ELEMENTOS DE MODERNIZACIÓN VOL1/ 3

CAPITULO XII

Los siguientes cuatro días fueron un infierno. No dormía. No podía comer. Incluso el sábado y el domingo, trabajé en casa, pero todo me recordaba a él. Aún tenía ropa y un par de zapatos en mi casa, y yo
esperaba que me llamara preguntando si podía venir a buscarlos. Nunca lo hizo.
Le dejé un mensaje el segundo día, diciendo que lo sentía por ser un imbécil dominante. No me devolvió la llamada. Fui a su apartamento. Él no estaba en casa. O fingió no estar.
Me sentía jodido y patético.
Kai llegó por la noche del domingo. Entró, me dio un vistazo y negó con la cabeza.

-"Jesús. Y pensé Jimin parecía una mierda."
Me senté más erguido.
-"¿Lo has visto? ¿Está bien?"
-"Está bien."- respondió Kai, y sus palabras me dolieron.
-"Oh."- dije en voz baja.
Entonces me di cuenta de que eso era bueno para Jimin.
-"Bien, que bueno, supongo. Me alegro de que esté bien."- Casi no sonaba convincente. -"¿Dijo algo sobre mí?"- Le pregunté, y me arrepentí casi de inmediato.
-"Ni siquiera lo pienses"- dijo Kai rotundamente.
Se apoyó en el mostrador de la cocina y se cruzó de brazos.
-"No pienses en ponerme en medio de esto, porque ni siquiera voy a ir allí.
No me obligues a tomar partido. Los dos se metieron en este lío."
Suspiré y froté mi mano sobre mi cara.
-"Me parece bien."- Entonces admití, -"Fue mi lio. La cagué."
Kai ni siquiera pestañeó al oírme maldecir.
-"Lo sé. Él me lo dijo."
-"¿Todavía está enojado conmigo?"
Kai resopló.
-"Tú lo has conocido, ¿verdad? Es un terco, santurrón. Por supuesto que todavía está enojado."
Asentí con la cabeza.
-"No debería haber hecho lo que hice."
-"Sí, debías."- dijo Kai. Su tono era más suave. -"Pero tal vez debiste decírselo primero."
-"Lo sé."- le dije, suspirando de nuevo.
-"Él pidió un poco de tiempo."
-"Entonces dáselo."
Asentí, pero no dije nada.
-"Jesús, la verdad es que estás mal, ¿verdad?"
Miré a mi hijo.
-"No me esperaba esto."- le dije como una pobre respuesta. -"No me lo esperaba a... él."
Kai exhaló con fuerza, se acercó a mí en el sofá y se echó.
-"Que tal, ¿pizza para la cena?"
Sonreí a la bienvenida distracción.
-"Suena bien."
Kai no mencionó a Jimin de nuevo, pero vimos un poco la televisión y hablamos, fue agradable. Fue amable de su parte, sabiendo que no tenía a nadie más con quien pudiera hablar de esto, porque nadie más sabía que Jimin y yo estábamos juntos.
No es que estuviéramos realmente juntos, tampoco. Nunca habíamos hablado de nada, nunca nos habíamos puesto una etiqueta a lo que teníamos. Solo éramos... nosotros. La realidad de que nunca fuimos oficialmente nada, me hizo darme cuenta de lo estúpido que había sido. Nunca le había dicho abiertamente lo que sentía.

El lunes, después de que dejé otra patética disculpa, apenas susurrada, en su correo de voz me pasé todo el día mirando la ciudad, a la espera de que la llamara. Nunca lo hizo.

Para el martes, yo mismo me convencí de que todo lo que habíamos tenido estaba acabado, que era un imbécil y me merecía su silencio. Sabía que lo que había hecho estaba mal, la forma en que había terminado estaba mal, y tenía que recomponerme.
Llegué al trabajo determinado a ser productivo, e iba bien.
Enterrarme en el trabajo para evadir mi vida había funcionado durante veinte años, así que realmente no debería ser difícil. Abrí archivos, abrí mi portátil, y por unas horas, me las arreglé para no mirar fijamente al espacio.
Justo antes del almuerzo, Yeobeen llamó a mi puerta, la abrió y sin que se lo dijera se apartó. Jimin entró, vestido con su traje de negocios, se veía muy serio.
Su barbilla levantada, y con determinación en los ojos.
Tuve que dejar mi pluma y cerrar la boca. Le había echado mucho de menos.
Sólo con verlo mi corazón se apretó.
Me llené a partes iguales con la esperanza de que él estaba aquí para decir que me perdonaba, y con el temor de que él diría que ya no habría nada más.
Yo estaba esperando oír un adiós.
Y cuando Yeobeen cerró la puerta y Jimin se sentó frente a mí, después de querer verlo y hablar con él durante cuatro putos días, no estaba seguro de que quisiera que dijera nada. Oírle decir que se acabó, lo haría algo definitivo.