El enemigo interno, Parte dos

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Byleth pudo darse más tiempo para espantarse con la situación. Su mente consideró que el evento fue una oportunidad para que ella pudiera arremeter contra el monstruo. Usando su Espada de la Creación, la profesora degolló al monstruo, logrando hacerlo caer.

La criatura se retorció hasta que dejó de moverse. Luego de aquello, el cuerpo de la criatura se desvaneció y sólo quedaron los restos desfigurados de Miklan junto a la Lanza de la Ruina.

—¡Marianne, usa tu magia para auxiliar a Ernest! ¡Ahora! —ordenó Byleth a la chica.

—¡A-a la orden!

Ernest recibió un hechizo de sanación por parte de Marianne. Ernest se sentó luego de un par de aplicaciones de dicho hechizo. Si bien el veneno no afectó mucho al muchacho, la quemadura se veía terrible.

—Tranquilos... Creo que sobreviviré.

—Amigo, esa quemadura está bastante fea —dijo Claude—. Tenemos que poner una cataplasma para que esta herida no se infecte.

—Nah, yo me las puedo arreglar. No es primera vez que peleo contra bichos así.

—Te dejarás tratar las heridas sin reclamos —dijo Byleth, con una mirada ofuscada—. Es una orden.

—Así será... —respondió el muchacho—. Gracias por toda tu ayuda, Marianne.

—S-sí... Ernest—respondió la mujer de cabello celeste, avergonzada—. No... Hay de qué.

Una vez que Marianne trató las heridas de Ernest, ya estaba todo listo para partir. El grupo dejó la torre, que quedó maltrecha con la intensidad de la batalla. Ernest era llevado por Claude.

Los estudiantes subieron a sus carros. Ernest se quedó acostado en el carro dispuesto para los heridos de la misión, que afortunadamente eran tan pocos que sólo se requirió un solo transporte para ello.

Ya era de noche y el frío y humedad en los territorios del Reino molestaban a aquellos estudiantes acostumbrados a condiciones climáticas más agradables. Ernest dormía con dificultad. Pareciera que su quemadura era más profunda y eso causaba más daño, aunque el dolor no fuera tanto como con una quemadura superficial.

El muchacho se agitaba mientras dormía. Al parecer estaba soñando. Recordó un paramo en llamas, con mucha gente muerta o agonizando. Los estandartes del Reino se veían. Personas de tez clara y morena se repartían en el suelo con un barro rojo por la sangre derramada.

Ernest pudo ver solo a un chico rubio de pie, disociado por la terrible escena. Lo tomó rápidamente y se lo dejó a un sujeto de Duscur, quizás ambos de la misma edad. Les ordenó huir en el acto. Luego, vio a un hombre rubio de barba maldecirlo de todas las maneras posibles. "Salvar a mi hijo no te redimirá. Tus manos estarán manchadas por siempre con la sangre de este reino. Y te juro, pendejo... Te juro que él volverá y te arrancará la cabeza, maldito engendro del demonio."

Ernest despertó confundido. Notó que lo llevaban en una camilla. Byleth y Claude lo acompañaban a cada lado. No podría responder bien. Se sentía confundido y afiebrado. Seguro que su herida se había infectado. Pensó en lo estúpido que había sido.

—Ja, qué pendejo soy —dijo Ernest mirando a la nada.

—No hables, amigo. Las cosas no van bien —respondió Claude, con mirada de preocupación

Byleth iba callada y seria. No miró por siquiera un instante a Ernest. Parecía preocupada, pero fría al mismo tiempo. Ernest volvió a desvanecerse. Cuando volvió a despertar, notó que era tarde, muy tarde. Estaba en la enfermería, por lo que pudo notar. No había gente en las camillas. Al parecer los otros heridos no eran de gravedad.

Luz y Oscuridad: Una historia de Fire Emblem Three HousesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora