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Aegalys se encontraba disfrutando de la apacible tarde en los jardines del castillo. El sol acariciaba su pálida piel mientras sus ojos púrpuras observaba a su pequeño Maegor reír y jugar con su adorable gatito blanco, quien aún no tenía nombre. Aegalys sonreía con ternura, sintiendo una cálida sensación de felicidad invadir su corazón.
Cuando noto una presencia junto a ella, giro su cabeza para encontrarse a su esposo, quien se sentaba en la silla junto a ella sin decir ninguna palabra, posando sus marrones ojos en el niño y el animal.
Después de unos largos minutos, Oberyn rompió el silencio con una pregunta curiosa. Mirando fijamente al gatito, preguntó suavemente: "¿Quién le regaló ese lindo gato a Maegor?"
Oberyn pensó que Aegalys no respondería, ya que solamente había silencio, pero luego de unos minutos más, ella respondió. "Tu hermano" dijo simplemente, sin despegar la vista de su hijo.
El príncipe de Dorne no pronunció palabra alguna, pero su expresión se tornó levemente sombría. Simplemente mantuvo su mirada en el gatito por un momento más, asimilando la información. Sus pensamientos eran un misterio, y Aegalys se preguntaba qué saldría de la boca del Príncipe . Sin embargo, en lugar de expresar su disgusto o resentimiento, Oberyn giró su rostro hacia el guardia de Aegalys, Ser Royce, quien estaba cerca de ellos y había estado observando la escena en silencio.
El hombre de armadura plateada se mantenía firme y respetuoso. Aegalys podía sentir la tensión en el aire, la incómoda atmósfera que había surgido repentinamente. Mordiéndose el labio inferior, Aegalys esperaba que la situación no empeorara.
El encuentro de miradas entre Oberyn y Royce fue tenso y lleno de silenciosas palabras no pronunciadas.
En ese momento, Maegor, ajeno a las complejidades adultas que lo rodeaban, gateó hacia su madre con el gatito en brazos, regalándole una sonrisa radiante. Aegalys lo acogió entre sus brazos y le dio un cálido abrazo, sintiéndose agradecida por el amor y la felicidad que su hijo le brindaba.
Oberyn mueve su vista al frente, tomando unas uvas y quedando en silencio, hasta que la princesa, con voz suave, vuelve a hablar.
"¿Necesitas algo, Oberyn?"
Oberyn negó con la cabeza, pero sus ojos revelaban cierta inquietud. Aegalys sabía que había algo más. Sin embargo, decidió abordar directamente el tema que le preocupaba.
"Estoy esperando tus disculpas, Oberyn. Sabes a lo que me refiero." Miro seriamente al Príncipe, quien levanto su vista para toparse con la de ella.
Oberyn rió, una risa amarga y sarcástica. Aegalys frunció el ceño, esperando una respuesta más seria.
"¿Y por qué debería disculparme? Tú también tienes cosas de las cuales disculparte, Aegalys. Como cuando llamaste prostituta a Ellaria." Respondió Oberyn.
Aegalys no retrocedió, su mirada desafiante chocó con la furia en los ojos de Oberyn.
"Simplemente estaba diciendo la verdad. Y si no puedes aceptarla, entonces tal vez no eres el hombre que pensaba que eras." Dijo con tono burlesco.
Oberyn sintió cómo su enojo se intensificaba. Aegalys se jactaba de sus palabras, dejando en claro que no permitiría más abusos. Ella sabía que tenía una defensa en su guardia personal, Ser Royce, y no dudaba en recordárselo.
"Nunca más volverás a ponerme una mano encima, Oberyn. Ni a mí, ni a mi hijo. Porque si lo haces, ordenare a Ser Royce que te rebane la cabeza. Y si tú amante vuelve a insultar a mi hijo, la prendere fuego viva. No me importa si no puedes entenderlo." Dijo levantándose, acomodando a Maegor en sus brazos. "No me hagas dejar a tus hijas huérfanas."
Oberyn la miró con un mix de furia e incredulidad. "No puedes hacer eso, Aegalys. No es así como las cosas funcionan". Sin embargo, ella no parecía dispuesta a ceder. Su determinación era evidente en cada paso que daba.
"¿Y tú crees que me importa?. Simplemente lo haría." Dijo con determinación. "Podría hacerlo en cualquier momento y huir hasta Pentos, en busca de mi hermana, y nadie me encontraría para vengar a su promiscuo principe y la zorra de su amante."
Sin esperar una respuesta, Aegalys se alejó en silencio, seguida de cerca por su leal guardia Ser Royce.
Pero antes de salir de los jardines y entrar al castillo, la princesa giro su cuerpo para ver a su esposo.
"¿Sabes que?, Quizás podría dejar a tus hijas huérfanas y adoptarlas como mías." Una sonrisa burlona se abrió paso en su rostro mostrando sus dientes blancos. "Quizás así puedan tener una mejor educación." El rostro de Oberyn se encontraba pálido, mientras veía la blanca y larga cabellera de Aegalys alejarse.
Los diálogos quedaron suspendidos en el aire, revelando las tensiones que amenazaban con romper la frágil unión entre Aegalys y Oberyn. Mientras tanto, el futuro de la Casa Targaryen y de aquellos que se encontraban envueltos en su historia seguía en juego, con destinos inciertos y emociones en ebullición.