Capítulo 3 Revelación

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Emano la esencia de mi alma, de mi cuerpo fluye un viento que brilla y me rodea de un color azul y bajo mis pies que flotan sobre tierra se forma un sello de luz.  Tras de mí se encuentra una presencia, que es el doble de mi tamaño y me acompaña en medio de un bosque de árboles gigantes, bajo una noche de luna llena. De lejos escucho la voz de mi madre, ¡Licarayén! ¡Despierta!

-¡Licarayen! ¡Despierta!- me dice mi mamá. Abro los ojos y ella me sonríe.

-¡Hola mamá! ¿Qué hora es?- Le digo.

-Son las 12 del día- me dice.

-¡Qué!- grito, sorprendida e intento levantarme, pero me decaigo. Le pregunto -¿Por qué no me despertaste? ¿Antu? ¿La escuela?

-Me extrañó que no bajaras en la mañana, tu hermano te vino a ver y estabas durmiendo, intentó despertaste pero no hubo caso, luego fue a buscarme y subí. Te noté algo extraña, toque tu frente con mi mano y noté algo de temperatura, por lo que decidí que no insistiéramos en despertarte para que fueras a la escuela.

-Y ¿Antu?- le pregunto, preocupada.

-La llamé por teléfono, dijo que vendría después que terminen las clases- me dice mi madre. Luego, toca mi frente, me mira con cara de preocupación -Ahora sí que tienes fiebre,  estás hasta pálida, descansa, voy y vuelvo- me dice.

Excelente, hoy por amanecer enferma me perdí la clase de historia de la profesora Josefa.  Justo comenzaba la unidad de estudio del descubrimiento de América y la conquista de los imperios americanos. De seguro, también Antu y Mateo notaron mi ausencia en la escuela.

-Hija- me dice mi mamá. Ante que responda de un salto se sube y me lengüetea mi rostro mi hermosa mascota.

 -¡Alaska!- La abrazo y le hago cosquillas. Mamá le grita  – ¡Ya! ¡Bájate!

Alaska se baja de mi cama, es una perra muy obediente.  Me acomodo con mis almohadas en mi espalda, mi madre me trae una bandeja con un remedio natural para la gripe, un té de flores de manzanilla, limón y miel, antes de tomarlo me da una cucharada de jarabe de palto miel y me coloca papas rebanadas en la frente.

-Gracias, mamá- le digo.  Me da un beso en mi frente llena de papas y me dice –Toma tu té y te duermes-.

-¡Ya mamá!- le respondo. Tomo tranquila mi brebaje natural, me imagino que debe estar pasando en la escuela, tal vez Antu se sentó en mi puesto con Mateo. A lo mejor, la profesora Josefa preguntó por mí, adora mi participación en clases. ¿Qué habrán hecho los chicos en el recreo sin mí? Cuando falta Antu, Mateo y yo no hacemos bullying con los dibujos de nuestras croqueras, nos cuestionamos cada detalle, no creo que hablen de arte porque Antu no le gusta dibujar.

 Al terminar mi té, dejo la bandeja en mi velador. Me siento decaída, mejor le hago caso a mi mamá y me duermo. Alaska se sube a los pies de mi cama y se duerme junto conmigo  –Dulces sueños- le digo.

Siento el flujo de agua bajo mis pies y veo mi reflejo, estoy brillando. Me encuentro en un lago, es un día despejado, me rodean los árboles. Siento que el viento me acaricia mi rostro, levanto mis manos como si danzara y se levanta el agua rodeándome y formando una especie de tornado, soplo y el agua sale expulsada con fuerza,  adquiere la silueta de un caballo de mar que llega hasta cierta distancia de mí y cae regresando al lago. El agua comienza a vibrar y comienza a subir formándose un maremoto, me comienzo asustar.

 -¡Despierta! – me dice mi hermano.  Abro los ojos  y despierto sugestionada.

-¡Rankura! Eres tú- le digo.

-¡Sí! Soy tu hermoso hermano, qué ¿Esperabas al príncipe azul?, o bien, ¿Querías que Alaska te besara a lengüetazos?- me dice.

-Me despertaste y estaba soñando- le digo.

Encuentro de espíritusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora