XIV. Esto es más algo de dos

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Caer en que estaban encerrados en ese baño y no saber cuándo podrían salir automáticamente había hecho que el humor de Carre empeorara aún más después la pelea que había tenido con Spreen un rato más atrás. Lo que menos quería en ese momento era estar entre cuatro paredes con el pelinegro, no tenía nada de ganas de hablar con él.

Suponía que sus amigos se cansarían en algún momento, esperaba que rápido, y los dejarían salir. Mientras tanto, no pensaba emitir ni una sola palabra porque con su humor sabía que sería para peor, así que se dirigió tranquilamente hacia los lavamanos y pegó un pequeño saltito para sentarse ahí a esperar, mientras balanceaba sus piernas que quedaron colgando a una considerable distancia del piso.

Spreen miró atentamente cada uno de sus movimientos, estar borracho no lo ayudaba mucho a pensar rápidamente, y recién cuando el más bajito se había acomodado entendió qué era lo que estaba haciendo.

– ¿No pensás hablar conmigo? – preguntó finalmente, caminando hasta quedar de pie frente a él. No obtuvo respuesta alguna. – ¿Posta me vas a ignorar boludo? No nos van a dejar salir si no hablamos.

– ¿Solamente para poder irte querés hablar las cosas? – ahora sí habló, molesto, levantando la vista para que sus ojos se encontraran con los color café.

– Si no soy yo el que te está ignorando boludo, yo nunca dije que no quería hablar – en el fondo era gracioso para el castaño escuchar la forma de hablar de Spreen, se le patinaban las palabras. En otra situación se estaría riendo de él. – Pero si vos no hablas yo sólo no puedo – se cruzó de brazos, frustrado.

– No quiero hablar con vos en ese estado.

– ¿Qué estado? – y la forma en la que lo dijo demostrando exactamente a qué se refería hacía más graciosa la situación, aunque no le saliera reírse en ese momento.

– Estás muy en pedo amigo – Spreen frunció el ceño ante la última palabra.

– No me gusta que me digas así – ahora era él el que sonaba molesto.

– ¿Y cómo querés que te diga? Eso es lo que somos – el tono de voz se iba elevando poco a poco.

– No sé pero así no – el pelinegro también elevó la voz, estaban los dos casi gritando.

– Ves que sos un estúpido – gritó ya en un tono de vos más fuerte. – Te tengo que bancar haciéndome planteos en pedo cuando no sabés ni qué querés ni nada – ya había perdido la paciencia, por eso precisamente no quería hablar con él en ese momento, no quería pelearse pero parecía ser inevitable.

El ambiente se iba calentando cada vez un poco más, y para nada en el buen sentido de la palabra.

– No son planteos sin sentido – se quejó también a los gritos.

– Sí, nada de lo que decís tiene sentido Spreen, ¿no te das cuenta? – se bajó de donde estaba sentado, poniéndose de pie cerca de donde estaba parado el otro.

– Tiene mucho sentido, lo que pasa es que vos no te das cuenta – seguía gritando, mirando cara a cara al más bajito.

– ¿De qué me tengo que dar cuenta? – preguntó también gritando, totalmente frustrado por esa conversación que sabía desde el principio que no iba a ir a ningún lado. – Me hacés escenas toda la noche y cuando te pregunto no me decís nada.

– Si sabés que a mí me cuesta decir las cosas – nunca se habían gritado de esa manera entre ellos.

– ¿Entonces para qué lo hacés? – gritaban uno por sobre el otro, sin siquiera escuchar del todo lo que el otro estaba diciendo. – No me hables directamente.

Poca Luz | Spreen x CarreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora