XI

453 30 7
                                    

Sanji observó a Nami con expectación mientras contaba la faja de billetes que representaba su parte del botín. Sabía que era un precio elevado, pero para él valía la pena.

—¿Cómo puede costar tanto un vestido? —dijo horrorizada— ¿tiene incrustaciones de diamantes o qué?

Siguió contando de mala gana el dinero.

—Toma, ¡más vale que sea bonito! ¡Y espero que me lo prestes!

—Claro que sí, mi Nami—swaaaan. Gracias por ser tan comprensiva y hermosa e inteligente...

—Sí, sí. Ahora vete, tengo muchas cosas que hacer.

La navegante dio por cerrado el tema, sin embargo, Sanji no estaba listo para dejar la conversación ahí. Había otro tema importante que quería abordar con ella.

—Hay algo más que quiero decirte...

—¿Qué? —respondió la navegante, que ahora tenía la mirada fija en el mapa que estaba dibujando.

—La última vez que hablamos me dijiste que, hasta siendo «gay», soy un fastidio...

—Sí, lo mantengo.

—Bueno, quiero aclarar que no soy «gay». El hecho de que quiera comprarme un vestido no tiene nada que ver.

Nami giró su cuerpo para verlo directamente, interesada en lo que estaba diciendo.

—No entiendo... —confesó ella— ¿No estás saliendo con Zoro?

—Bueno, no exactamente... —Sanji explicó, tratando de encontrar las palabras adecuadas para transmitir su situación.

—¡Sanji! —Lo reprendió cruzándose de brazos— No juegues con sus sentimientos.

—No estoy jugando con él —respondió el rubio, sintiéndose ofendido por la acusación.

La pelirroja mantuvo su mirada severa mientras lo observaba:

—No lo niegues. Usopp me dijo que los vio juntos en el acuario.

—¿Qué? —Se sintió invadido, expuesto— ¡Maldito narigón, lo voy a matar!

—¡Cálmate! Usopp no es el problema —Nami continuó con un tono firme— Sanji, no me agrada lo que estás haciendo. Zoro está enamorado de ti, ¿lo sabías?

La afirmación tomó por sorpresa al cocinero. Si bien sabía que el cabeza de alga sentía cierto interés por él, el término "enamorado" era algo nuevo y significativo.

—¿Él te lo dijo?

—Más o menos —respondió de forma poco convincente.

—¿Qué te dijo exactamente?

Nami lo observó durante unos segundos, debatiéndose internamente. A pesar de sus diferencias y los problemas pasados, sabía que Zoro era su compañero de tripulación y no quería traicionar su confianza.

—No puedes decirle nada de esto, Sanji-kun —le advirtió.

—Claro que no, mi preciosa sirena —respondió coquetamente.

—Bueno... cuando dejamos Arabasta, yo estaba muy triste porque Vivi me rechazó...

—Espera, ¿qué? —el rubio no estaba seguro de haber entendido correctamente.

—No me gustan los hombres, idiota, por eso nunca me has atraído —soltó una risa al ver la sorpresa en el rostro de su amigo.

—Debería haberlo imaginado... —murmuró para sí mismo, asimilando la revelación.

Corazón atadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora