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"No todo aquel que me mira

puede verme, ni todo el que cree conocerme

sabe quién soy"

¿Alguna vez sintieron como el frío calaba tus huesos? ¿Cómo se aferraba a tu alma y no te soltaba por un largo tiempo? ¿Alguna vez sintieron la sensación del vacío...? Como de repente, te sientes sola a pesar de estar acompañada o rodeada de personas. Como poco a poco empiezas a sentar cabeza, que algo anda mal y al fin te das cuenta. Que tener a alguien junto a ti no asegura una vida sin soledad. Que estar curada físicamente no significa haber olvidado la gran herida que te duele en el interior.

Habían pasado días, horas, minutos, segundos... tanto tiempo. El suficiente para pensar y darme cuenta de que algo andaba mal. Mi memoria era un colador el cual se le escapaban los recuerdos como agua y no había forma de retenerlos.

Las pesadillas se hacían más presentes. Aquella voz grotesca que me susurraba cosas y me llamaba por un nombre que no era mío. Aquella voz que solo me desagradaba más y no podía sacármela de la cabeza ¿Quién era? Esas pesadillas se sentían tan reales que solo quería golpearme la cabeza contra la pared y volver a olvidar.

Y de tanto preguntarme si lo que no podía recordar era verdad, me cuestioné lo que sí sabía. Indagué e indagué. En mis memorias perdidas y olvidadas, en las que más recordaba y las que más dolor me daban. Y fue como si me hubiesen volcado un balde de agua fría. Porque allí estaba la pieza que no encajaba, la pieza que no pertenecía al rompecabezas.

Evangeline.

A pesar de que me esfuerce, Evangeline no encaja. Fue la hermana de Cindy, que a diferencia de ella, era un ser muy gentil y bondadoso. Creo que entre todos aquellos que pudieron morir, ella sería la menos indicada. Porque fue un pilar. Para Cindy, como su preciada hermana menor y para mí, como una amiga y confidente.

La pequeña Evangeline me hacía sentir un enorme vacío, un hueco el cual no sabía cómo llenar. Recordaba sus actos generosos, su risa risueña, sus ojos brillosos y llenos de vida. Y una punzada en el corazón se me presentó. Aún recuerdo la última vez que la vi, sus últimas palabras...

Una lágrima se retuerce por el camino de mi mejilla a mi mentón. Me aferro a las mantas y trato de tranquilizarme.

Me dolía recordar, o tratar de hacerlo. Porque una nube borrosa cubría la mayor parte de las imágenes de la noche de su muerte ¿Por qué no podía ver? Como si una capa no me dejara ver a través de ella, y solo sintiera el dolor de aquella vez. Y aun así no entiendo ¡Yo sabía quién era su asesino! El doctor me lo había dicho, me había pedido que no le dijera a Cindy, pero...

¿Qué doctor? ¿Por qué no recordaba su cara? ¿Por qué no recordaba el nombre de su asesino? ¿Por qué el solo hecho de tratar de recordar me sabe a mentira? Era como si me hubiese mentido, a mí y a los demás. No entendía la seguridad con la que me había enfrentado a Cindy, tan segura de saber su nombre... ¿Ella lo sabrá? ¿Debería preguntarle?

Mi respiración se hace cada vez más lenta. Mis memorias se van desvaneciendo, y por cada respiración me olvido más quién soy...

Olvido mi nombre, quien he sido. Olvido lo que he hecho, olvido mis pesadillas, mis tormentos, olvido la familiaridad que me provocan las personas que recién conozco, olvido a mis padres, olvido dónde estoy y me olvido de todo el dolor. Por fin me siento mejor. Por fin puedo respirar y dejar de pensar.

(...)

9 días.

Nueve días habían pasado desde la última vez que volví a ver a Axen o Cindy. Desde que vi a Avalon en el bar.

El diario de Axen ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora