VI. Una vez a la semana

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Las respiraciones agitadas, la piel rozando con piel, los besos desesperados devorando los labios ajenos.

Cuando Carrera llegó a la fiesta ni Spreen ni él sabían cómo iba a terminar la noche, pero ahora, con el más alto encima suyo en una cama, estaba seguro de que esa no era lo que ninguno de los dos había imaginado.

Al menos al principio, cuando se habían saludado con un abrazo y una sonrisa junto a todos sus amigos, muy poco alcoholizados todavía. Poco después, con ya más alcohol en sangre no necesitaron más que intercambiar un par de miradas para saber que algo de lo que creían que estaba como siempre ya no era el "como siempre" de antes, el de hace más de unas semanas atrás, cuando todavía no habían tenido sexo ni se habían tirado nunca onda en serio.

Lo notaron en cuanto terminaron uno junto al otro sin siquiera planearlo, bailando en un grupo de gente que podría estar o no que ellos a penas lo notarían. Otra vez encerrados absolutamente en esa burbuja de la que formaban parte sólo ellos dos, y en la que nadie más era capaz de entrar cuando la formaban.

Haber ya tomado un poco ayudaba, ninguno de los dos se sentía incómodo a pesar de recordar perfectamente lo que pasó en ese mismo lugar apenas siete días atrás. Las miradas que compartían de vez en cuando de hecho indicaban lo contrario a incomodidad, más bien unas ganas que habían vuelto a reprimir después de la charla que habían tenido en la que ambos estuvieron de acuerdo en dejar atrás lo que había pasado y seguir siendo amigos como siempre.

Pero ahora que se habían probado parecía que eso era una tarea absolutamente imposible.

Sin siquiera saber cómo o cuándo, terminaron nuevamente solos, esta vez en el baño del lugar, comiéndose la boca con unas ganas irrefrenables.

– Pará – se separó levemente Carre en un momento de cordura, y Spreen sintió un deja vú de la primera vez que se habían besado. – ¿Estás seguro de esto? – si una vez no había arruinado las cosas no quería que por repetir terminara haciéndolo.

– Me parece que si los dos terminamos acá es por algo – rio levemente el pelinegro, haciéndolo sentir ligeramente su aliento sobre sus labios. – ¿Vos no querés?

– Sí, obvio que sí – y la inseguridad que pudiera haber aparecido en Spreen se esfumó al instante. – Tenés razón, no sé por qué estoy pensando tanto. No es momento para pensar en nada – sonrio acercándose nuevamente a los labios contrarios, tomando el inferior con los suyos y retomando el beso que tontamente había detenido.

No necesitaron hablar más entonces. No eran necesarias las palabras cuando sus cuerpos hablaban solos. Habían disfrutado tanto lo que vivieron hacía una semana que quisieron repetirlo casi que por inercia, como si una fuerza los llevara al otro sin que pudieran controlarla.

Y tampoco es que pretendieran intentar hacerlo. Simplemente se dejaron llevar, esta vez más conscientes de lo que estaba pasando, pero sin dudas de que era lo que querían.

Así se volvieron a escapar de la Bresh sin que nadie los viera, sin avisarle a nadie, y fueron una vez más al departamento de Spreen donde ahora se encontraban disfrutando plenamente. Carre debajo suyo, con las piernas enredadas en su cintura, rasguñando apenas su espalda con sus cortas uñas mientras el vaivén de las caderas del pelinegro se repetía a un ritmo casi tortuoso una y otra vez, mientras sus labios (ya hinchados y rojos) seguían buscando encontrarse entre gemidos compartidos y respiraciones agitadas.

Suspiraron casi al unísono cuando terminaron y cayeron rendidos, cada uno en un lado de la cama. Esta vez, no se quedaron dormidos al instante. Se mantenían ahí, boca arriba mirando el techo en absoluto silencio, en una habitación en la que sólo resonaban sus respiraciones aceleradas intentando acompasarse.

Poca Luz | Spreen x CarreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora