*Una semana después*
—¡Quédate quieto!
—Pero Nami, me duele.
—¡Ashhh! Eres un llorón.
—¿Quieres que te ayude yo, Cocinero-san? —intervino Robin amablemente.
—Sí, Robin, por favor —dijo Sanji al borde de las lágrimas, buscando ayuda desesperadamente.
El cocinero tenía la intención de agradecerle a Zoro por su apoyo durante esos días que habían pasado juntos y, consciente de que al espadachín le gustaba verlo con el cabello recogido hacia atrás, le pidió a Nami que le hiciera un peinado que dejara sus ojos al descubierto. La peliroja aceptó y sugirió que también podría maquillarlo para resaltar su mirada. El rubio estuvo de acuerdo, sin embargo, nunca antes se había atrevido a hacer algo así por sí mismo y no tenía idea de lo invasivo que resultaría.
—Espadachín-san va a estar muy sorprendido —comentó la arqueóloga con una hermosa sonrisa mientras acariciaba el cabello de Sanji, transmitiéndole calma.
Éste se sonrojó y le devolvió una sonrisa cariñosa. Comenzaba a ver a las chicas de una manera diferente. Aunque aún despertaban deseos impúdicos en él, había un lazo de complicidad que se estaba formando.
Robin se tomó su tiempo y realizó la tarea con suma delicadeza. El resultado final fue un peinado simple pero atractivo. Dividió el flequillo en dos partes y lo trenzó hacia atrás, uniendo el cabello en un solo final. Además, le agregó algunos adornos de perlas que Nami le había prestado.
—Listo, ¿te gusta? —preguntó Robin mientras extendía un espejo hacia él.
El cocinero se observó con curiosidad y entusiasmo en el reflejo del espejo.
—Me encanta —dijo finalmente—. ¡Eres tan inteligente y talentosa, mi Robin-chwan!
—Gracias, me alegra que te guste —respondió la morena con una sonrisa complacida.
—¿Qué ropa te vas a poner? —preguntó Nami mientras revolvía su cajón de maquillaje—. Necesito saber los colores para decidir qué hacer contigo.
El rubio observó su atuendo actual, compuesto por una camisa azul con finas líneas verticales, un elegante pantalón gris y zapatos de vestir.
—Pensaba usar esta ropa —respondió.
Nami lo miró con una ceja arqueada, expresando su sorpresa.
—¿Y el vestido que te compraste? —le reprochó en tono acusatorio.
—Mmm lo estoy guardando para otra ocasión —se apresuró a decir.
Nami lo miró con recelo, aun recordando la exorbitante suma de dinero que Sanji gastó en esa prenda.
—Si me permiten opinar —intervino Robin con su habitual cortesía—, creo que ese peinado luciría mejor con algo menos formal.
Sanji las miró como un cachorro indefenso. Aunque tenía buen gusto para la moda y había acumulado un buen número de trajes, camisa, corbatas y demás, no tenía casi ninguna prenda que encajara con un lado más femenino.
—Nami, ¿podrías prestarle tu vestido negro a Sanji? —propuso la morena— El corto sin mangas, ¿recuerdas?
—Sí, pero ¿no es demasiado elegante para el día? —cuestionó Nami.
—Yo le prestaré mi suéter lila tejido —añadió Robin—, así lo neutralizamos un poco.
—Está bien, ¡pero no lo arruines, Sanji! —amenazó la pelirroja.
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Corazón atado
RomanceSanji tiene un secreto, un deseo que oscurece su corazón desde que era un niño. Zoro lo descubre y hace que el cocinero pueda librarse de las cadenas que atan su infancia. Esta historia está ambientada en el arco de Dressrosa (espacial y temporalmen...