Capítulo XI: Reconfortante

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En la jornada del día siguiente, ambos hicieron su trabajo matutino como de costumbre. Mandy se encontraba feliz, se le veía sonriente desde hace ya varios días. Por su parte, Chester seguía haciendo lo que podía para sonreír y que no pareciera forzado. Aquel parecía un día normal, pero no se imaginaban que iba a ser muy ajetreado.

Unas pocas horas después de empezar la jornada, Mandy tuvo que dejar su puesto en el mostrador y poner a alguien que la cubriera para ir a sacar copias a la lista de asistencia. Pudo haberle pedido a alguien más que lo hiciera, pero se sentía responsable porque había olvidado por completo hacerlo durante la mañana. Mandy no le dio tanta importancia, pero cierto era que esa mañana estaba distraída pensando en otras cosas.

La "oficina" era pequeña, pues era solo un cuarto en el que guardaban la fotocopiadora, un escritorio que estaba en desuso y un par de casilleros. Sin embargo, mientras iba por la cuarta impresión, la máquina parecía haberse atascado o dejado de funcionar. Ciertamente Mandy no comprendía su funcionamiento y comenzó a refunfuñar y maldecir porque no sacaba las copias. Casualmente, cierto pelirrojo pasaba por ahí y escuchó aquellas quejas, por lo que entró al cuarto para ver qué pasaba ahora con la impresora.

-Ah, esta cosa siempre se descompone. Deberíamos encargar una nueva.

Mandy se sobresaltó ligeramente al escuchar la voz de Chester, pero al tratarse de algo serio, se mantuvo enfocada.

-¿Entonces qué va a pasar con las demás copias?

-Espera un momento... -pidió el pelirrojo mientras abría la maquina. La rubia no supo exactamente qué fue lo que hizo, pero hizo que volviera a funcionar en un santiamén- los cartuchos se salen de su lugar y eso hace que se atasque. Solo hay que volverlos a acomodar con frecuencia. De todos modos, voto por una nueva -explicaba sencillamente para luego soltar una pequeña risita. Chester se reconocía a sí mismo como un buen mecánico debido a los cientos de artilugios que se había tomado la molestia de crear para molestar personas. Aun así, lo de la fotocopiadora no le parecía gran cosa.

Mandy lo miró con cierta dulzura. La verdad es que Chester le parecía encantador, sobre todo su risa: era torpe y descuidada, pero eso la hacía de cierto modo tierna. Aunque, de cualquier forma, todo de él le parecía sencillamente dulce.

Todo continuó normalmente hasta que, más tarde, la fábrica recibió a un cliente muy particular. Mandy saludó cálidamente como acostumbraba sobre todo con los niños, pero el pequeño parecía inquieto y algo asustado.

-¿Te sucede algo, dulzura? -interrogó Mandy saliendo de su personaje, ciertamente preocupada.

-Hay un hombre siguiéndome desde hace rato y no sé dónde están mis papás... -explicó el niño con sus ojos cristalinos, de un suave amarillo limón, notoriamente al borde del llanto. Mandy se sintió temerosa e inmediatamente se acercó al chico para darle consuelo.

-Tranquilo, estás a salvo aquí -le dijo dándole suaves caricias en su cabello verde grisáceo. El niño entonces se abrazó de sus piernas. Mandy no era particularmente buena con los niños, pero dejó que se aferrara a ella para tranquilizarlo. Aunque, ella misma se había quedado paralizada sin saber qué hacer. Fue entonces que una figura se arrodilló para quedar a la altura del niño.

-Ey amiguito, ¿te gustan los dulces? -preguntaba el pelirrojo extendiéndole una paleta. El chico dudó, pero finalmente la tomó.

-Chester, no deberías enseñarle a recibir dulces de extraños...

-Oh, sí, mi error. Recuerda: -dijo dirigiéndose ahora al niño- no aceptes nada de extraños, esta es solo una ocasión especial, ¿quedó claro? -el niño asintió, un poco más tranquilo-. Ven, vamos a buscar a tus padres. Deben de estar por el parque, ¿no?
Finalmente, el niño se despegó de Mandy y le dio la mano a Chester, pero cuando estaban por cruzar la puerta, la rubia los alcanzó.

-Voy contigo.

-Alguien tiene que seguir atendiendo a los clientes. Déjamelo a mí, no voy a soltar a este pequeño hasta que no esté a salvo con sus padres -aseguraba el pelirrojo esbozando confianza, seguro de sí mismo.

-Te lo encargo mucho, Chester -dijo luego de un suspiro. Los niños no eran sus favoritos, pero en casos así, resultaba imposible no sentir empatía y preocupación.

Chester mantuvo al chico cerca de él en todo momento. Después de un rato de vagar, finalmente el niño le informó lleno de alegría que había divisado a sus padres. Chester se acercó a una pareja sorprendentemente ya un poco avanzada de edad para tener un hijo tan pequeño, pero claramente no algo imposible. Parecían rondar entre los 30 y los 40. Pareció haberlos visto en algún lado, pero no recordaba en dónde exactamente.

La mujer era peli-verde, de porte elegante y un bello rostro femenino que reflejaba madurez. El hombre parecía más bien reservado, de tez pálida y con un atuendo exclusivamente de escala de grises. Después fue que Chester recordó haberlos visto en alguna película.

-¡No podemos exprEsar la gratitud de que hayas encontrado a nuestro pequeño! -sollozaba la mujer, indudablemente conmovida y aliviada. Su esposo la abrazaba junto con su hijo.

-Ciertamente le estamos muy agradecidos, joven -admitía dejando escapar también unas cuantas lágrimas.

-No es nada, solo tengan cuidado, no todos somos personas de buenas intenciones -advirtió, a lo que ambos padres asintieron. Se despidió del pequeño y rápidamente volvió a la fábrica. En cuanto entró, Mandy se acercó con premura.

-¿Todo fue bien?

-Sí, él me indicó quiénes eran sus padres. Se encuentra a salvo -aseguró mirándola a los ojos. Mandy se sintió tranquila, y al devolverle la mirada, sintió su corazón latir de emoción. Veía a Chester verdaderamente como un héroe en ese momento.

-Gracias por ayudarlo -expresó mientras lo abrazaba. El pelirrojo se sorprendió al principio, pero se sentía tan reconfortante que su cuerpo se relajó y correspondió el abrazo.
Después de tan tensa situación, tuvieron que reanudar su trabajo hasta el final del día.

Esa vez, al llegar a casa, Chester no abrió YouTube. Ni siquiera prendió el Wi-Fi de su celular. Simplemente vio la televisión hasta la hora de dormir. Ya estando en la cama, fue presa de sus propios pensamientos y reflexiones.

Había sido un día cansado y particular, y sobre todo, muy cercano a Mandy. Era innegable que la rubia despertaba emociones muy fuertes en él. Un día de repente ya no podía dejar de pensar en ella y en su tan cariñosa sonrisa. Su corazón latía desbocado cada vez que la miraba a los ojos y la sensación de ardor en sus mejillas probablemente se debía a sonrojos que lo asaltaban en los momentos más inesperados.

Finalmente se atrevió a abrir YouTube otra vez y revisar los comentarios de los videos donde le coqueteaba. La mayoría repetían lo mismo:

"Eres muy bueno, parece que te gusta".

Quizás, después de todo, no solo lo parecía.

Many A True Word Is Spoken In Jest (Chester×Mandy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora