Voluntad propia -4-

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CAPITULO 4

Después de suplicarle a mis mejores amigos que me revelaran porque el disgusto ante Estefan y negarse repetitivas veces terminaron confesando que era "demasiado inocente" y que mi corazón no estaba para ser dañado nuevamente. Y no iba a discutirles, desde un comienzo Estefan había causado una impresión no específicamente agradable. Y a simple vista éramos completamente opuestos.

Me encontraba en la entrada del campamento, mi madre me miraba intrigantemente, pues no me decidía si bajar o no. Pero en fin, no podía cancelar ahora. Me había comprometido. Respiré hondo y bajé de auto con mi bolso en mano. Me despedí de ella con un beso en la mejilla y prometí enviarle cartas, pues los celulares estaban completamente prohibidos, si, me había leído todo el reglamento que la señora Gines me había entregado.

 Esperé que el automóvil se alejara para girarme y observar el cartel que me daba la bienvenida "Campamento Soles felices" una sonrisa inocente se cruzó por mis labios ante tan infantil nombre, camine y vi lo rustico del lugar, cabañas a un lado de color celestes y al otro lado las mismas cabañas en un color rojo. En medio se situaba una cabaña el triple del tamaño que las que la rodeaban en color caoba. Golpee y escuché que me daban el permiso a ingresar.

Estaba Estefan, el chico de perforaciones del aparcamiento y una morena mas baja que yo con varios aretes en su oreja. No me llamen superficialista, es que solo con verles me sentía como sapo de otro pozo, mi padre estricto jamás me dejaría ni siquiera perforar mis orejas de esa manera. Tome asiento al lado de la morena y le di una sonrisa de disculpa a la directora por mi retraso. Luego de asignarnos las cabañas que debíamos ambientar nos dirigimos al armario de conserjes, tomé una escoba, un trapeador y un trapo junto con un balde. Me dirigí a las cabañas asignadas, este año habría un total de diez niños de entre 10 y 12 años. Últimamente los niños no se interesaban en los campamentos para verano. La cabaña tres y cuatro me esperaban con un aroma demasiado peculiar y apestoso. Comencé a ordenarlos, acomodar las camas, que constaban de tres literas con seis colchones en total. Luego de repasar cada una y quitar las telas de arañas y encontrarme algún que otro arácnido y gritar como niña ante sus presencias sin siquiera un interesado en matarlas terminé sudada en las escaleras de la cabaña.

_ ¿Ya terminaste?- consulto la morena mientras me entregaba una botella de agua, se veía relajada. Asentí.- Yo ni he empezado.- me confesó sentándose a mi lado, mi reloj de muñeca me marcaba las diez de la mañana.

_ Gracias, soy Naira.- me presenté cuando la muchacha tomó asiento a mi lado.

_ Soy Luna, pero todos me llaman Crazy por razones  extrañas.- me dio una sonrisa.

_ ¿Qué cabañas te asignaron?- consulté para que el silencio no nos abrumara.

_ Uno y dos. Tendría que empezar.- se animó y se puso de pie. Mire a mi alrededor y fui consiente que era la primera en terminar.

_ Te ayudo.- dije mientras me incorporaba, al ver su asombro agregué.- No hay nada que hacer.

_ No, ve fúmate un cigarro que cuando vengan los niños no tendrás tiempo ni para ello.-

_ No fumo, ¿Ya has estado?- consulté intentando ocultar mi inocencia.

_ ¿No fumas? ¿Cuántos años tienes?- me repregunto sin contestar mi cuestionante.

_ Dieciséis. Entonces ¿Ya has estado acá?- volví a preguntar curiosa.

_ Si, es mi segundo y ultimo año de servicio comunitario.- ante mi asombro contesto mi interrogante muda.- Tengo dieciocho, a mis dieciséis vendía drogas, me encontró la policía y me condenaron a dos años de reformatorio y dos años a servicio comunitario. ¿Y vos? ¿Droga, robo, violencia, peleas clandestinas?- me preguntó mientras tendía la cama de arriba y yo armaba la de abajo.

Superando a mi exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora