CAPÍTULO 45

1.1K 91 33
                                    

Diamonds – Tritonal

La luz de la mañana fue lo primero que me desveló. Después fue un calor cosquilleante, hormigueando por mi piel. Estaba tan cómoda que me rehusaba a despertarme, pero lo hice. Y lo primero que vi fueron unos increíbles ojos azules.

Rubén estaba sentado contra el cabecero de la cama, las sábanas cubriendo convenientemente sus partes íntimas. Él no era el único que estaba desnudo; las sábanas, calientes y limpias, me cubrían hasta los hombros. Pestañeé para desvelarme del todo, incapaz de apartar la mirada de él. Rubén parecía tener el mismo problema.

—¿Qué? —musité, moviéndome entre las sabanas para acurrucarme más en el calor.

Noté una ligera sonrisa en sus labios, su mirada dulce fija en mí.

Sí, era una mirada dulce.

No había nada afilado en ella, ningún tipo de descaro o desafío. Me miraba... como si fuera lo más increíble que hubiese visto jamás. Qué pena que la realidad estuviese tan distorsionada.

Rubén negó con la cabeza.

—Nada. —Alargó una mano para apartarme un mechón de pelo, pasándomelo por encima del hombro.

—¿Bajamos a cenar entonces? —musité, cerrando los ojos de nuevo.

Estaba increíblemente cómoda allí. Rubén soltó una carcajada, y mis ojos se abrieron de golpe.

—Olivia, son las siete y media. —Su mano se quedó sobre mi cabeza, acariciándome el pelo.

No supe por qué, pero mi pecho tembló con temor. Quizás fue por la mirada de Rubén, tal vez por sus actos tan increíblemente cariñosos o incluso por... el trauma. Me erguí, sujetando la sábana contra mi pecho mientras me pasaba una mano por el pelo para retirarlo hacia atrás. Rubén dejó caer la mano, pero pude sentir el calor de ella tras mi espalda.

—Vaya, qué mierda. —Me froté la cara, tratando de despejar hasta el último vestigio de sueño—. ¿Cuándo nos quedamos dormidos?

Rubén se encogió de hombros, las líneas de su rostro estaban tan relajadas como nunca las había visto antes.

—No lo recuerdo —verbalizó, llevando sus manos a su regazo—. Me he levantado hace media hora para darme una ducha.

—¿Y llevas desde entonces observándome? —Enarqué una ceja, pero... por algún motivo me resultaba más complicado meterme con él.

Ya no me salían tan fluidos los insultos y las burlas.

—Solo unos minutos. —Una pequeña sonrisa arrogante asomó en sus comisuras—. No te creas tan importante.

Solté una risa, bajando la vista a las sábanas. Volví a pasarme una mano por el pelo, en parte para peinarme. Pero reconocí el sentimiento de la tensión, los nervios previos a una conversación que claramente no quería tener.

Porque no sabía cómo iba a acabar.

—Supongo que tenemos que hablar de lo de anoche, ¿no? —Encontré la fuerza suficiente para encararlo.

—Supongo —murmuró él, apoyando la cabeza en el cabecero con esa mirada cálida aún sobre mí.

—Me besaste —proseguí, girándome un poco hacia él procurando sujetarme bien la sábana contra el pecho.

—Lo hice. —Rubén asintió.

Lo miré durante unos largos segundos, buscando algo en su rostro. Cualquier indicio de arrepentimiento, de vergüenza o incluso de lejanía, pero no encontré nada. Solo había una calma anodina en sus ojos, una relajación e incluso felicidad brillando en todos sus rasgos.

Mi Condena [Bilogía Condenados I] (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora