XXI

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Tras revisar que todo estuviera bien por fin le habían dado el alta a Mina. E iría por fin a su casa.

¡No! Ella debe estar con nosotros, señora Myoui. — dijo Sana un poco molesta. — Hija, se cuanto aman a Mina. Pero ella debe estar conmigo.

Mina, Nayeon, Vernon y Minho estaban ahí solo observando como discutían en su idioma natal las dos mujeres.

Desde hace unas horas se encontraban en la casa de los tres. Y entonces Sachiko había decidido que debía hablar con ellos respecto a Mina.

Temía que le pasará algo otra vez.

— ¿No se van a matar?. — le pregunto su padre. Aun con casi veinte años de matrimonio con Sachiko no podía entender muy bien su idioma natal. — No. Pero quiere que me regresé con ustedes a casa... ¿Osea como porque lo haría?.

— ¡Ah, no! Eso no lo voy a permitir.

— Cálmate, hijo. Creo que ella tiene razón. Mina necesita descansar por unos días con nosotros.

— ¿Estoy pintada o qué? Ni siquiera me han pedido mi opinión. — dijo cruzando los brazos. — Hija...

— Iré a mi habitación. ¿Vámos, Im?.

— Oh, claro. — se levantó de su lugar siguiendo a la menor.

Entraron a la habitación y Mina solo se sentó en la esquina de su cama. Amaba a su madre pero no quería irse de su hogar.

Sabía que si se iba era de ya no regresar. Ya suficiente tenía con haber perdido su trabajo por el escándalo.

Le había costado tanto construir este sitio con sus amigos. Aún recordaba como habían logrado rentar su pequeño espacio.

— Cariño. — Nayeon se sentó a su lado. — Se cómo te sientes. Pero ellos quieren lo mejor para ti.

— Lo sé. Pero no quiero irme. Además...

— ¡MINA!.

— Ay no... — la japonesa suspiro ante el grito de su madre. — Vamos. No te dejare sola, Mina.

Las dos chicas caminaron a la sala nuevamente para encontrarse con su madre enojada.

— ¿Qué pasó?. — hablo tranquila. — Vamos hablar en otro sitio.

— Claro, Má.

— Solo las dos. — Mina asintió. Volteo a ver a la coreana y ella solo sonrió.

— Nayeon, no me lo tomes a mal. Pero necesito estar solo con mi hija.— la coreana solo asintió. — La entiendo señora Myoui.

— Regreso rápido, Nay.

— Lo sé, Minari. Te quiero. Llámame si pasa algo. — besó a Mina en los labios y la abrazo. — Te veo en un rato.

— Me dio mucha gusto conocerle señora Myoui.

— Lo mismo digo, Nayeon. Así que ve por un suéter, Mina.

Y así lo hizo la menor.

Bajaron por el elevador y comenzaron a caminar por la acera. Estaba muy fresco el día para ser las cinco de la tarde.

Mina por alguna razón se sentía pequeña otra vez.

— Hija.

— Dime.

— ¿Recuerdas cuando llegamos aqui?— Mina asintió. — Temía que no podría sacarlos adelante.

— Má...

— En ese entonces eras una niña muy alegre. Pareciese que no te afectaba el nuevo cambio. Pero sabes algo.

— ¿Qué cosa?

What Can I Do?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora