Capítulo 20 | Guillermo

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Reborn había pasado la última semana intentando encontrar una manera de salir del castillo sin ser visto, tenía que irse, avisar a Auron de lo peligroso que era el rey ahora que había descubierto quién era realmente ese asesino.

Y estaba claro que las sospechas del soberano se habían confirmado cuando el símbolo de Yara iluminó la frente del omega en medio del combate, cuando esa sangre plateada mojó la arena.

Y aún así... no para de preguntarse: ¿por qué lo había dejado ir al Reino de Fuego?

Durante esos días Jordi se convirtió en un aliado de confianza, pues aparte de él era el único que sabía el secreto de Auron, además de que parecía estar dispuesto a hacer todo lo posible por protegerlo. Por ello, estuvieron reuniéndose en pequeños ratos libres que tenía el príncipe para investigar mapas del continente, con posibles rutas que podría tomar una vez que saliera del castillo.

-¿No vendrás conmigo? -le había preguntado a Jordi mientras estudiaban otro mapa distinto.

-Mi jefe me quiere aquí, irme contigo sería desafiarlo, y créeme que no te gustaría verlo cuando le desafían.

Durante unos instantes Reborn pensó en que él mismo le había dado una paliza a Cyrus a cambio de información sobre los poderes de Auron. Sería mejor permanecer callado, aún no confiaba del todo en Jordi.

Ahora estaba yendo a la biblioteca, no tenía ningún objetivo en específico... solo aislarse y relajarse, últimamente la corte real había estado bastante movidiza, no podía parar de preguntarse por qué. Al entrar, la gran estancia era iluminada por farolillos y lámparas de aceite, tras los cristales de los ventanales se podía apreciar el manto nocturno de la noche. Reborn agarró un farolillo puesto sobre una mesa auxiliar y se adentró en el mundo de la literatura y los conocimientos.

La biblioteca constaba de una segunda planta, a la cuál se accedía por unas escaleras puestas en una esquina con forma de caracol. Después de caminar por el piso inferior decidió explorar por primera vez el superior, con cuidado se agarró a la barandilla de madera de ébano y comenzó a subir cuidando de no hacer mucho ruido, como si fuera a despertar a algún espíritu o entidad.

Mientras se acercaba a una estantería, le pareció ver a la luz de la luna una sombra más adelante. El farolillo osciló por el movimiento brusco que hizo al dar la vuelta para ir por el otro lado, rodeó la estantería y al mirar mejor al propietario de la sombra... Cabellos albinos que absorbían la luz de la luna llena, una tez blanca como la nieve que parecía no haber visto la luz en años y un cuerpo alto y delgado. Inmediatamente las feromonas con aroma a romero llegaron hasta el olfato de Reborn, reconociendo al propietario.

-Príncipe Guillermo... no esperaba verte por aquí -dijo el castaño sorprendido por la presencia del otro príncipe, el aura taciturna que lo rodeaba.

-Yo a tí tampoco, su alteza -el tono del peliblanco mostraba de todo menos amistad, Reborn tragó saliva.

-¿Qué haces aquí? ¿Buscas algo?

Guillermo tardó unos segundos en contestar que a Reborn se le hicieron eternos, si este iba a ser su cuñado, que los dioses lo amparen.

-Esperando a alguien -su flequillo blanco se movió al girar la cabeza-. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí? No son horas de leer libros.

-Suelo venir aquí a aislarme de todo lo que tenga que ver con la corte. Últimamente apenas he tenido tiempo para descansar. -Guillermo asintió con comprensión, Reborn movió el farolillo para iluminar el camino por el que había venido-. Ha sido un gusto hablar contigo, que descanses.

-Igualmente -Reborn comenzó a caminar de vuelta, la voz de Guillermo lo detuvo-. Jack, ¿qué sabes sobre James?

Reborn se quedó estático en el sitio.

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