CAPÍTULO 51

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I Found – Amber Run

Me quedé bloqueada, observando la escena como si fuera una película que sucedía ante mis ojos. Coppola bajó la mirada, levantando las manos con lentitud. La gente a nuestro alrededor se tensó, deteniendo sus conversaciones y volviéndose hacia nosotros, espesando el ambiente. Mantuve mi rostro circunspecto mientras observaba a Coppola mirarme con desprecio, el cañón del arma de Rubén apoyado en su sien izquierda.

¿Por qué no le pegaba un tiro ya?

No... ¿por qué había saltado de forma tan descarada?

Esto no era lo que habíamos planeado. Es cierto que no habíamos planeado mucho porque no esperábamos que fuera a estar allí esa noche, pero desde un inicio quedamos que para matar a Coppola debía de hacerse fuera del ojo de todo el mundo. No en una sala repleta de gente, todos pertenecientes a la puta 'Ndrangheta.

¿Qué estaba haciendo?

—Con lentitud, gírate hacia la barra —le dijo Rubén, su ceño fruncido y su mirada oscurecida clavada en la figura de Coppola.

—No vais a salir vivos de aquí —masculló, soltando una carcajada de rabia.

Hizo lo que Rubén le exigió. Le dio la espalda, las manos aún en alto mientras Rubén bajaba el arma y la guardaba en su funda. Sacó unas esposas de la parte de atrás de su pantalón y, poniendo ambos brazos de Coppola a su espalda, le arrestó. Con el corazón latiéndome a toda velocidad, observé a Dante sacar un arma del interior de su americana, apuntando a Rubén. No fue el único, y no solo le apuntaron a él. Varios de los hombres que estaban ahí desenfundaron sus pistolas y nos apuntaron a ambos, a él y a mí. Traté de mantener la calma, controlando el temblor que empezó a recubrirme de pies a cabeza.

No íbamos a salir vivos de esa puta ratonera.

Sin embargo, a ninguno le dio tiempo a dispararnos. Un grupo de hombres, forrados y armados hasta las cejas, entraron en tropel en la sala. Mi mirada se desvió un solo segundo hacia las cristaleras, pudiendo apreciar como bastantes hombres asaltaban el yate desde una nave más pequeña que se había acercado al barco, obligando a ponerse de rodillas a todas las personas que deambulaban por la parte baja. Distinguí a Mateo y a Antón al frente del grupo de hombres que habían irrumpido en la sala, el primero gritando por encima del caos:

—¡Todo el mundo al maldito suelo!

Cuando Dante se volvió y apreció el gran volumen de hombres que entraban por la puerta, provenientes de la planta de abajo, tiró el arma al suelo soltando un insulto en italiano. Los hombres que estaban tras Mateo comenzaron a inundar la sala, apuntando a todas las personas para obligarles a arrodillarse. A todos ellos: hombres y mujeres. Mis ojos se volvieron hacia Rubén, que estaba entregándole un esposado Coppola a Antón, que había llegado junto a nosotros. Respiré un poco.

El equipo de Rubén.

Avancé hacia él, una ligera presión en mi pecho a pesar de que habían llegado los refuerzos. Una pequeña sonrisa se esbozó en mis labios cuando llegué hasta él. Se giró hacia mí, observándome aun con el ceño fruncido.

—Tengo que reconocer que el truco de la policía ha estado bien para acojonarlos. —Eché una mirada a toda la gente allí reunida, que poco a poco iban arrodillándose—. Pero estaría bien avisar para la próxima, o comenzaré a creer que tenéis nulo sentido del equipo.

Mis ojos volvieron a posarse en los suyos y toda sonrisa que había esbozado se esfumó. Estaban fríos, vacíos cuando me miraron directamente. Rubén me cogió la mano y, antes de que pudiera darme cuenta, colocó una esposa alrededor de mi muñeca. Fruncí el ceño, el pánico estallando en mi pecho.

Mi Condena [Bilogía Condenados I] (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora