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Me senté en la cama con rapidez, cuando desperté de aquel sueño o más bien pesadilla, limpie el sudor de mi frente tratando de olvidar aquel sueño que me atormentaba siempre.

Mire la habitación que estaba perfectamente ordenada, mis ropas habían sido organizadas en el clóset, rode los ojos sin poder evitarlo.

Me baje de la cama, y decidí darme una ducha necesitaba quitarme toda la suciedad e incomodidad del largo viaje. Agradecía no ser una de esas chicas que tienen que hacerse de todo para que el pelo le quede bien.

Pero más agradecía a mi madre por darme sus genes, había heredado su pelo ondulado igual que mi hermana, aunque yo me parecía más a mi madre.

Así que no tuve que hacer nada más ya que mi pelo quedó perfectamente ondulado, aunque me quedaban bien de la dos maneras ondulados y lisos, pero su forma natural era ondulados.

Salí del baño luego de unos minutos, me vestí con un cómodo vestido azul claro que usaba cuando solo iba a estar en casa.

Necesitaba comer algo, así que me dispuse a salir de la habitación. Todo en esta casa era hermoso, y aunque me sentía algo extraña sabía que pronto me acostumbraré. No puedo decir lo mismo de mi hermana, ella era más complicada que yo.

Rezaba para no perderme el camino hacia la cocina. Necesitaba comer algo urgente. Escuche voces en la cocina, cuando me acerque más pude ver a mi hermana en modo Rapunzel, con un sartén en las manos.

Un chico tomando su mano con fuerza, mientras tenía el ceño fruncido. El chico era bastante alto, su pelo era completamente negro, casi como la noche, supuse que era el hijo de William, Nicholas Leister. Ninguno de los dos había notado mi presencia.

No sabía que estaba sucediendo hasta que vi un perro, mirando a mi hermana como si fuera un bocadillo. Solté una risita sin poder evitarlo, ambos me miraron. Entonces pude apreciar al chico mejor, sus ojos eran hermosos.

Eran de un azul cielo, tan claro como el vestido que llevaba puesto, y contrastaban de una manera abrumadora con su pelo oscuro. Baje la mirada hasta sus brazos, al parecer venía de hacer ejercicio ya que la franela que tenía puesta se pegaba a su cuerpo, y su pelo estaba pegado a su frente.

Era guapísimo, debía admirarlo. Sacudí la cabeza con las mejillas completamente sonrojadas al darme cuenta que me había quedado mirándolo como una estúpida, pero era inevitable.

Vi que Noah ya no estaba en la cocina, y eso hizo que me avergonzara más al darme cuenta que estaba completamente sola con el en aquella cocina tan grande.

to the last beat || nick leister Donde viven las historias. Descúbrelo ahora