𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 : ¿𝚀𝚞𝚎 𝚎𝚜 𝚎𝚕 𝚊𝚖𝚘𝚛?

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Bajo el candente sol, el jóven rastafari corría con la intención de llegar a tiempo a la estación. Seguía su intenso paso sin parar de cuestionarse en sí perdería el tren y en que tendría que esperar un par de horas para el próximo, pero teniendo en cuenta que cuánto más tarde más peligroso, se convertía automáticamente en su última opción.

Cuando por fin dió el último giró en la calle, oyó cómo su transporte iba ya a su ruta. Con la decepción en el pecho frenó su paso y se resignó a su destino. Ahora con pasos vagos y desanimados entró a la estación y buscó donde poder pasar el rato. Con el lugar casi vacío se dió el lujo de hacerse donde quisiera, consiguiendo así un lugar en el medio de la esta. Se acomodó en una de las bancas donde debería esperar el próximo Dejó su mochila negra en sus pies.

Las cosas no habían salido como pensaba, y eso resultaba un problema fastidioso, haciendo que solo pensara que su querida madre se preocuparía de más, y eso lo agobiaba demasiado; Pasarían aproximadamente unos cuarenta minutos cuando oyó los pasos de alguien; Resonaron por todo el lugar llamando la atención de todos los presentes. La fuente era una jovencita que corría junto a un ramo de flores.

El joven fué testigo de cómo sus pies se chocaron mutuamente en un momento y la jóven se desplomó al suelo. Él no demoró mucho en levantarse y caminar hacia ella. Cuando estuvo cerca la ayudó a recoger las rosas que ya estaban por todas partes.

—¡Maldición! —Exclamó.

Tom tomaba algunas rosas y se percató de lo guapa que era quien estaba delante de él. Irónico, pues no era el lugar ni el momento para estar pensando lo atractiva que le resultaba a recién llegada. Las miradas chocaron un segundo después de intentar tomar la misma flor que él, logrando que sus manos se rozaran entre sí.

—¿Estás bien? —Añadió.

—Sí. Eso creo —Le miraba atentamente, aunque eso no duró mucho cuando recordó el motivo de su prisa, su rostro cambió drásticamente y miró una a su alrededor. —El tren, ¿ya se ha ido? —Indagó dirigiéndose a las vías.

—Hace rato —Rascó su nariz con el dorso de su mano—. ¿Hamburgo?

—Sí —Murmuró al levantarse—. ¿Y tú?

—También —Sonrió—.  Soy Tom —Tendió su mano.

—Un gusto Tom. Malia

Ambos se sentaron y esperaron sin decir mucho, al final solo eran dos desconocidos que se encontraron por casualidad.

Un momento después Tom pensó en seguir hablando con ella, pero ningún tema le parecía bien para hablarlo. Al chico nunca se le había dificultado hablar con ninguna, pero en ésta ocasión le resultaba difícil ser el.

—Son muy bonitas —Comentó moviendo el rostro hacia las flores que ahora no estaban del todo bien.

—Lo fueron —Masculló, consiguiendo que Tom se lo reprochara internamente—. Mamá se pondrá histérica —Añadió dejándolas en el suelo junto a la maceta.

—Bueno, tu mamá es muy afortunada —La joven lo miró sin entender—. ¿Era para ella no? Por lo que acabas de decir.

—Ouh, sí. Bueno eran un pedido para su floristería —Lo miró para contemplar sus ojos—. Lo que oí era una propuesta de matrimonio pero lo arruine.

𝗩 𝗘 𝙎 𝗧 𝗜 𝗚 𝗜 𝗢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora