Capítulo XIV: Restricciones

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Al llegar a casa, su padre ya estaba dormido y su madre la esperaba para la cena. No intercambiaron palabras más allá de un "estará lista en unos minutos" y "gracias por la comida".

El trato con su madre le había dejado un sabor amargo, pero al estar sola en su habitación pudo suspirar tranquila. Se echó sobre su cama y rodó de un lado a otro soltando pequeñas risitas.

Ahora sentía un nerviosismo diferente al ver a Chester, no como el de antes cuando se sentía nerviosa de verlo pero por miedo a que le hiciera una broma. Ya para nada se sentía así: ahora era un nerviosismo acompañado de felicidad, una sensación extraña en su estómago y calidez en su rostro.

Claro que lo había notado desde mucho antes. No sabía exactamente por qué, pero cuando Chester comenzó a parecerle un chico encantador y simpático ya no pudo verlo de otra forma. Todavía recordaba cuando le regaló una rosa: esa vez su corazón latió tan fuerte que la desconcertó, pero con el tiempo le resultó hasta agradable.

Aunque fue una sensación extraña al principio y no sabía qué era, pues no estaba acostumbrada a tratar con sus emociones ni a gestionarlas; después de un tiempo y luego de la cita de ese día, la rubia al fin pudo ponerle nombre a lo que sentía: estaba enamorada de Chester.

Sin embargo, algo cruzó por su cabeza que hizo que su mundo de sueños y fantasías con el pelirrojo se desmoronara: no dejaba de ser su empleado.

Como jefa, era poco ético que saliera con uno de sus trabajadores. De hecho, si alguien se llegara a enterar la metería en un aprieto, no solo con su padre, sino con sus otros trabajadores y superiores. ¿Qué clase de jefa sería si saliera con uno de sus subordinados? Estaba claro que, si es que llegara a tener algo con Chester, no sería por abuso de poder de parte de ella pero, ¿seguía estando bien?

Esta inquietud rebotó en su cabeza hasta el lunes. Cuando llegó el inicio de una nueva semana, trató con Chester de manera más formal. Le dolía mucho no tratarlo como lo había hecho hace apenas dos días, pero sentía que era lo mejor. En cuando al pelirrojo, no pudo sino entrar en pánico.

"¿Acaso no le gustó la cita? Pero me dijo que sí... ¿Solo estaba fingiendo por ser amable?" fueron los pensamientos del chico. Ese día resultó muy tenso para ambos, pues viendo que Mandy lo trataba indiferente, Chester estuvo muy decaído, e igualmente esto hizo sentir a Mandy peor.

Los siguientes días fueron iguales hasta que, finalmente, Buzzete y Nita intervinieron notando el cambio de ánimo de su jefa y su compañero. Ya que era más cercanas a Mandy, fue a quien se acercaron mientras ésta chequeaba la lista de asistencia antes de abrir.

—Estos días has estado muy apagada, ¿ocurrió algo? —empezó Buzzete con compañía de Nita.

—No te preocupes, Buzzete, no es nada —expresó a duras penas ocultando que estaba abatida.

—Te conozco, Mandy. Dime qué te ocurre, por favor. No me gusta verte así de mal —pidió acercándose a ella compresivamente al igual que la niña oso. La rubia soltó un largo suspiro, rindiéndose. No podía ocultarle nada a sus mejores amigas.

—Solo prometan que no le dirán a nadie. Es algo muy importante, de verdad —suplicó en voz baja inclinándose hacia ellas.

—¿Alguna vez hemos contado un secreto tuyo? Y además... No es como si Nita pudiera de todos modos —expresó, a lo que Nita simplemente asintió indiferente.

—Solo quería asegurarme... —luego, Mandy se acercó más para susurrarles al oído— Creo que me gusta Chester, pero, bueno... Es mi empleado. No puedo tener una relación con él. El hecho de que esté enamorada de él ya está mal. —decía muy apenada. A esto simplemente Buzzete sonrió y se cruzó de brazos.

—Jefa Mandy... ¿Por qué eso debería de importar en estas circunstancias? Quiero decir, supongo que tienes un punto, pero, vamos; tú y Chester apenas tienen 19 y 18 años respectivamente, todavía son jóvenes. Además, si sales con Chester, no le diremos a nadie —declaró guiñándole un ojo con complicidad. Ante la simple idea Mandy se sonrojó un poco.

—No estoy segura...

—¿Te importa más tu puesto de jefa o Chester?

Esa pregunta puso en jaque a Mandy. Lógicamente respondería que su trabajo era más importante, pero simplemente no se sentía bien ni corRecto decir eso. Después de todo, "¿No se supone que estoy en este puesto por obligación de mi padre?" pensó después de reflexionar al respecto.

—¿Y bien? —preguntó Buzzete. No quería presionar a Mandy, pero a veces ese tipo de preguntas eran las que te hacían replantear las cosas.

—Ni siquiera estoy en este puesto porque quiero. Mi padre me obliga a ejercerlo, ¿por qué me importaría? Ya he cumplido sus estúpidos caprichos desde que nací. Tengo la suficiente edad para decidir qué quiero hacer —espetó determinada. Finalmente se había cansado de estar bajo el control de su padre, y aunque por supuesto no iba a ir a decírselo a la cara o renunciar, le bastaba por el momento con llevarle la contraria secretamente. Ella iba a hacer lo que quisiera a escondidas de él, porque después de todo no es como si se interesara tanto en su vida para investigar qué hace su querida hija en horario laboral.

—¡Así se habla! —animó Buzzete junto con Nita. Más que su jefa, Mandy era su amiga, e iban a mantener la promesa de guardar su secreto. La rubia ya les había contado cómo era su padre y les parecía injusto el trato que tenía para con ella, así que les alegraba que finalmente a Mandy no le importara lo que él pudiera pensar.

Ese mismo día, terminando la jornada, Mandy se apresuró a ir a disculparse con Chester.

—Lamento mucho haber estado menos amistosa contigo estos días —expuso sinceramente—. Es solo... —hizo una pausa. Todavía no se sentía preparada para insinuar nada ni declararle sus sentimientos— No me sentía del todo bien por algo relacionado a mi padre —mintió. A la rubia no le gustaba mentir así, pero tenía que hacerlo por el momento.

—Oh Mandy... —suspiró el pelirrojo abrazándola. Ambos necesitaban ese abrazo, y Mandy lo correspondió reconfortada—. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Acaso... Se dio cuenta de lo del sábado? ¿Me van a despedir? —interrogaba con miedo. Si el padre de Mandy se había enterado de que salió con él el sábado, seguro haría que la propia rubia lo despidiera y luego el hombre usaría su piel como tapete, sin hablar de lo decepcionada que estaría su madre.

—No exactamente... —inició tratando de pensar en algo— Tuve una discusión con él porque llegué muy tarde a casa —se excusó nerviosamente.

—Lo lamento mucho... No debí de haberte retrasado tanto.

—No, no; no es tu culpa. Él es un idiota muy restrictivo —el pelirrojo se sorprendió de las palabras de la rubia, pues aunque sabía que tenía un disgusto hacia su padre, nunca se había expresado abiertamente de esa forma. De todos modos, comprendía perfectamente el porqué lo hacía.

Habiendo quedado en buenos términos y cuando Chester ya se iba, se dio la vuelta y se dirigió a Mandy otra vez.

—Mandy, ¿quieres tener una cita conmigo? —espetó rápidamente con la cara enrojecida. Había estado pensando en pedirle explícitamente una cita y, con eso, dejar en claro su intención de cortejo hacia ella; solo que por el desánimo de Mandy el bufón no sentía que fuera adecuado por el momento.

Sin embargo, ya que habían aclarado la situación, sintió el inevitable impulso de decírselo. Esto tomó a Mandy tan de sorpresa que no pudo evitar enrojecerse también.

—Chester... Yo... —tartamudeó nerviosa, pero luego una sonrisa se formó en su rostro— Claro, me encantaría —afirmó dulcemente, lo que hizo que el corazón del bufón enloqueciera. Sin embargo, antes de celebrar, el pelirrojo tenía una última duda.

—¿No habrá problemas con tu padre... Verdad?

—Mi padre se puede ir al carajo —declaró mientras tomaba sus cosas para irse y cerrar la fábrica.

Many A True Word Is Spoken In Jest (Chester×Mandy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora