Promesa

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"Yo, Ernest Schmidt, hijo ilegítimo de Volkhard von Arundel, conocido solo por algunos como Thales, te juro lealtad ahora y en el futuro, con el fin de lograr tus metas y objetivos. Ahora y siempre; tienes mi palabra" había dicho recién Ernest a Byleth. Ella se encontraba en una situación extraña: jamás había recibido un signo de lealtad de ese tipo. Tampoco lo habría esperado. Ese chico era simplemente un rival. Uno muy fuerte, claro está. Pero ella no esperaba ese nivel de "respeto".

Ehem... —Byleth no podía juntar las palabras para hablar.

—Te escucho, Byleth... —la mirada dura y fría de Ernest se había tornado tierna.

— Yo, Byleth Eisner, te juro que serás mi aliado de confianza en esta interminable lucha por la paz. Juntos traeremos un futuro de prosperidad y armonía a esta tierra, y la defenderemos contra aquellos que buscan destruirla. Con la Diosa como testigo, deseo que esta promesas nos una hasta el final.

—Qué... Formales hemos sido, pareciera —dijo Ernest, para luego reír un poco—. Disculpa... Mi actitud. Saqué mi lado "asesino" contigo. Necesitaba convencerme para poder enfrentarte con todo.

—No te preocupes, Ernest —respondió Byleth con una leve sonrisa en el rostro. Has demostrado que eres un oponente formidable y sé que tu habilidad será una gran ventaja para la lucha que tenemos por delante —ella se sobó un poco la cabeza, buscando cómo continuar—. Pero preferiría ver ese lado tuyo de "asesino" solo cuando sea absolutamente necesario. ¿De acuerdo?

—Es verdad, profesora —el chico se quedó mirando el suelo mientras se levantaba—. Me dejé llevar en varios sentidos hoy. Digamos... Que estoy algo fragmentado. Mi personalidad de hoy no es la que intento mostrar diariamente... Sólo espero no haber ofendido demasiado a Hilda. No tenía por qué ofenderla.

—Ah, no te preocupes por eso —dijo Byleth, con su típica expresión calmada—. Hilda es muy buena para mantenerse firme, pese a lo perezosa que puede parecer en el exterior.

—Me llevé esa impresión también —respondió Ernest—. Creo que por eso usé lo de su hermano.

—Bueno... Es importante pensar antes de hablar. Si vuelves a caer en eso, puedes consultarme. Siempre estaré...

—Gustosa de aconsejar a mis estudiantes, ¿cierto? —respondió el chico, risueño—. Te tomaré la palabra... A decir verdad, no es que tenga mucho tacto con las mujeres

—Eres gracioso... Eso debo concedértelo —respondió la profesora, guardando su espada—. Las mujeres también somos personas, por obvio que parezca. Debes ser respetuoso y amable, como con cualquier otra persona, a decir verdad. Y bueno, si no estás seguro de cómo hacer algo, te repito: puedo aconsejarte. No soy un ejemplo en esa área, pero a medida que aprendamos será más fácil.

— ¿Juntos? Ehmm... Sí, está bien aprender a tratar a las personas; sí.

Aquella respuesta de Byleth tomó por sorpresa a Ernest. No sé había puesto a pensar en ella como mujer, al menos hasta ese momento. No pudo evitar sentir un poco de nerviosismo. No era para menos; Byleth era, además de una gran guerrero y profesora, una mujer hermosa. Su cabello de tonalidad azul, su cara de rasgos finos, su piel tersa pese a las heridas de combate y su figura atractiva era algo que no le era indiferente a nadie.

Mientras tanto, Byleth observaba a Ernest con detenimiento. No entendía su actitud calmada e incluso algo tímida de ahora. "¿En verdad está tan disociado o fragmentado? ¿Qué tan traumático habrá terminado siendo su niñez para caer en esa condición?" pensó ella, mientras miraba fijamente al joven. Aunque debía dejar de mirarlo tanto. Era su profesora, mal que mal.

—Me preguntaba, Ernest... —Byleth habló para intentar romper el hielo—. ¿Cuándo fue la última vez que usaste estas "artes" asesinas?

—Ehm... —a Ernest le costó mucho responder a esa pregunta—. Hace unos cuatro años, Byleth. Todavía me provocan horribles recuerdos esos últimos días como asesino.

Luz y Oscuridad: Una historia de Fire Emblem Three HousesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora