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ー¿Ya llegamos?ーpregunto sabiendo la respuesta.

ーYa casi, cariño. Paciencia.ーresponde mi madre.

Hace un año nos mudamos a Doncaster, un lugar tranquilo lleno de personas escandalosas. No me gusta. Mis padres aseguran que es un buen lugar. No me gusta. Lo único que me mantiene feliz de estar aquí es que después de la ruidosa escuela mamá me lleva al Macdonald más cercano a casa, se volvió una costumbre de los martes y viernes a las cuatro de la tarde.

ーNo puedo esperar, madre.ーdigo, ella asiente con una sonrisa. No entiendo por qué sonríe, no me parece gracioso, estoy impaciente.

Sigo molesto. En clases pidieron hacer dibujos de nuestra familia y a un niño se le ocurrió rayar mis hojas. Exploté. No soporto que toquen mis cosas, son mías, ¿Por qué ellos deberían tocarlas? No tenían permiso. Mi permiso.

ー¿Cómo fue tu día, cariño?

Lo llamaría la típica pregunta de los padres, pero sé que su pregunta va más allá. Ahora lo sé.

ーNada interesante.ーrespondo, es la verdad, excluyendo aquello que sé la va a preocupar.

Ella hace una mueca. No la entiendo.

ー¿Estás bien con ir a otro Macdonald hoy?

¿Qué? No. No estoy de acuerdo. En el Macdonald de siempre están los mismos juegos. Las mismas personas. Todo es igual. Es perfecto. No debo preguntar dónde está el baño, porque lo sé, no debo llamar a alguien para ir a los juegos, porque sé justo donde quedan los rompecabezas animados. Es mi lugar especial. ¿Por qué tendría que cambiarlo hoy?

ー¿Por qué?ーme cruzo de brazos molesto, hace tiempo ví la expresión física en la televisión, supongo que le dará fuerzas a mi pregunta.

Ella suspira.

ーEl Macdonald de siempre está cerrado por limpieza. Solo lo decía para no abandonar nuestra costumbre de ir a comer.

ーPero no es lo mismoーle digo molesto. Ella no entiende.

ーClaro que lo es. Harry, es lo mismo. Los juegos, las mesas, el olor, todo. Excepto las personas, pero eso es lo de menos.ーdijo ella mirándome de reojo.

Sentí mi cara contorsionarse en una mueca de espanto.

ーNo quiero que me toquen.

Bien tengo el recuerdo de la primera vez que salimos al Macdonald de siempre. Ese día los niños me tocaron, se lanzaron sobre mí, me molestaron, los adultos intentaban agarrarme. Yo solo gritaba en una esquina. No quiero volver a pasar por eso. Nunca.

ーNo quieroーrepito.

ーEsta vez no será así, Harry. Me encargaré de eso.

Ella parece convencida. Yo solo no quiero confiar en que todo estará bien y que BUM algo salga mal. No me gusta. Pero ya estamos frente al Macdonald, entrando por la puerta de vidrio.

Debo admitir que mamá no había mentido sobre lo parecidos que son estos locales. La diferencia era el muñeco de Ronal, ese que nunca me ha gustado, que está del lado opuesto a los baños, no como en el otro. Y obviamente el personal. De todas formas no hay muchos niños y eso me alegra. A pesar de que me gusta mucho observarlos jugar.

ーLe agradecería mucho que bajara un poco el volumen de la música, joven, si, verá: mi hijo es autista y el ruido muy fuerte le afecta.ーhizo una pausa sonrienteー ¿De verdad? Muchas gracias.

Escucho a mi madre hablar con alguien del personal, un joven bastante alegre de cabello amarillo y bonitos ojos azules.

ーNo hay nada que agradecer, señora ーdice él ー. Lo importante es que estén cómodos aquí. Por cierto ¿Qué va a pedir?

AutismDonde viven las historias. Descúbrelo ahora