¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
— Julián. — lo llama después de haber estado mirándolo por un largo rato.
Están en la habitación que comparten en Philadelphia, en el predio donde se está alojando toda la selección. Decidieron compartir pieza, aunque fue una decisión no hablada porque desde hace mucho tiempo era algo obvio. Julián se había colgado en su teléfono hacía un rato y el mate reposaba en la mesita de luz que tenía a su costado derecho. A Enzo le molestaba, pero no le decía absolutamente nada sobre aquello.
— ¿Ah? — dice volviendo su mirada al azabache que lo tiene en mira hace unos cuantos minutos sin que él se de cuenta.
— El mate. — opta por decirle para ver como los ojos del cordobés se abren un poco más de lo normal; y termina el mate que le cebó hace un rato.
Enzo lo sigue mirando, y Julián se siente un poco invadido, pero no tiene ganas de decirle nada. El azabache siempre era así, lo miraba sin pudor, y con tanta seriedad que llegaba a intimidarlo, pero con los años se había acostumbrado a aquello.
— Perdón, me colgué. — admite devolviéndole el mate, y Enzo solo niega con su cabeza sin decirle nada.
El moreno puede comprobar que el agua en el termo sigue caliente mientras lo ceba; puede ver la figurita de Leo levantando la copa mientras hace lo propio, pero ahora es la mirada del otro la que se posa sobre él. Cada quien está en su cama, Julián semi acostado, y Enzo apenas sentado en el borde del colchón. El cordobés lo mira, y el otro sabe perfectamente qué es lo que quiere hacer; y solo puede echar una risa mientras se acerca el mate a la boca.
— ¿De qué te reís? — le pregunta el castaño incorporándose e imitando su posición.
— De vos. — le responde sin más, y el otro pone una cara de indignación que le causa aún más risa.
— ¿Por qué de mí? — le pregunta sin entender.
— No te sale, me querés poner nervioso con la mirada, pero ni ahí. — afirma mirándolo con una semi sonrisa que lo está matando.
Julián quiere reprocharle, pero dos golpecitos en la puerta interrumpen su conversación.
— ¿Cuál hay? ¿me prestan yerba? — pregunta Lisandro después de entrar a la habitación sin esperar respuesta.
Enzo suelta una risa, y le señala su bolso sobre el piso.
— Gracias, rey de reyes. — agradece Martinez husmeando en el bolso del jugador del Chelsea.
— La yerba era, no revisarme todo. — se queja bromeando, y el otro alza los hombros.
— ¿Quién carajo se traía el paquete cerrado en el bolso, no? — piensa en voz alta el, ahora morocho, y antes de salir vuelve a agradecerles a ambos.
El golpecito de la puerta al cerrarse hace que Julián vuelva de su momento pensativo, y mire a quien le extiende el mate.
— Sos un mentiroso. — afirma sin más mientras lo recibe.