Capitulo 11

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Lauren

—¿Estás segura?

Camila echó un vistazo al primer nido, en el que tres huevos descansaban sobre el heno.

—Sí. Solo tienes que cogerlos y meterlos en la cesta.

Pensé que recoger huevos sería algo fácil para empezar, pero ¡Dios bendito!, empezaba a preguntarme si incluso eso era demasiado para ella. ¡Era tan de ciudad! Sin embargo, estaba mona con los vaqueros, la camisa de cuadros y el pelo trenzado sobre la espalda, aunque las botas eran ridículas. Parecían sacadas de una película sobre una niña rica a la quien regalan un poni. Al menos, no se había maquillado.

Pero, por muy increíble que pareciera, se había puesto el collar de perlas.

Me iba a dar algo.

—Venga —apremié, más molesta conmigo que con ella—. Cógelos, hay mucho que hacer.

—¿No se enfadarán? —Miró alrededor del gallinero y observó nerviosa las gallinas a nuestros pies.

—No, están acostumbradas.

—Vale. —Estiró la mano, agarró dos huevos y los metió con cuidado en la cesta—. ¡Lo conseguí! —dijo y sonrió orgullosa.

Estuve a punto de devolverle la sonrisa, pero me contuve.

—Bien hecho. Ahora sigue o perderemos todo el día.

Cogió el tercero y lo dejó con los otros dos, luego se los quedó mirando.

—¿Las gallinas marrones ponen huevos marrones y las blancas ponen huevos blancos?

—No. Se sabe de qué color son los huevos de una gallina por sus orejas.

Abrió los ojos de par en par.

—¡No me lo creo!

—Sí. Venga, date prisa. Así.

Me acerqué al siguiente nido, saqué los tres huevos con una mano, los metí en la cesta y pasé al siguiente.

—Sí que se te da bien.

—Tengo práctica. Te toca el siguiente.

Pasó delante de mí, se inclinó y miró dentro de la caja.

—Hay alguien dentro.

—Pues mete la mano debajo y saca los huevos. —Hice un esfuerzo titánico por no mirarle el culo.

—No sé si debería. Me mira mal.

—Por el el amor de Dios, quita. Ya sigo yo.

La agarré por la cintura y la aparté a un lado para que no me molestase, pero en cuanto la toqué, ya no quise soltarla.

Y como soy gilipollas y tengo una voluntad de mierda, no lo hice. Me quedé con las manos en su cintura un par de segundos de más.

—¿Lauren? —Me miró por encima del hombro, confundida.

Bajé las manos.

«¿Qué cojones haces?».

—Dame la cesta —ordené con brusquedad y se la arranqué de la mano.

Se dio la vuelta.

—¿He hecho algo mal?

—No.

Me alejé y empecé a recoger los huevos que quedaban, cabreada conmigo misma.

«Esto ha sido una mala idea».

***

Fue un día largo.

Después de Caer (Camren Gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora