Prólogo

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—¿Altura?

—Uno noventa y uno.

—¿Peso?

—Unos... ochenta y ocho u ochenta y nueve kilos, creo.

—¿Tanto? No lo parece. A ver, quítate la camiseta.

—¿Aquí?

—Chico, si eres de los tímidos, este trabajo no es para ti... Ah, eso está mejor. Vaya, sí que estás fuerte. Les diré a los de producción que hagan primeros planos de esos pectorales. ¿Puedes darte la vuelta...? Muy bien, muy bien. Te taparemos todas esas cicatrices con maquillaje. Aunque quizá viene bien dejarlas... Haces deporte, ¿no? ¿Cuál?

—Ahora judo.

—Ah, sí, estaba en tu currículum. Tú eres el de la Nittaidai, ¿no?

—¿Eso va a salir en algún lado?

—No, no, no te preocupes. Es información privada. Mantendremos tu anonimato en todo momento. Eso es lo que más os preocupa siempre a los nuevos, que salga por ahí vuestra cara y que alguien os reconozca... Tranquilo, somos profesionales. Aquí solo grabamos a la estrella. Tú solo encárgate de darle a la cámara la mejor versión de esos pectorales. Y déjame ver tus manos otra vez. Son perfectas. Muy masculinas. Pónselas en la cara, ¿vale? Queremos que se vean bien, la estrella es muy pequeña y tiene la piel pálida, así que tus manos harán un buen contraste.

—¿Entonces he pasado la selección?

—Prácticamente. Con lo formal que eres puedo confiar en que las fotos que nos mandaste son reales, ¿no? ¿O tengo que pedirte que te bajes los pantalones para comprobarlo? ¡Ja, ja! ¡Te has sonrojado! Vale, vale, dejaré de torturarte. Estás dentro, chico. Pero relájate un poco. Espero que toda esa vergüenza se te pase cuando estés frente a las cámaras. Si crees que la presión va a afectarte, te daremos una pastillita azul. No eres alérgico a nada, ¿no?

—No.

—Pues empezamos a grabar el miércoles, ven al estudio antes de las siete.

—¿Sobre qué hora terminaremos?

—Bueno, eso depende de vosotros, a veces la cosa se alarga. Los vídeos que hacemos en la compañía son cortos, de unos diez o quince minutos, pero nunca salen bien a la primera. Cuanto más natural sea, más rápido acabaremos. A veces terminamos a las dos o las tres.

—¿De la mañana?

—Sí, ¿qué pasa? ¿Tienes clase el jueves?

—No es un problema. Aquí estaré.

—¡Así me gusta! No hace falta que te depiles, pero ven bien limpito, eh.

—¿Ya puedo irme?

—Solo una cosa más. Por pura curiosidad. ¿Cómo es que un estudiante de la Nittaidai ha acabado aquí? No te ofendas, eh, yo soy el primero que dice que este es un trabajo tan digno como cualquier otro. Pero pensaba que los universitarios de la privada no se movían por estos círculos...

—Necesito el dinero.

—¿Papá y mamá te han cerrado el chorro? Ja, ja... Vale, no pongas esa cara, no tienes que responder. Eres bastante guapo, eh. Si en algún momento consideras hacer películas enseñando la cara, házmelo saber. Esas se pagan aún mejor. Con ese físico, ganarías una buena pasta. Piénsatelo.

—Gracias por la oportunidad.

—¿Tienes prisa? ¡Nos vemos aquí el miércoles! Ah, ¿me recuerdas tu apellido? Sé que tenía el kanji de «río»...

—Hayakawa. Aki Hayakawa.

Out of touchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora