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Una noche de lluvia Mināru había salido de casa, la razón era inexistente, solo quiso salir y despejarse aunque fuese a enfermar más tarde

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Una noche de lluvia Mināru había salido de casa, la razón era inexistente, solo quiso salir y despejarse aunque fuese a enfermar más tarde.

La luna llena se disipó con la neblina, y ahora era lluvia la que le tapaba la vista. Minutos bajo la tormenta sintió el chakra que nadie podía comparar.

—¿Qué hace aquí?— susurró sin gana.

—He tenido una misión...— masculló limpiando las gotas que caían con fuerza —Siempre que tengo una paso por las noches para ver si estás en casa, ver si estás bien o no— confesó sin despegar la mirada de su pupila —¿Te ha tomado por sorpresa saberlo?— inquirió con una risita al ver su rostro rojo, que incluso bajo la lluvia tormentosa ardía a mares.

—N-No. O-Osea sí... Pero da igual, váyase, seguro querrá descansar después de su misión, ¿no?— ella miró al cielo, cerrando sus párpados.

Las gotas bajaban por la sien de Kakashi, en su cabello despeinado gracias a que su banda no estaba allí. De no ser por su figura fornida y tan bien complementada no se hubiese enamorado más de lo que ya estaba Mināru de este.

—De hecho yo... yo quería quedarme contigo, sigo sin conciliar bien mi sueño al tenerte lejos. No es para nada acogedor que me veas u hables de esa forma, Minā.

—Huh... vaya, Kakashi-sensei, me hace llorar de la pena. Verá, usted no es el único que sufre aquí— jugó perezosa con sus llaves al recomponerse. Las gotas de la lluvia seguían bajando y bajando por el cuerpo de los dos, mojando su ropa más rápido de lo pensado.

—¿Crees qué no lo sé?— se acercó decidido a ella. En un intento por acorralarla interpuso su mano a un lado de su cuello, lo mismo del otro lado. Antes de sus acciones había tomado la llave entre sus dedos.

—Ka-kashi...

—Dime— los centímetros habían sido acortados inevitablemente gracias a su acción.

Él ya no se iba a reprimir más.

—Aléjate, estamos en la calle y-

—¿Y eso qué? A tí no te hizo molestia alguna invitar a Naruto y Sasuke a la cita donde te declaraste— bramó enfadado.

Mināru entendió la razón de su enojo; la forma de ser tan cruel de Hatake ese día.

—Eres un jodido estúpido— escupió con un sentimiento amargo en su garganta, pero sigo, ella no se alejaba de él, tampoco podía.

—¿Por qué? Dame razones, Minā— pidió, exigió que ella diera respuestas.

—¡Esa! ¡Esa es una maldita razón! La forma en que me llamas Minā... tan dulce, tan suave que...— se calló inmediatamente, observó a otro lado.

—Termina la oración— habló enderezando su mirada. Más tarde volvió a bajarla.

—Q-Que me... hace gustar más de ti— con sonrojo y temblorosa perdió la razón de sí.

Nuevamente se abrió a su sensei. –"¿Tan estúpida se había vuelto, o la lluvia le estaba dejando así?"–

Las manos interpuestas de su oponente pelo de plata seguían intactas, sin titubeo alguno por su parte; dejando ver su pura rigidez en su actuar.
Hatake Kakashi no se andaba con rodeos, algo necesita u quería conseguir.

—¿Por qué Kakashi? ¿Por qué haces esto? ¿No se supone que no sientes nada por mí?

—¿Quieres ver con lujo de detalle lo que puedo yo hacer? Porque si tu idea es dejar a vista suelta a nuestro equipo lo que pasa entre tú y yo, entonces déjame decirte, no será así. Tengo mis condiciones— farfulló contra su nariz de punta suave.

Su palpito incrementó, tan considerablemente que quizá tratase con un paro cardíaco, pero no ahora para su agraciada vida.

El jugueteo del contrario con sus labios fue agonizante para ella; deseó por segundos poder saborear sus labios, incluso si no era tras la máscara.

—Entremos a tu hogar, prometo darte lo que esperas Mināru— él dijo. Tras la mente de la nombrada pasaron miles de cosas, pero ninguna fue de segundas intenciones.

Kakashi no era así.

La tosca manera de ser del mayor se notó en la forma de abrir la puerta; su desesperación era igual a la de su alumna. Eran dos exasperados batallando con su deseo mutuo, un deseo de probar sus labios y tocar su piel de una manera sana y primitiva; que quizá acababa como todos los días... en ellos despidiéndose.

Al llegar dentro de casa, Hatake interpuso su dedo entre sus labios, dejando en un hilo de rabia a la chica rubia, cual segundos antes estaba gozando de rozar labios con labios tras la textura de la máscara.

—Kakashi por favor...— ella le pidió, quitando su dedo de ahí.

—Cálmate, lo prometido es prometido... Minā— jaló su máscara hacia abajo con lentitud. La menor de su cercanía gozaba la obra de arte que veía, un rostro de embobada peor que cuando le miraba con su usual máscara. Porque ahora, ella lo tenía sin aquél objeto que tapaba sus rasgos.

Su respiración se agitaba más con el pasar de los segundos, tan desesperantes ocasionados por la pausa premeditada del de cabello plata. Una tras otra respiración se encorvaba más, se ponía de puntillas para alcanzar los labios de su oponente, que con esa miseria lejanía sentía un dolor punzante en su antes mencionado corazón agitado.

Su labio descubierto rozó nuevamente el contrario, pasando su lengua por fuera de estos. Mināru sintió el llamado éxtasis entrar en su cuerpo, y no sabía cómo, no sabía de qué manera, simplemente se dejó llevar por su sensei, su mayor, el de cabellera plata con signo de querer incluso más que simples besos donde rozaban labios; pero su llamado sistema de razonamiento no le dejaría nunca hacerlo.

Las manos delicadas de la rubia posaron tras la nuca de su adversario amante, jugando con el cabello puntiagudo de este, tan tranquila pero tan necesitada a su vez que se le hizo divertido reír al Hatake, esbozando una sonrisa mientras juntaba sus mojados labios con los de la fémina en busca de amar y ser amada por quién tanto deseaba serlo.

—Mināru— como pudo dijo entre besos. Ni ella ni él tenían intenciones de despegarse para murmurar sus nombres.

—Kakashi— su amante de labios húmedos ronroneó poco como gato en celo, y nuevamente buscó pegar sus labios a los de su macho alfa, con características notables de perro.

Y como uno podría imaginar los besos son de deseo, pero estos eran sin la sucia y seductora lengua mojada que cualquiera posea.
Sus labios se juntaban al pasar de un mínimo segundo, ni por asomo dejando un paso abierto para que entrase el mínimo de aire en sus bocas.

Los besos no duran para siempre, tarde o temprano la gata en celo y su perro fiel tuvieron que despegarse —¿Era necesario esto para demostrarte que sí te amo, Namikaze Mināru?— emanó exaltado. Su pecho subía y bajaba, ni hablar la de su pequeña alumna con similitud a un tomate.

—¿Que si lo era? Joder, por supuesto que sí, Kakashi-sama— susurró, utilizando aquél honorífico que erizó la espalda del peliplata.

—¿Que si lo era? Joder, por supuesto que sí, Kakashi-sama— susurró, utilizando aquél honorífico que erizó la espalda del peliplata

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𝐇𝐈𝐃𝐃𝐄𝐍 🝮︎︎︎︎︎︎︎ 𝐊. 𝐇𝐚𝐭𝐚𝐤𝐞.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora