Parte 20- No me arrepiento.

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La soledad. Un concepto más que conocido por el joven Peter Parker. Concepto que lo llevaba a muchas partes, a muchos lugares dentro de su cabeza. así como fuera de ella. Era algo que odiaba, pero que se había acostumbrado, un pasar de lo que significó una gran parte de su vida y que en esa noche tuvo en sus manos sin siquiera tener el tiempo de procesarlo.
Cayó rendido, en cuanto sintió la comodidad de una cama cayó. Durmiendo, soñando que todo lo sucedido en ese día fuese solo eso; una pesadilla. Pero no sucedería, lo tenía más que claro. Aún así se atrevió a descansar, le dejó todo lo demás a las personas que confiaba y por esa noche se dignó a descansar. Sin pensamientos, sin remordimientos, con la mente en blanco se recostó y cerró los ojos.

No pudo concretar el tiempo, ni siquiera el espacio en que estaba, pero si halló lo que tanto buscaba; seguridad. Seguridad que sintió en la forma de un suave tacto sobre su mano izquierda, tan suave que le dio la caricia suficiente que su alma necesitaba. Le despertó, pero no importó. Parpadeó, al recuperar la consciencia, todavía era de noche y los estragos de la batalla por fin sentía, así como se veían. Con su brazo derecho enyesado, su torso vendado hasta que no hubiese resquicio de piel, al igual que su brazo zurdo que, sin daños severos aparentes, estaba cubierto por el vendaje blanco. Era un hombre que libró muchas batallas, demasiadas para el corto periodo de tiempo que había vivido, pero, su pecho en todo momento se mostraba en lo alto, pese a sentirse derrotado, pese a que al abrir los ojos no viese nada más allá de la oscuridad que prontamente se dispersó dándole la bienvenida a un techo blanco. Tan luminoso en la oscuridad de la noche.
Entonces volteó, giró su rostro hacia su izquierda, donde el tacto sobre su mano existió, y la vio. Ahí se encontraba Wanda descansando como podía su cabeza sobre la cama, con un brazo como si fuese almohada mientras el otro dulcemente le tomaba la mano al joven Parker. No quiso despertarla, pero la posición poco practica de la mujer le hizo tener que hacerlo, pero, antes de ello, la contempló. Observó su fina mandíbula, su nariz, su cabello, cada facción que cambiaba al pasar de los segundos. Pocas veces la había observado con tan inmensa paz y, ese momento, quería disfrutarlo, trasladando al final sus ojos a la unión de sus manos. La del masculino estaba con la palma hacia el techo mientras que la de su acompañante la envolvía, abrazándole dulcemente, con el amor que Peter tanto anheló contener a su alrededor, con la suavidad de un cariño genuino, de la preocupación que sus ojos no habían contenido manchando sus pómulos.
Suspiró, cerrando un segundo los ojos, esperando que al abrirlos todo siguiera como estaba, pero las suaves quejas de una voz ronca inundaron la habitación y en el momento en que Peter abrió los ojos la halló despierta, todavía adormilada, parpadeando varias veces para ir ajustando su mirar a la oscuridad, estirando sus brazos al aire, recargando en la silla donde yacía su espalda hasta que tras segundos se percató de que el masculino estaba despierto, observándole con una devoción que en aquellos ojos esmeraldas nunca vio. Peter levantó su mano zurda, pese al suave dolor que sentía, la elevó acercándola de a poco al rostro de la persona que le había salvado en más de una ocasión. Acunó su mejilla, acariciando con el pulgar todo lo que estaba a su alcance. "Dios..." musitó el castaño mientras las comisuras de sus labios se iban elevando lenta y suavemente. "¿Alguna vez te he dicho lo hermosa que eres?" Tras inesperado comentario Wanda solo pudo abrir ligeramente más sus esmeraldas, aceptando el halago en cuanto su mano acompañó a la de Peter al tomarla, pero no prohibiendo las caricias, sino aumentándolas con el suave movimiento de cabeza que enseguida ejerció la pelirroja. "¿Te sientes mejor?" Después de unos segundos la mujer le cuestionó. "Mucho mejor." Le respondió el castaño con una sonrisa antes de girar su muñeca capturando la mano que le tomaba entrelazando sus dedos una vez que bajó junto a ella a la cama en donde pudo descansarla. "¿Cuánto he dormido?" Fue la siguiente pregunta de Peter que se recargó sobre la suavidad de las almohadas en su espalda. "Dos días." Sorprendido el masculino le miró, con los ojos ligeramente más abiertos, haciendo su mirar viajar entre el rostro ajeno y el entorno tras él. "¿Y tú?" Sin pensarlo mucho Peter preguntó. "¿Yo qué?" Tras suaves risas la otra le contestó. "¿Cuánto has dormido desde entonces?" Formuló bien la pregunta volviendo a conectar sus miradas. "No lo sé, un par de horas, supongo." Tan vaga respuesta hizo a Peter negar suavemente con su cabeza soltando, en pro de un bien común, la mano de la pelirroja solo así pudo mover su cuerpo hacia un lado, alejándolo de su acompañante que sin entender bien que era lo que acontecía solo pudo quedarse quita. "Anda, ven. Tienes que dormir bien también." Trató de aclarar el castaño ante la intriga en la persona ajena. "Es una cama muy grande, solo no me patees." Con su humor tan característico le hizo reír, así como cientos de veces lo había hecho. "Anda." Insistió Peter estirando su brazo para tomarle una vez más de la mano atrayéndole con suaves forcejeos.
Ella no dijo nada, ni siquiera era capaz de hacerlo, no sabiendo el como reaccionar por la incertidumbre que en su sentir se hallaba, no solo por lo que provocaba el joven Parker, sino por las noches en vela que pasó esperando lo mejor para él, deseando que abriese los ojos en cualquier momento, algo que llegó, no como en anteriores ocasiones. Esa vez era real, esa vez podía disfrutar de verlo de nuevo, de sentir su tacto rodear su alma. Ya no tenía que estar sola, ni ella ni él, estaba claro. El siguiente paso había sido lo complicado, pero esa noche no lo fue, esa noche Peter tomó la iniciativa y con aquella invitación le abrió su corazón, le declaró un futuro que deseaba pasar a su lado, no solo era por amabilidad, era por el deseo genuino de verla sana y a su lado, porque eso quería Peter Parker. Tenerla a su lado.
Wanda no resistió más y aceptó, aceptó abiertamente la carta tan vaga que Peter le entregó y con cuidado escaló la cama colocándose a un lado del castaño que en ningún momento dejó de mirarle, siempre expectante de su respuesta. Y llegó, llegó en forma de un abrazo, mientras la cabellera rojiza descansaba sobre la almohada, recostada de lado, mirando al masculino con la poca luz que la noche les brindaba. Sonrientes se despidieron. Ella con cuidado posicionó su brazo zurdo sobre el torso del vigilante de Nueva York descansando su cabeza en el brazo que le rodeaba, atrayéndole, así como los últimos años, a la persona que solo tenía cosas buenas por entregarle y dar.
Esa noche se unieron, se dejaron guiar por sus corazones y durmieron con una tranquilidad que hacía años ninguno de los dos había sentido, siendo observados desde el marco de la puerta por quien una vez supuso la ruina para ambos, con las comisuras de los labios elevadas gracias a la paz de aquella imagen.

Marvel's The Spectacular Spider-man IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora