empezaré por el principio, es decir, cuando nos separamos.

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