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Necesito un abrazo...

O un balazo, no sé


Hola, me presento. Soy Ann, una chica común y corriente que de un día para el otro se empezó a involucrar con los chicos más sexis de la facultad. ¡Pero qué afortunada soy! ¡Que alguien me dé un premio!

Noten el sarcasmo.

Solo que, nadie se esperaba que me involucrara con esos insoportables por accidente. Sí, como oyeron. Porque nunca lo busqué, solo espero arreglar esto antes de que sea demasiado tarde. Ya que, uno podría decir que es lo mejor que le puede pasar a alguien, pero ¿adivinen qué? Estaba cavando mi tumba, no me quería morir, y menos a manos de Avalon.

Paso a explicar con más claridad. Si una vez dije que Axen era un posible sociópata, debo mencionar que él no es nada a comparación de Avalon Crowell. Este era la muerte en persona.

En primera instancia, todos los conocíamos. Ángelo, Avalon y Axen. El primero, no hacía más que ser un encanto, simpático y compañero. El segundo, nadie sabía mucho de él, era un misterio y uno peligroso. Y el tercero, era una fusión de ambos, solo que con él tenías que cuidarte. Este último sabía competir y destruirte psicológicamente.

Quizás en un principio dije que Axen era un tipejo. Pero era mi forma de ocultar el temor que le tengo a él y a sus secuaces.

Mi madre siempre dijo que no debía dejarme llevar por los rumores, pero las cosas que decía de los triples A eran... En momento genial y al otro horripilante. No obstante, yo no los conocía. Solo a uno, y ese era Axen.

—¿Qué vamos a hacer? —dijo por fin mi amigo—¿Acusarlo? ¿Escracharlo en redes? ¿Enfrentarlo? ¿Darle una paliza? ¿Matar..?

—No sigas, Silver —lo detuve antes de que empiece a flashear cualquiera.

—¿Entonces qué?

Yo lo entendía, estaba enojado con un chico que era prácticamente intocable y se sentía impotente. Aun así, ni siquiera sabía qué iba a hacer ahora que ya no desconocía quién era la persona que me drogó.

—Nada, no harás nada —me levanto, despidiéndome de Winie, con quien arreglamos vernos después.

—Ajá, yo no haré nada ¿Lo harás tú acaso? —demandó incrédulo.

—Sí, me encargaré de esto yo. No te preocupes.

Pensé que con esas palabras lo callaría, pero fue todo lo contrario.

En el recorrido de regreso a casa no paró de hablar, diciéndome que era una locura que me cortara yo sola y que me quería ayudar.

En cuanto entramos me voy a preparar un café, de esos que tan bien me salen.

Escucho a Silver tirarse en el sillón quejándose como todo un gruñón.

—Ya deja de preocuparte, no es nada —traté de tranquilizarlo.

Se restriega el rostro, afligido.

—¿No es nada? Deja de decir estupideces —noté hastío en sus palabras, estaba enojado de verdad— Cuando yo lo hice quisiste morirte, eso que soy tu amigo. Y ahora que este imbécil que ni conoces lo hace me dices que no es nada, es porque es todo menos nada.

Asentí y le di la razón. Me conocía tan bien que a veces sentía que él era yo.

Me acerco y me siento junto a mi bestie, con el café en la mano. Apoyo mi cabeza en su hombro y suspiro.

—Lo vamos hacer pagar, eso tenlo por seguro —murmuro antes de darle un sorbo al líquido oscuro.

(...)

El diario de Axen ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora