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Se despertó con dolor de cabeza, tenía un reflujo que olía a ajenjo y le recordaba el espantoso sabor de aquella bebida. No sufría de una resaca así desde que era un adolescente.

Buscó a Sanji con la mirada y vio su cama vacía. No le pareció extraño, pues el rubio siempre era el primero en despertar.

Fue al baño a asearse y descubrió que su cuerpo estaba lleno de la porquería brillante que dejaba la creatura de la noche anterior. Estaba confundido, ¿el hada de mierda no había sido una alucinación?

Sin darle mayor importancia se quitó la ropa y entró a la ducha, sentía que apestaba a borracho. Usualmente no le molestaba oler así, pero esa mañana era diferente, no quería que el rubio remilgado pensara mal de él.

Luego de bañarse se puso ropa limpia y fue a la cocina a buscar a Sanji. Lo encontró sosteniendo una taza de café y observando al vacío.

—Buenos días —dijo Zoro con entusiasmo.

Pasaron un par de segundos antes de que el rubio reaccionara. Le lanzó una mirada indiferente, dejó la taza de café sobre la encimera y le dio la espalda, pretendiendo revisar la comida que estaba en el horno.

—Buenos días —respondió secamente sin voltear.

El peliverde sintió que el corazón se le apretaba. Después de lo que había sucedido la noche anterior, esperaba encontrar al cocinero un poco más animado.

Inspeccionó la cocina y observó que Robin estaba sentada en la mesa del comedor leyendo un libro.

—Buenos días, Espadachín—san —respondió de buena gana la mujer.

—¡Saaaaanjiiii, comidaaaaa! —gritó Luffy mientras entraba a la cocina con esa cara de despistado que traía siempre.

Zoro reprimió la molestia que sentía en el pecho y volteó a ver a su capitán; lo pilló hurgándose la nariz. Ese sencillo gestó alivió sus penas, pues la inocencia de Luffy era enternecedora.

Poco a poco fueron llegando los demás miembros de la tripulación, haciendo que el desayuno transcurriera con normalidad. Estaban hablando sobre lo que había hecho cada uno la noche anterior, cuando de pronto Zoro sintió algo extraño en el brazo. Se volteó para observar qué era y sorprendió a Chopper olfateándolo.

—Hueles raro —afirmó el renito.

—Sí, es que se bañó —bromeó Usopp.

Todos se echaron a reír, excepto Zoro.

—Debe ser un nuevo record, ¡dos duchas en una semana! —continuó bromeando.

—¡YOHOHOHO! —se reía el músico.

Al fornido moreno no le hacía gracia, si bien era cierto, no quería quedar mal delante de Sanji, no después de lo que había sucedido.

Buscó la mirada del rubio y notó que también se reía, pero en cuanto sus ojos se cruzaron, el otro hombre volteó el rostro sin disimular que lo estaba evitando.

El espadachín contuvo un suspiró y fingió una sonrisa que le salió forzada. Esperó a que todos terminaran de comer y se ofreció a lavar los platos. Quería estar a solas con el cocinero y averiguar qué le pasaba.

Cuando sus compañeros salieron de la cocina, Sanji se puso a limpiar con exagerada rapidez, ansioso por terminar y escapar de allí.

Zoro comenzó a secar los platos y, luego de varios minutos de incomodidad, se armó de valor para hablarle.

—¿Estás molesto? —preguntó.

—No —respondió de mala gana el cocinero.

—Entonces, ¿qué te pasa?

Corazón atadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora