—Me parece super injusto —decretó Denji—. Y una puta mierda.
Habían llegado al onsen y, después de pagar la entrada y recibir los yukatas reglamentarios, habían tenido que separarse de Makima para ir a los vestuarios masculinos. Denji ya estaba quitándose los calzoncillos para ponerse el yukata verde y marrón que su novia le había elegido mientras Angel y Aki, más lentos o más pudorosos, aún seguían abriendo y comprobando la taquilla.
Aki fue el primero en romper el hielo y quitarse la camiseta.
—¿Qué esperabas? ¿Entrar en la zona de mujeres?
—¿Es que nadie está de acuerdo con la igualdad de género? —espetó Denji.
—Vendría a ser lo mismo que una playa nudista —comentó Angel para aparentar que no había resbalado por el torso desnudó de Aki con la mirada. Era firme por todos lados, y más voluminoso de lo que recordaba. De tanto recurrir al único recuerdo que tenía de su desnudez ya lo había deformado.
Llevó las manos al borde de su suéter y lo dudó un momento. Solo un momento. Angel era perezoso hasta para tener inseguridades, así que se sacó esa prenda y luego fue a por los pantalones.
—Esas cosas solo pasan en Europa —se lamentó Denji. Aunque enseguida se animó, solo por imaginarse a su preciosa novia desnuda en una playa—. Makima y yo deberíamos ir a Europa...
—Deja de pensar en guarradas.
—¡Eh, el amor no es ninguna guarrada! —repuso Denji.
Aki no respondió. Se había puesto de espaldas a ellos para terminar de desnudarse y ponerse su yukata, de color azul marino y con un patrón de olas en la parte baja. Angel tuvo tiempo de verle el culo, y todavía estaba saboreando esa imagen cuando Aki se lo anudó con firmeza, se soltó el pelo y se dio la vuelta. ¿Era posible que Angel lo viera guapísimo de esa manera y que al mismo tiempo extrañara la coletita? Angel suspiró. Denji no era el único que tenía que limitar el tránsito de guarradas en sus pensamientos. Se recogió el cabello con un gancho por la parte de atrás para que no le estorbara antes de ponerse el yukata. El suyo era gris claro y azulado con líneas blancas en vertical.
—¿Se puede comer dentro del onsen? —preguntó. Si comía algo dulce se calmarían sus ansias.
—En la zona de baño no, pero acabas de comer —observó Aki. Caminó hacia Shizuku y, de manera muy casual, le alisó una de las solapas del yukata que tenía una doblez. Luego cogió su toalla y caminó hacia la puerta—. Vamos.
Angel hizo una mueca apenas perceptible. Estaba harto de que Aki no fuera su novio.
—Es que quiero un postre —dijo imitando sus pasos.
«O un beso tuyo», habría dicho si Aki fuera su novio.
—Lo tendré en cuenta para el próximo bento.
—¡Para mí también! —gritó Denji.
En el jardín exterior de la zona de bañeras había tinas de madera para cuatro o cinco personas. Denji encabezó la marcha hacia ellas después de que los tres se hubieran enjabonado, enjuagado y secado en cubículos individuales. Al parecer ninguno de los tres estaba del todo cómodo con desnudarse frente a los demás. Aun así, Denji pareció olvidarse del pudor cuando lanzó su toalla al suelo y se metió en la reducida tina como si no le importara tener que compartir el poco espacio con ellos.
Aki fue detrás de él, recogió su toalla, la colgó en los ganchos designados para ello, y luego hizo lo mismo con la suya. Al quitársela de la cintura, se quedó completamente desnudo. El pelo húmedo le goteaba sobre los hombros y el sol de la tarde le calentaba la piel.

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Out of touch
أدب الهواةAki se ve obligado a realizar un trabajo vergonzoso y poco convencional, pero ese será el menor de sus problemas cuando descubra quién será su compañero...