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¿Qué tan lejos estamos de estar cerca?

<<Mis manos sudaban ante los ojos juzgones de mi madre. Trataba de disimular lo más posible, ya que de ninguna manera me convenía que se diera cuenta de lo que estaba sucediendo.

—Ann —su voz sonó acusadora—. Dime dónde están las galletas, sabes que me costaron mucho esfuerzo hacerlas.

¡Yo no las tomé!

Hija, solo di la verdad.

Sentía que me quería culpar de algo que no había hecho, así que me enojé.

—¡Yo no sé dónde están! -exclamé indignada—. ¿Por qué no le preguntas al hijo de la vecina? Él siempre roba las cosas que no le pertenecen.

Me crucé de brazos, mi jardinero aún estaba con barro por el tropezón de hace rato.

¿Pero qué dices, niña? No hay razón para acusar al hijo de los Macker.

—Sí que las hay —miré a ambos lados esperando que nadie me escuche, en especial ese niño metiche que nunca me dejaba en paz—. Lo vi aquí en la cocina hace un par de minutos. Su cara estaba toda llena de chocolate ¡Era el chocolate que le pones a tus galletas, mamá!

—¡Bueno, ya está! —mi madre suspiró cansada de mis supuestos berrinches y dejó pasar el tema de las galletas—. Ve afuera que los niños de nuestros invitados estaban buscándote para jugar. Ve, ve.

Quise reprochar, pero qué más daba, ya no me estaba retando por algo que no había hecho, así que hice caso a sus palabras.

Antes de cruzar la puerta, logré escuchar el murmullo de mi madre.

Tendré que hacerlas de nuevo...

Caminé hacia afuera donde estaban todos los invitados de mis padres. Hoy celebraban un logro de mi papá, algo sobre su trabajo, no recuerdo bien. En vez de ir con los niños, decidí buscar un lugar apartado. Unos arbustos tapaban la vista de cualquiera y ese me pareció el lugar perfecto para refugiarme del ruido.

Pensé que estaba sola, pensé que nadie sabía de mi escondite secreto, pero me equivoqué.

—Mira nada más, si eres mi preciada Mora...>>

Desperté sudada en mi cama, temblando por el extraño sueño que había tenido. ¿O debería decir recuerdo?

Ya me estaba hartando de escuchar que me llamaran Mora. Me sentía extraña, ya que si se trataba de un recuerdo, nunca antes lo había revivido. Fue tan real que sentí la voz de aquel hombre en mi nuca.

Mi cabeza era un caos y el reloj marcaba las dos de la tarde. Claro, tomar por la noche me había dejado delirando. Es por eso que soñaba en locuras nada más. Decidí que levantarme era la mejor opción.

Me duché, desayuné y encendí la televisión para ver las noticias. Otra persona desaparecida. Mismas características. Joven de entre 18 y 21 años, de buena familia y estudiante en la universidad Roma. ¿Dato interesante? Es donde estudio.

Un ruido proveniente del cuarto contiguo, donde antes Cindy se quedaba, me saca de todo el rollo de los asesinatos.

—¡Me siento como la mierda! —vociferó Silver saliendo de la habitación.

—Me pregunto por qué será —murmuré, pero llega a escucharme.

Estaba a punto de responder a mi comentario cuando Winie se acerca para sentarse junto a mí en la mesa. Una mueca de confusión se dibujó en mi rostro. ¿Acaso salió del mismo lugar de donde Silver?

El diario de Axen ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora