II. Necesito verte

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Una semana después las cosas volvieron a repetirse bastante similares que el fin de semana anterior en la Bresh. Otra vez Spreen y Carre habían ido a la fiesta con dos grupos diferentes, y otra vez se habían vuelto inseparables en toda la noche desde que se habían encontrado y decidieron juntarse todos.

Todo seguía diferente entre ellos, como si los días que existieron en el medio no hubieran pasado, con la tensión que se había creado en su burbuja que compartían totalmente intacta desde el sábado anterior. Sin que ninguno de los dos se diera cuenta de todo eso sin embargo.

El alcohol que habían consumido esas noches era el principal culpable de que nada de lo que hicieran o dijeran fuera conscientemente. Ni siquiera los palos que esa noche habían empezado a tirarse descaradamente eran algo de lo que se dieran cuenta. Por suerte para ellos, tampoco sus amigos, que eran incapaces de escuchar nada de lo que se decían por el fuerte volumen de la música, y ciertamente tampoco les estaban prestando tanta atención, cada uno estaba en la suya.

– A ver dame los lentes – Spreen le sacó con cuidado los anteojos de sol que Carrera estaba usando esa noche porque combinaban con su outfit para ponérselos él. – ¿Y? ¿Cómo me quedan? – preguntó posando en broma.

– Cómo te van a quedar hijo de puta. Como todo, bien. – le respondió riendo.

– No todo me queda bien – se quejó después de reírse. El alcohol, aparte de todo lo demás, había logrado también aflojarles la risa, haciendo que suelten carcajadas hasta por las cosas menos graciosas.

– Qué no – dijo exasperado. – Con la cara linda esa que tenés todo te queda hermoso – agregó un poco más en serio con una sonrisa en los labios. – Hasta estos lentes te quedan mejor que a mí.

– Que flasheas – volvió decir entre risas. – Te quedan mejor a vos, mirá – le puso de nuevo los lentes al castaño, aunque no hubiera manera de que Carrera pudiera verse a él mismo en ese momento. – No pará, mejor no – dijo sacándoselos nuevamente.

– ¿Eh? Ves que me quedan mal – la actitud de Spreen le causaba gracia.

– No es eso pelotudo, pero mejor que no los uses así se te ven los ojos – le explicó como si fuera algo obvio a lo que se refería.

– ¿Y para qué se me tienen que ver los ojos? – preguntó con el ceño fruncido, aún con una leve sonrisa en sus labios que era imposible de borrar cuando estaba con el pelinegro.

– Porque son lindos – si no hubiera tan poca luz en el lugar, las mejillas enrojecidas de Spreen hubieran sido más que notorias para su amigo. No era común en él hacer halagos, por eso lo tomó al más bajito por sorpresa, mucho menos acerca de una característica física y todavía menos a un hombre.

– Justo vos lo decís conchudo, con los tremendos ojos que tenés – empujó levemente el hombro del contrario.

– ¿Y eso qué tiene que ver con que tus ojos sean lindos? – se acercó innecesariamente aún más de lo que ya estaba durante toda la conversación para que lo escuchara. Sus cuerpos eran como imanes que se atraían constantemente, como si fuera imposible dejar de tener algún tipo contacto con el otro todo el tiempo por más mínimo que fuera.

Rodrigo no supo que responder a las palabras de su amigo, simplemente le salió soltar una risita y mirar hacia el suelo un momento algo tímido antes de volver a levantar la vista para continuar bailando como hasta entonces cuando había comenzado ese extraño ida y vuelta que acababan de tener.

No duró mucho ese momento, porque enseguida apareció Goncho ofreciéndoles unos tragos y rompiendo con ese ambiente algo raro que se habían creado, que no lograban descifrar qué era. Un poco agradecían que hubiera sucedido.

Poca Luz | Spreen x CarreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora