¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Julián y Enzo son amigos desde que el mayor se mudó a Buenos Aires, teniendo apenas once años, el cordobés había dejado atrás su provincia natal debido a un cambio en el trabajo de su padre. Estuvo en paz un año completo, había conocido a Enzo y otros chicos que lo habían integrado a su grupo con rapidez, y él no podía estar más feliz por ello. Pero así como en un principio no quiso mudarse, el divorcio sorpresivo de sus padres llevó a un proceso legal complicado que implicaba la posibilidad de que él regresara a Córdoba. Su padre quería quedarse en Buenos Aires, tenía un trabajo estable y conocidos en la ciudad, pero su madre apenas había podido entablar relación con sus nuevas compañeras de trabajo, por lo que, sin dudar, afirmó que se llevaría a Julián a Córdoba nuevamente. Finalmente, Julián se quedó en la ciudad de la furia, y su madre volvió a Córdoba prometiendole que pasarían las vacaciones juntos. Los años pasaron, y para sexto año Julián tenía un grupo hecho y derecho. Primero que cualquier otro estaba Enzo, su mejor amigo, y después estaban Lisandro, Cristian, Exequiel, Lucas y Gonzalo. Antes de egresarse, a Gonzalo le gustaba decir que todos seguirían siendo amigos con el correr de los años, mientras que Lisandro le decía que no fuera iluso, y que a los dos meses de egresarse muy pocos tendrían contacto con otros. Y la verdad era que ambos habían tenido un poco de razón con sus deseos y predicciones sobre el futuro. Mientras que Gonzalo seguía en contacto con la mayoría, Exequiel se había ido a vivir a Alemania por dos años, y cuando regresó a la ciudad solo retomó un vínculo fuerte con Enzo. Por otro lado, Lisandro no había estado muy correcto en su propia predicción porque se había casado con Cristian, su ex casi algo desde la secundaria. Y para Julián y Enzo, todo siguió como el día en el que se conocieron, uno al lado del otro, parecía una promesa no dicha. El menor estaba estudiando el profesorado de educación física, mientras que Julián estudiaba gastronomía. Además de estudiar, Enzo trabajaba por lo que apenas Julián le dijo que se mudaría a un departamento, el chico le siguió con la idea, y cuando menos lo pensaron estaban viviendo en departamentos enfrentados.
— Hola vecino. — le dice Enzo desde la puerta, con su sonrisa blanca y un jogging con el escudo de River.
— Hola vecino. — le responde Julián con una risa por lo divertido de aquella situación.
Les encantaba ser vecinos, porque a pesar de su fuerte amistad siempre habían vivido en barrios distintos, y ahora se veían el rostro todos los días, tal como en secundaria. Y toda la dinámica de su amistad se había visto revolucionada por la poca distancia que el pasillo marcaba entre ellos. Sus chats se habían convertido en otros completamente diferentes a los que solían tener. Antes se contaban la mitad de sus vidas mediante chats y audios, y ahora arreglaban para tomar el café a las cinco en la casa de Julián, y poder hablar de cualquier cosa.
Los meses pasaban y ambos disfrutaban cada vez más el estar -casi- conviviendo. Hasta habían adoptado a un perro, que no había sido muy planeado, en realidad había llegado gracias un amigo de Enzo. Joaquín, dicho amigo, y su pareja Lautaro estaban juntos desde quinto del secundario. Ellos iban a un colegio cercano al secundario de Enzo y Julián, y después de cruzarse en uno que otro boliche, surgió una amistad con aquella pareja. Martinez adoraba a su pareja con locura, pero después de dos perros y un gato (todos rescatados) le dijo a su pareja que le ofreciera el cachorro a Enzo, quien sabían que se había mudado hacía un tiempo. Enzo, cuando vió la foto, no dudó en decirle que sí a su amigo, e instaló una pequeña cucha en su departamento para el pequeño nuevo integrante de esa sociedad.
