Parte 12- Ruleta rusa.

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La noche para Peter Parker terminó cuando su rubio amigo durmió en el sofá, en cuanto la luna le dijo adiós tras las cortinas de la enorme ventana, una simple puesta en escena. Era, con la alegría que le llenaba el corazón decirlo, ya algo común en él terminar sus días acompañado de alguien que le había ayudado a seguir en un mundo que le derrocaba una y otra vez en cuanto el clímax de su vida parecía estar cerca. Ese era Peter Parker. Una persona que no perdió rumbo, una persona que visitaba a los que no estaban con él y el tiempo en que no lo hacía lo pasaba con los que habitaban fuera de su mente. Pero, no todos podían ser así, no era la naturaleza del ser humano mostrarse estoico con el pecho en alto ante las adversidades de la vida, no, eso, pese a todo, seguía siendo reservado para las personas excepcionales. Persona que Octavio Ions parecía no ser.
La noche para ese individuo no terminó, fue todo lo contrario. Pese a que su mente se mantuvo embriagada, su juicio nunca se nubló, la resistencia de su alma había tenido suficiente, solo había hecho falta una pequeña roca en su vida para provocar un deslave.
Octavio esas solitarias horas la pasó escribiendo, planeando un acto bondadoso a sus ojos, un acto que sobresaldría en los libros de historia, pero que nunca pensó que pasaría, como una mera consecuencia de su actuar se dibujaba.
Mientras las manos iban de aquí para allá, dibujando, escribiendo, planteando lo que en venideros años acontecería fue que dio con la locura. Una locura recurrente en los humanos, una locura que le comenzó a comer la cabeza desde el fatídico día en que su cuñada estuvo entre sus brazos. Siguió dibujando. No tenía nada más que hacer. Siguió pensando. Era el último paso en su vida. Solo hasta que su corazón se sintió satisfecho paró.
Se retiró dando pequeños pasos a su espalda, observando la pared pegada con hojas de papel, con palabras claves para su actuar, con fotos que le hacían recordar su motivación. Sabía que estaba mal, por un momento ese pensar le hizo sentir nauseas, comparándose con su peor pesadilla, pero negando el parentesco en el momento en que su hermano se presentó en su mente. Eran diferentes, gritaba con anhelo de creerse.
Por ese día fue suficiente, yendo a dormir un par de horas hasta que el nuevo día le diese la bienvenida. Era el mismo o al menos eso se dijo antes de cerrar los ojos, conciliando el sueño en los brazos de la soledad del sofá.
Despertó, sin noción del espacio o el tiempo, tras un suave atraco por parte de una almohada en su rostro, era su sobrina que juguetona le hablaba. No supo que decía, sus oídos seguían ensordecidos por la noche anterior, pero tras ver su celular atinó a que el desayuno sería el motivo de su despertar. No quiso preocuparles y las acompañó, como si un día normal fuese, denotando cansancio, pero siempre con una sonrisa. Despidió a su sobrina con un abrazo antes de verle marcharse tras la puerta principal, luego vino su cuñada que, en un suave beso directo en la mejilla izquierda, le deseó el mejor de los días. Pero él, digno de su egoísmo, seguía ensordecido. Entonces la vio marcharse, dándole la espalda, observando cada detalle de su cuerpo, siguiendo cada curva, cada minúscula imperfección que pudiese recordar de ella, sin intención alguna que no fuese el tener la imagen de su persona plasmada en su cabeza. No estaba pensando cuerdo. Mil veces se lo planteó y mil veces lo negó.
Tratando de excusarse en las locuras que la mente le hacía ver inició su viaje por la ciudad con destino a su laboratorio. En el trayecto sus ojos, al parar en un semáforo, se enfocaron en los automóviles a su costado y en la gente que plácidamente paseaba por las calles de la gran manzana. Tan cómodos, tan inertes de lo que hacía ocho años aconteció en ese mismo lugar. Sus ojos se clavaron en el cielo al salir de su vehículo, un cielo nublado, imaginando como un ente maligno descendía de entre las nubes, un objeto circular, dándole la bienvenida al caos y a una nueva era de terror. Pero tras parpadear todo desapareció. No estaba loco, se repitió.

Ese día se presentó como cualquier otro en la vida de Octavio. Llegando a sus laboratorios su secretaria le tendió la mano en un saludo, pasando, después de corresponder, a los adentros donde su soledad le volvió a abrazar. Caminando por el laboratorio, con un solo ente mirando su andar, fue redescubriendo sus hallazgos, sus hazañas en forma de trabajos excelsos, de recomendaciones en una hoja, protegidas por un marco de madera pequeño. Se encontraban en el suelo tras el desalojo de su oficina, pero no le importó, era una nada comparado a lo que estaban buscando. Avanzando aún más la máquina que lo iniciaría todo se postró ante él. Era su boleto, su bienvenida al mundo que su ayudante y él estaban deseando con ansias crear. Suspirando esperó a que el segundo llegase. Nunca le había ocultado nada en sus estudios, ni una sola nota pasó por debajo del radar de Peter, a excepción de su pasado y sus relaciones, todo lo demás el joven universitario lo sabía, pero ese día tenía planeado decírselo todo, porque a su lado iban a cambiar el mundo. Se sentó, esperando, frente al simbionte, a la persona que tanto le había ayudado esos años. Pensando agachó su cabeza, escondiéndola entre sus guantes. "¿Cómo debería iniciar?" Se preguntó una y otra vez mientras el movimiento de su pierna derecha se hacía más prominente, subiendo y bajando, creando un sonido arrítmico al golpear el suelo. Y, tras supuestas horas de hacerlo, Peter llegó.
Un joven que desconocía el infierno que su mentor estaba pasando, entrando a la habitación con una tenue sonrisa, lanzando un saludo amistoso que no fue devuelto pese a que la distancia no había puesto problema. "¿Doctor Ions?" Insistió a la figura que se abrazaba a si mismo. Se acercó, ligeramente asustado, para palmear su hombro recibiendo el salto por parte del mayor en un shock de verlo frente a él. "¡Peter! ¿Qué pasó?" Le cuestionó con la normalidad de una persona no cuerda. "Mejor dígame ¿Cuántas horas durmió?" Para Ions Peter no lo conocía, ni siquiera en lo más mínimo, pero la realidad presentaba otro escenario. El joven sabía de sus detalles, de cómo ahogaba su pesar en el alcoholismo, en como su familia era más una carga que los lazos de sangre. Peter lo conocía bien, porque al verlo parecía mirar un espejo. "Ahm... Creo que tres o cuatro." Inmediatamente el joven salió del plano regresando en un par de minutos, con una mirada consternada aún, y con una taza de café en la mano. "No puedo dejar que trabaje así, Doctor." Con preocupación le entregó la taza que con un agradecimiento el adulto tomó.
Pese al cariño con que el más joven lo trataba no podía sino pensar en cómo iniciar la conversación que en su mente durante horas tuvo. Reciclando escenarios, tirándolos luego a la basura, pero, entonces, sin pensarlo, simplemente salió "¿Cómo fue cuando regresaste del Blip?" Peter calló, sorprendido por la pregunta tan intima. No le dolía hablar de ello, sus traumas seguían, pero su cariño persistía por igual. "Aparecí solo para que me dieran la noticia de que uno de mis seres queridos estaba por fallecer. "Comenzó tras pasar saliva, pero no había finalizado. "Muchos amigos no los volví a ver. Muchos conocidos dejaron de conocerme, pero, tuve la fortuna de que mis seres queridos, los que más importaban, se mantuvieran siempre a mi lado para pasar esos momentos... Luego..." De un momento a otro su voz quebró... pese a todo seguía doliendo. "Luego la vida siguió." Ahora fue el turno de Octavio de callar. No teniendo idea de cómo continuar la conversación que él mismo inició, pero, quedándose con el hecho de parecían ser un reflejo. "Thanos..." Octavio con su voz llena de tristeza se fue desdibujando entre la maldad de un odio irreparable. "Nos quitó muchas cosas." Peter no tuvo objeción. "Cosas que no pensé que se irían nunca..." Con cada palabra lo personal se anteponía poco a poco. "No quiero volver a pasar eso de nuevo... No podría..." Invertidos los roles se volvieron, con Peter de cuclillas frente al mayor, mirándole con entendimiento, con la compresión de un alma que había sufrido lo peor. "No volverá a pasar, tranquilo. Además, nunca estará solo, Doctor." Sabía que estaba haciendo lo mejor para reconfortarlo, pero para Octavio no bastó. "No hay que dejar que vuelva a pasar." Peter, tras esa frase, le miró con confusión. "Desde hace unos meses he tenido una idea..." Comenzó dejando la taza sobre la mesa, imponiendo su persona al levantarse del lugar, mientras Peter seguía en su misma posición. "El suero de super soldado." Entonces el más joven saltó encarando al científico. "Si lo usamos para fortalecer a—"
"Alto." Tajante Peter le hizo detenerse, pero solo unos segundos fue fructífero su actuar. "Fortalezcamos a la gente, hagamos que nuestros cuerpos sean lo suficientemente fuertes para que si maña—" Otra vez, con fuerza se plantó el más joven ante el científico. "Doctor Ions." Pero no le escuchó. "Podríamos evitar un nuevo blip. Podríamos no solo curar miles de enfermedades, pero hacer que la humanidad avance a pasos agigantados, es nuestra responsabilidad, Peter. " Por una vez la voz del castaño no surtió efecto, no hasta que Octavio pudo tener la perfecta vista de su rostro lleno de preocupación. "Ultrón no estaba tan equivocado." Sin delicadeza lo soltó maximizando las emociones del joven que, ante sus ojos, se veían con una gran exageración. "Él no quería que nos extinguiéramos, quería que evolucionáramos y esto, ¡Todo esto!" Su voz se alzó con violencia agitando sus brazos para señalar todo el laboratorio, marcó el pasó de su hablar. "Podemos utilizarlo para lograrlo , como siempre se debió hacer... Sé que suena como una locura, pero necesito que me escuches, Peter." Con sorpresa la voz del dueño del lugar bajó, presenciando la incredulidad en los ojos de la persona en quien más confiaba. "Perdí a mi mujer por Thanos..." No podía ser verdad, gritó Peter para sus adentros. "No quiero que nadie en el mundo vuelva a pasar por algo así. Y en cualquier momento puede pasar, puede venir un demente morado, naranja, azul, lo que sea. Y aplastarnos en un segundo. " No quería creerlo, ni siquiera su boca se dignó a cerrar, dejando que su cerebro lo hiciera por inercia. "¿Y los vengadores?" Tal cuestionamiento trajo consigo la molestia al rostro de Octavio, dándole por un segundo la espalda al joven para evitar que viese sus cambios radicales de humor. "Ellos no pudieron contra Thanos... ¿Qué te hace pensar que si bien otro estaremos a salvo?" Peter parpadeó, mirando como la borrosa figura de quien consideraba un padre se iba cayendo a pedazos. "Espere, espere." Comentó con rapidez el castaño. "¿Qué esta insinuando?" Le cuestionó sin poder salir de su estado de shock, respirando de la manera que podía sin mucha tranquilidad. "Podemos darle el poder a la gente de protegerse. Ellos eran solo un grupo de personas excepcionales, nosotros seríamos un mundo listo para defender a todo nuestro planeta, a todos nuestros seres queridos... Nadie, ni Thanos, ni cualquier otro loco podría detenernos." Peter aterrado escuchaba en su cabeza en bucle las palabras que Stephen le dijo, esperando que después de la conversación llegase un pero desarmando su teoría, pero sabía que eso era engañarse a sí mismo. Listo para sacar de su raciocinio al mayor avanzó quedando una vez más de frente. "Doctor ¿Se da cuenta de lo que está diciendo? Por favor, respire y trate de ordenar sus ideas, eso de darle poderes a la gente no creo qu—"
"Lo he pensado por demasiado tiempo, Peter." Contrarresto el de abundante cabellera. "¿Y cómo planea hacerlo? No toda la gente querrá tener esa ayuda que tanto dice, y ¿Qué pasa si la gente que lo acepta lo desea solo para crear más caos?" Imponiendo sus cuestionamientos Ions no tuvo más que retomar la batuta girando su cuerpo para caminar en dirección contraria a la de su discípulo. "¿Está diciendo que deberíamos hacer un ejército con todas las personas del mundo? ¿Cuánto tardaría el gobierno, o SWORD, u otra organización en tomar control de lo que hacemos y usarlo a su propio beneficio?" El hombre de avanzada edad estaba consciente de sus dudas, pero en su mente todo sonaba con algo ilógico, así que lo dijo. "Será un daño colateral." Peter impactado se quedó parado en su lugar, imposibilitado de ver al hombre con el que había trabajado en todo ese tiempo en la figura que yacía caminando de un lado a otro del laboratorio. "¿Un daño colateral?" Octavio asintió sin mirarle a la cara. "Pero tienes razón." Tratando de apelar a la razón del más joven habló. "No podemos darle ese control a gente que puede usarlo en beneficio propio... Peter." Al llamarlo por fin sus ojos volvieron a conectar. "Sé que es una locura, sé que piensas que no estoy actuando como yo mismo, pero esto no es por mí, no es por querer hacer algo grande, no. " Trasladándose a paso rápido volvió a quedar de frente a su alumno. Mirándole con suplica mientras tragaba saliva, nervioso de lo que diría. "Es para proteger a la gente... ¿No puedes comprenderme?" Llegando a suplicar su posicionamiento a favor Octavio le tomó por los hombros a su joven aprendiz, esperando, deseando que de su boca salieran solo una positiva, por lo que prosiguió. "Solo tú y yo podemos hacerlo, ya tenemos todo, solo tenemos que girar un poco el resultado. Seguiremos apuntando a la gente que necesita curarse, pero también a todas las que necesitan ser salvadas. " Trató de hacerle comprender, de poder mantenerlo a su lado, pero Peter se escapó del suave agarre con un movimiento de hombros, bajando la cabeza y negando suavemente a su protesta ante el dolor en el rostro del mayor. "Lo siento, tengo que pensarlo..." Lo peor que Peter había imaginado estaba tomando lugar frente a él, ya no siendo un niño, pero no sabiendo como actuar ante la convicción tan fuerte de una persona que no flaqueaba, de una persona que desde el primer momento supo que una negativa no tenía cabida en su respuesta. "Lo siento." Repitió Peter retrocediendo con la intención de abandonar el lugar. "Toma tu tiempo, Peter. Sé que no es fácil, pero también sé que tomarás la decisión correcta. " Sentía que lo estaba condicionando, pero no le tomó importancia, abandonando el lugar con rapidez sintiendo por primera vez, desde que entró, que el aire recorría su cuerpo con normalidad, percibiendo sus latidos tan rápidos como si hubiera presenciado la atrocidad más grande del ser humano y, por una parte, pensó, tal vez lo había hecho. Porque no había nada más aterrador que un hombre con una convicción inquebrantable.

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