Capitulo Primero

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ATENCIÓN:

El pseudohermafroditismo masculino (PHM) es un estado intersexual en el cual los portadores muestran un sexo genético y gonadal masculino, aunque los genitales externos sean femeninos.

Otros lo conocen como el Sindrome de Swyer. (46 XY) :

-Ausencia de vello púbico y axilar.
-Genitales externos femeninos con labios menores poco desarrollados.
-Clítoris normal.
-Vagina ‘pequeña’.
-Insensibilidad (mucha o poca)
-Escaso o nulo desarrollo mamario.
-Útero pequeño.
-No producen ovulos.
-No menstrúan.
-Futuros tumores de Gadoblastoma (benigno)

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Su madre lo abandona con la abuela del mismo, quien se encarga de su crianza por pura lástima. El bebé nace sano, pero sus genitales no son como los de los demás niños. Los doctores hablaban sobre la genética del bebé, después de la prueba de sangre supieron que realidad tenía la genética de uno, sus cromosomas eran compatibles con la de un niño, eso decían los expertos, su diagnóstico fue tomado con sorpresa por su pobre abuelita.

La única persona que conoce el cuerpo de Minho es su abuela.

Él a la edad de 13 años, escuchó por primera vez el término “Fenómeno”, su profesora de media había tocado el tema de hermafroditismo, recuerda que todos los compañeros del salón se burlaban de esas personas porque creían que estos eran alguna especie de plaga.

De hecho en su adolescencia, conoció a alguien que le dió una buena referencia sobre como era la gente. Se escondió cuando vió a un niño con una falda rosada siendo agredido por sus compañeros llamando a este niño, “maricon”.

Él temió, temió demasiadas cosas en su futuro, temió el bullying que recibiría si alguien lo mirase en los baños de los hombres, todavía lo hace. Temió que lo expulsaran de la escuela, que los demás lo discriminen y lo señalen para excluirlo, le apareció una fobia a las relaciones, jamás se le pasó por la mente algo así, rechazaba de canto a cualquier chica, importando poco los sentimientos de estas, si no más bien, guardar su secreto.

Odió, a su madre por no matarlo como se debe, odió al hombre que provocó su existencia, odió saber que arruinó la inocencia de una adolescente, odió respirar, odió su cuerpo, odió sus genitales, odió no tener un pene como el hombre que se suponía que era. Odió ser un fenómeno.

Odió el sexo.

Odió no ser normal.

Odió no poder disfrutar ni sentir placer.

Odió tener una vagina defectuosa e inútil.

— ¿Porqué … siento tanto asco?— habla el pequeño adolescente en voz baja, mirando decepcionado su físico en el espejo rectangular del baño, sabe que es esteril, según investigó en páginas de internet, no siente deseo alguno, su vagina está completamente dormida, no siente nada, nada es capaz de despertar apetito sexual en su cuerpo — ¿no … soy normal? — lo hace unas vez más, intenta tocarse, para experimentar lo que dicen otros chicos en sus juntas del receso.

Ellos dicen que el sexo es posiblemente  lo mejor del mundo, que llegar al orgasmo es la mejor sensación. Pero ahora tiene un gran temor reprimido por la impotencia y la cara empapada de lágrimas.

Lineas de sangre se deslizan por sus muslos, se ha lastimado con los dedos al tocar mal su zona delicada, supo que fue algo brusco, casi rasgando una parte sensible que es dañada.

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