El bastardo de la oscuridad

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Byleth no entendía nada en lo absoluto. Parecía que ese estudiante nuevo era una caja de sorpresas, o peor aún, una "caja de Pandora". Sintió un leve escalofrío, pese a no entender de forma alguna los detalles. Era esperable sentirse así, debido al rostro sombrío que volvía a mostrar su estudiante.

—¿Arundel? ¿Tu padre? —fue todo lo que pudo articular Byleth.

—Correcto, profesora —respondió Ernest, con una voz monótona—. Asumo que debe haber oído hablar de él.

—Digo... Sólo de nombre —respondió la profesora, confundida—. Al menos he oído que es el tío de Edelgard y el Canciller del Imperio. Eso es lo que me ha dicho ella misma. Pero no sé mucho más, ya que no tengo mucho tiempo de establecer una relación con las Águilas Negras. Sin embargo, ella se me acerca bastante seguido a conversar conmigo.

—Porque te ama con locura, Byleth —respondió Ernest, volviendo a mostrar una cara risueña—. Pero no vinimos a hablar sobre a quiénes le gustamos. Hay más cosas que debes saber al respecto, y ahora sólo alcanzaré a contarte parte de ellas.

—Oh... Está bien —por primera vez Byleth se veía avergonzada—. Sigue.

—Volkhard fue un joven bastante "inquieto". Tuvo una aventura con una criada, una muy hermosa. Ella escondió tan bien su embarazo que no se hizo evidente hasta que ya estaba por concebir. Fue inevitable que debía parir en secreto. Y, debo decir que mi madrastra era una excelente partera. Aparte de tener una red especial de contactos para ocultar a los niños. Más bien, venderlos a un buen precio.

—Qué... Perturbador lo que me cuentas —comentó la profesora.

—Bueno... Y eso que recién comencé —Arundel se lavó las manos de todo este asunto, a decir verdad. Mi madre atravesó el continente hasta la Alianza para poder parir. Ella desapareció. Básicamente escapó de todos y me dejó ahí tirado. No sé todavía que vio en mí Raquel que me adoptó como su hijastro.

—De seguro... Que fuiste un bebé muy lindo —Byleth se dio cuenta de haber hablado sin pensar.

—Creo que fue lo mismo que me dijo ella —Ernest rio de forma animada al escuchar a su profesora—. Bueno... Allí me críe hasta eso de los seis años. Un día, el señor apareció. Era un sujeto de mirada oscura y fría. Cuando se me acercó me dio esta daga y me dijo "Has de usarla. Será tu mejor amiga y tu fuente de alimento. Serás el mejor usándola, porque llevas el talento para ello en tus venas".

—¿En tus venas? —preguntó Byleth, mirando a Ernest seriamente—. Quizás no se equivocó, después de todo. Quizás vio tu talento.

—No lo sé... No creo que sea talento. Creo que fue mi sangre.

—Tú sangre... ¿A qué te refieres con eso?

—Mi padre es Thales, y no es un humano —declaró Ernest, apoyando sus codos en sus piernas y su mentón en el dorso de sus manos juntas—. Thales es Agarthiano, de aquella raza que juró destruir a los hijos de la Diosa. Es el líder de una agrupación que algunos gustan llamar "Las Serpientes de las Tinieblas", que no es una especie de eufemismo para definir la mierda que realmente son.

—Agartha... —Byleth repitió una de las palabras de Ernest, mirando al suelo—. Pero esa es la raza de la que se habla en algunos libros. Muchos dicen que fueron exterminados por Sothis.

—Otras fuentes comentan que se escondieron bajo tierra —respondió el chico—. Y vaya que lo hicieron, como las bestias rastreras que son. Sin ofender a los animales que viven bajo tierra, claro está.

—¿Él te enseñó a matar?

—No... Aprendí solo. De verdad, por más que me negara a sus palabras, el bastardo tenía razón. Estos Agarthianos tienen un talento innato para matar. Aunque Thales dijo estar sorprendido por mis aptitudes.

Luz y Oscuridad: Una historia de Fire Emblem Three HousesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora