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Usopp estaba oficialmente traumatizado...

Pasó toda la mañana sintiéndose culpable por su reacción durante el desayuno: no es que fuese homofóbico ni nada por el estilo. Lo que pasaba era que toda esa conversación lo había tomado por sorpresa y la tensión del momento lo hizo ponerse nervioso.

Sanji era el hombre más mujeriego que conocía, por lo cual era NATURAL estar sorprendido... (O esto era lo que se decía a sí mismo para justificarse).

Además, tampoco era como si se hubiera declarado homosexual. Después de todo, el cocinero era europeo y todos saben que los europeos tienen costumbres extrañas.

Bueno, eso era todo, esa línea de pensamientos lo había dejado conforme.

Se dispuso a buscar a su amigo para pedirle disculpas por su imprudencia y Robin le había dicho que estaba en el acuario, así que se dirigió para allá de manera despreocupada.

Cuando abrió la puerta... ¡EL HORROR! Había encontrado a Zoro dándole un beso negro a Sanji.

Quiso sacarse los ojos, pero no podía, si hacía el más mínimo ruido aquellos dos hombres se darían cuenta de que los había visto, y si eso pasaba, podía darse por muerto, así que hizo lo mejor que sabía hacer: huir.

Se encerró en su taller y se puso a trabajar compulsivamente en cualquier proyecto, daba igual cual fuera, solo quería olvidar lo que acaba de ver... Aquella imagen lo perseguiría el resto de su vida: el rubio con el culo levantado y la cara llena de sangre que le salía por la nariz, mientras que Zoro...

« ¡Ahhh! », no quería pensar más en eso.

Eventualmente le dieron ganas de mear, así que se dirigió al baño, pero antes de llegar a la anhelada habitación, vio que la nueva parejita del barco se estaba escabullendo allí entre cuchicheos, besos y risitas... Como si fuera poco, Zoro llevaba un misterioso frasco en la mano; no sabía lo que era pero ya se lo imaginaba.

El trauma estaba completado, no había que ser adivino para saber lo que pasaría en el baño... Tras de que no podía ir a mear, seguro que esa noche tendría pesadillas con sus dos nakama haciendo toda clase de homosexualidades. Y no, no es que fuese homofóbico, pero tampoco quería tener que presenciar esas escenas:

«¡Un poco de decencia!», pensó para sí mismo. «No todos queremos ver eso...»

Ahora bien, la escena en el baño no era exactamente lo que Usopp había imaginado. Es cierto que habían decidido ducharse juntos, pero también acordaron esperar un momento y lugar más apropiado para retomar lo que habían comenzado en el acuario. Mientras tanto, el misterioso frasco que tenía Zoro resultó ser una crema cicatrizante que Chopper le había regalado, y que ahora pretendía utilizar para sanar las heridas que adornaban la maltrecha entrada del rubio.

¿Quieres acompañarme a la ciudad? —preguntó Sanji luego de salir de la ducha.

El peliverde se secaba el cabello con una toalla mientras observaba el elaborado ritual de su amigo después de bañarse. Sabía que el rubio era meticuloso con su apariencia, pero nunca se imaginó la cantidad de cremas y productos que se aplicaba en la piel y el cabello. Zoro no tenía idea para qué servían todas esas cosas; apenas podía distinguir entre el jabón y el champú.

Supongo —respondió.

Sanji sonrió complacido.

Unas horas más tarde, se encontraban caminando juntos por la ciudad. El cocinero lideraba el paso y el espadachín lo seguía de buena gana. De repente, se detuvieron frente a una vitrina donde un maniquí destacaba del resto: llevaba puesto un vestido fucsia de satén con un escote sin tirantes, una falda plisada y un llamativo lazo en la parte posterior.

Corazón atadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora