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-¿Hola?¿Hay alguien aquí?- camino entre la hierba, estaba en un campo, todo era tan bonito y lleno de vida. Los pájaros cantaban, las brisa golpeando su cara y haciendo que su cabello ya un poco más largo se levantará, el pasto parecía brillar con los rayos que le daba el sol. Solo apetecía tirarse al suelo y descansar un largo rato.

Pero Einar no lo haría, aunque estuviera muy cansado. Buscaba a alguien conocido pero solo estaban los pajaritos y su soledad. Camino por un largo tiempo, tratando de reconocer algo en el lugar para saber dónde estaba. Había llegado a un bosque y después de unos largos, y extenuantes minutos caminando escuchó una voz, o más bien un canto que parecía querer arrullar lo. Camino hacia la melodía, y con forme se acercaba reconocía que canción era.

-You are my sunshine. My only sunshine. You maje me happy.....- al reconocer la voz, busco con desespero el paradero de esta. Corrió en dirección a dónde reconoció que venía la melodía. La forma en la que cantaban la canción hacia que quisiera caer un un largo sueño del que nunca quisiera despertar.

Al llegar a un pequeño claro donde se podía ver un mini lago con sus pececitos. Los árboles parecían danzar con la melodía que escuchaban de parte de una mujer sentada sobre una roca. La cabellera de la femenina brillaba de un color dorado, sus manos parecían estar tejiendo algo, tenía un vestido color azul que le llegaba por debajo de las rodillas y una sandalias del mismo color.

Einar se acercó a la mujer con un nudo en su garganta, estaba seguro de que era ella, tenía que ser ella. Cuando estuvo lo suficientemente cerca y antes de que el menor tocará su hombro, la mayor hablo.

-Einn, hijito mío.- la mujer se volteo, quedando cara a cara con el rubio. Al más pequeño se le cristalizaron los ojos en el instante en que vio a la rubia, y un pequeño sollozo salió de entre sus labios.

Sin pensarlo dos veces abrazo a su madre, está correspondió al gesto y rodeo al menor con sus brazos.

-Ya, ya no llores. Estoy aquí. Nada te va a pasar, mi niño.- su voz era dulce y serena. El rubio sollozaba entre el abrazo, tratando de aferrarse lo más posible a su madre. Recuerdos de lo que pasó pasaban por su mente y el quería librarse de ellos. Ella estaba ahí, no necesitaba volver a la realidad, aunque supiera que esa solo era una fantacia.

-¿Mama?...-

-Si, mi niño-

-No te vayas, por favor. Te necesito. No puedo enfrentar a este mundo sin ti.- dijo con su voz rota y lagrimeando.

-Oh, mi pequeño Einn. Yo siempre estaré contigo, siempre te acompañaré y aunque tú no me veas, siempre estaré cuidándote. Eres un pequeño muy fuerte, se que vencerás esto.- dijo mientras agarraba las mejillas del menor sin lastimarlo.

-No, no quiero irme sin ti. No puedo. No quiero. Por favor, mami- negó repetidas veces con su cabeza.

-Lo siento mi niño, pero yo ya pertenezco aquí. Tu perteneces al otro mundo. Tienes que luchar, vencer a ese mundo, tienes que crecer fuerte y valiente. Ahora ve, pero siempre recuerda. Te quiero, Einn.-

La silueta de la mujer empezó a desvanecerse. El niño intento aferrarse a ella pero parecía como si intentará sosteniendo al aire, era imposible.

-No, no, no. ¡Mama por favor no me dejes!. ¡No te vayas!- grito con desesperación y los sollozos no se hicieron esperar cuando la mujer ya no se vio más.

La había perdido otra vez.

Despertó de repente, sudor bajaba por su frente y su respiración estaba agitada, aún estaba en aquella celda que compartía con el castaño, todo estaba oscuro, ni un solo sonido proveniente del lugar. Había tenido otro sueño más donde veía a su madre, ya iban más de 3 está semana, estaba agotado. Cerró sus ojos azulados y lágrimas cayeron de estos. Hasta en todos sus sueños ella se iba, siempre la perdía y se quedaba solo.

Let's Survive TogetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora