Capítulo 20 Parte I

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El corazón de Tyr dio su último latido dejándonos a todos confundidos y doloridos por su repentina muerte. Cuando Ohdey decidió inspeccionar la lanza, el color de su cuerpo se esfumó, dejándolo blanco, parecía haber visto a la misma muerte frente sus ojos.

-Ohdey – me acerqué a él – ¿Qué es lo que pasa?

Antes de que pudiera soltar algún tipo de ruido por su boca, unos pasos cada vez más cercanos venían hacia nosotros y de un momento a otro, unos soldados empezaron a salir de la entrada, acorralándonos sin dejarnos ningún tipo de escapatoria. El logo que llevaban grabado en su uniforme me era muy familiar, hasta que en mi mente lo visualicé, era exactamente el mismo que el de la visión de Uzziel, sin embargo, no eran los únicos que había allí, ¿soldados reales de Procyon? Sí, sin duda esa era la estrella de las doce puntas, tatuada en el hombro, pero, ¿Qué hacían aquí? ¿Qué querían? No entendía nada. Entonces una voz profunda se escuchaba a lo lejos.

-Hola chicos – ese tono, ese taconeo al andar era ella – siento que tengamos que vernos en estas circunstancias.

Los soldados abrieron un pasillo directo a nosotros, dejándose ver a nuestros ojos.

-¿Tía? ¿Qué haces aquí?

Keyla evadió completamente mi pregunta, parecía que buscaba a alguien cuando su mirada se desvió al cadáver de Tyr.

-Lo siento por él – confesó con cierto tono de desagrado – quien debió morir era ella – señaló con su dedo a Alya

Instintivamente me posicioné delante de ella y la agarré su mano, sin ser consciente del todo de que no me la soltó en ningún momento, llegando a apretarla con más fuerza a medida que pasaba el tiempo. Era la primera vez que podría afirmar que percibía ¿miedo? ¿Alya Leegan temiéndole a alguien?

-¿Qué es lo que quieres tía?

De nuevo, no me contestó, solamente miraba a Alya con odio.

-Te dije que te alejaras de ella Alya Leegan, creo que fui muy clara en nuestra conversación en mi despacho el otro día – ¿qué? ¿era ella la que salió gritando? – te fui muy clara con las consecuencias si incumplías mis órdenes.

No podía apartar mi mirada de ella, lo único que quería era una explicación ya que a estas alturas de la historia no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Entonces, ella dio un paso al frente.

-Y lo hice, la alejé de mí, como tú querías – su mano estrujaba la mía con más fuerza – ¡Hice exactamente lo que me pediste maldita sádica!

Observé como en un movimiento de dedos de mi tía a Alya repentinamente le costaba respirar aún más.

-¡Basta ya! – grité deshaciendo el movimiento de dedos de mi tía – ¡exijo saber qué es lo que está ocurriendo aquí y ahora!

-Ella me obligó a alejarme de ti – se quejó, mientras la ayudaba a levantarse del suelo, tratando de recuperar la respiración – ¡me amenazó que si no lo hacía mataría a mis hermanos! No tenía otra opción – se lamentó con la voz quebrada.

-Los Leegan no han hecho más que daño a mi familia, ellos mataron al hombre al que amaba, jamás permitiría que una de ellos tuviera algún tipo de relación sentimental con mi hija.

-¿Hija? – pregunté atónita – ¿Cómo que hija?

Entonces ella fijó su mirada en mis ojos, pude notar cierto dolor en ellos, como si estuviera mirando la imagen de un corazón roto aún sin sanar.

-¿¡Cómo que hija!?

-Ciara yo

-¡Contesta! – ordené. Ella permanecía callada, al mismo tiempo que notaba como mi corazón se destruía y los sentimientos negativos comenzaban a hacerse presentes en mis adentros – ¡Contesta joder!

El corazón de OriónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora