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— ¿Vamos Oli? — pregunta Julián en su habitación, armando una mochila con abrigos para él y una manta para Olivia.
Claramente la niña no puede responderle al no llegar ni al año, pero a Julián le encantaba hablarle. Olivia dormía en su cochecito, preparada para ir hasta la cancha.
— Vamos mi amor. — sonríe viendo a la niña dormir plácidamente y empuja el cochecito saliendo de su habitación.
— ¿Se van ya, amor? — pregunta Mariana con una sonrisa dulce.
Amaba ver a Julián apoyando a su mejor amigo, aunque le dolía el saber que por mucho que tratara de ocultar sus sentimientos por Enzo eran demasiado obvios.
— Sí ma, juega Enzo ahora en un ratito. — asiente.
— Cuidate, Juli. No vuelvan muy tarde que se puede enfermar la beba. — asiente la mujer agachandose a ver a la menor.
— Octubre es ma, no hace frío. — niega con una risa. — Además es hijita de Enzo, yo no puedo decir cuando volvemos y cuando no. — asiente.
— Pero lo convences de hacer muchas cosas, muy buenos dones de persuasión heredaste. — ríe.
— Ajá, ajá. — ríe Julián. — Nos vemos ma, te amo. — besa su mejilla y sale caminando con el cochecito hasta la cancha a donde le tocaba jugar hoy a Enzo.
Eran jóvenes, dieciocho años, pero Enzo tenía en claro que su pasión y su vocación era el fútbol. Su sueño era vivir de ello, y tener una bebé no iba a privarlo de cumplir su sueño, lo iba a animar a esforzarse una vez más, a levantarse cada vez que se cayera. Julián era el mejor amigo de Enzo, que cumplía un rol demasiado importante en su vida. Era de los pocos que lo había ayudado y apoyado cuando Fernández se enteró de que sería padre. Álvarez se había convertido en un pilar fundamental de apoyo en la vida del azabache. Siempre cuidaba a Olivia cuando entrenaba o jugaba partido, lo consolaba cuando perdía, lo felicitaba cuando ganaba y daba todo por él. Enzo aún no había llegado a debutar en primera, pero añoraba con hacerlo dentro de poco. Su rendimiento había mejorado notablemente cuando Julián descubrió que Olivia se dormía si él la cargaba en brazos y le cantaba canciones de cuna. Enzo había recuperado muchas horas de sueño, pero vivía durmiendo en la casa de Julián, en su cama.
— ¡Hola! — saluda una chica a su lado haciéndolo saltar del susto.
— Hola. — besa su mejilla riendo por lo bajo, la novia de Gonzalo; Karina, era un amor. — ¿Todo bien Kari? — pregunta sentándose y dejando el cochecito a su lado.
— Todo bien. Gonza feliz, yo feliz. — admite sonriendo. — ¿Vos? ¿Cómo está la bebé?— le pregunta.
— Me alegro. — le dedica una sonrisa. — Oli está bien, sanita y todo bien por suerte. Yo tranquilo, feliz de acompañarlo viste. — dice mirando como empiezan a entrar a la cancha.